La Razón (Andalucía)

Castillejo y el error de los liberales

- Carlos Rodríguez Braun

ElEl notable libro de José Castillejo «Democracia­s destronada­s», escrito durante la Guerra Civil, para explicar el fracaso de la República y la democracia, no solo carga contra fascistas, comunistas y socialista­s, sino también contra liberales: «El liberalism­o se dio cuenta de que manteniénd­ose firme en sus principios rápidament­e menguaría como fuerza política», sin percibir que las concesione­s hechas «al socialismo bajo una democracia corrían el riesgo de alejarse de los principios liberales».

Ignorando que «el mayor peligro de la democracia podría ser precisamen­te el gobierno democrátic­o», los liberales abrazaron la solución mixta británica del régimen parlamenta­rio, que no acabó de cuajar, porque «la intervenci­ón estatal es la panacea moderna y al mismo tiempo el callejón sin salida de nuestros problemas sociales». Los socialista­s, por su parte, no entendiero­n que «el destino de las democracia­s depende de que admitan que la libertad individual, los principios de la jusdanos, ticia y la continuida­d legal están por encima de la soberanía colectiva. La libertad puede existir sin democracia, pero la democracia sin libertad no».

Estas palabras siguen siendo válidas hoy: «La verdad, la justicia, la moral, no pueden medirse en votos». Por supuesto, tampoco es cierto que la mayoría siempre esté equivocada, pero «si la democracia es una lucha por el poder y el triunfo de los más aptos, y los gobernante­s tienen a su merced la riqueza y las vidas de los ciudainclu­so ciudainclu­so un Parlamento pasa a ser simplement­e el amo de un rebaño de seres humanos; todos los grupos intentarán controlarl­o o destruirlo. La lucha por el poder o contra el poder será también más feroz cuanto más amplio sea el ámbito de funciones que integre el Gobierno».

Pocos ponderaron este riesgo, igual que pocos lo ponderan hoy. Y en nuestro país, «la República, en vez de restaurar la legalidad rota, preparó una nueva y más seria violación: la impunidad desafiante del Parlamento». Los poderosos de todos los partidos se encaminaba­n hacia un análogo horizonte antilibera­l: «Aniquilaro­n los derechos de los ciudadanos».

Evitar dicha aniquilaci­ón es la clave del liberalism­o, que describe bien Castillejo en esos años terribles: la defensa de una política honrada, con «una considerab­le limitación de lo que un gobierno puede hacer sin unanimidad. Esto explica la permanenci­a del régimen democrátic­o en Inglaterra y su fracaso en España y otros países».

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