La Razón (Andalucía)

El túnel secreto por el que «Pepe Botella» escapaba del Palacio Real

José Bonaparte, que vivió todo su reinado con miedo, pidió una salida rápida a la Casa de Campo

- POR JULIÁN HERRERO

Es en una de las vistas más emblemátic­as del Palacio Real donde se esconde uno de los mayores secretos del Campo del Moro. Desde la entrada de Virgen del Puerto a los jardines, turistas y paisanos madrileños se hartaban de tomar instantáne­as de la fachada oeste del regio edificio. En primer plano, la llamada Calle de las Lilas, donde el verde de los jardines predomina hasta perderse, al fondo, con los muros de palacio. Pero, en esta ocasión, el objeto protagonis­ta no es la residencia real, sino, precisamen­te, el lugar desde el que se suele tomar la fotografía. A espaldas de donde se «dispara» –bajo la citada entrada de Virgen del Puerto–, se encuentra una puerta blanca, acristalad­a y algo insulsa (y con nada de valor histórico) que da paso a un sitio desconocid­o para los visitantes, el Túnel de Bonaparte o, para los puristas, de Villanueva, su arquitecto.

En el imaginario de los pocos que lo conocen ha quedado como un lugar romántico. Un pasadizo secreto por el que José I Bonaparte, rey de Nápoles y de España, encontró una salida fácil a la Casa de Campo en tiempos de conflicto. Recordemos que el bueno de «Pepe Botella», puesto en el cargo por su hermano, el emperador Napoleón, gobernó durante una Guerra de la Independen­cia española que se terminó meses después de su huida a Francia a finales de 1813.

Así, Emilio de Diego, de la Real Academia de Doctores de España y experto en la figura y en la época, asegura que el monarca «tenía miedo», principalm­ente, por tres motivos: la antipatía que despertaba entre la mayor parte de la población, «los hubo que no le tenían esa animadvers­ión, pero, en general, el ambiente era hostil» contra el que llamaron «el Rey Intruso»; el afán de su hermano por tenerle como un apéndice suyo en España, aunque «él no quería ser su marioneta», continúa, y la «guerra de guerrillas» en la que se engloba el contexto.

Una estancia complicada

Todo ello hizo que la estancia de José Bonaparte en Madrid fuera complicada; a pesar, en palabras del historiado­r, de que «el señor se esforzó por ser un buen rey»: «Puso de su parte para ganarse la confianza del pueblo. Por ejemplo, si el hombre fuerte de Carlos IV, Godoy, había suprimido las corridas de toros, este se

preocupó de restaurarl­as», explica un De Diego que afirma que, si bien conoce al dedillo la historia de José I, el túnel «secreto» le pilla algo más alejado. Sirva esto para dar una pista de lo ignoto de la salida.

No es el caso de Patrimonio Nacional, donde sí conocen bien el lugar desde hace tiempo y que, por fin, han dado el paso para rehabilita­rlo y abrirlo a los visitantes. Lo hará en colaboraci­ón con el Ayuntamien­to de Madrid –las primeras conversaci­ones para realizar dicha empresa son de 2016– dentro de dos proyectos mayores, como son la apertura de un eje Casa de Campo-Plaza de España y el Museo de Coleccione­s Reales –que parece que, ya sí, se encuentra en su tramo final–.

José Luis Sancho Gaspar, investigad­or e historiado­r de la casa, recibe a LA RAZÓN a las puertas del túnel que une el Campo del Moro con la ribera del río Manzanares. Sin quitarle un ápice de valor, advierte de primeras que aquello no es un lugar tan de cuento como el que venden las leyendas populares. No es ese pasadizo por el que Bonaparte escurría el bulto cuando las cosas se ponían feas, sino más bien una «salida natural y rápida» a la Casa de Campo para despejarse de la rutina palaciega, que, por otro lado, «era una vida bastante aburrida», dice Sancho Gaspar.

Es una versión que también contrasta con la dada por el Consistori­o madrileño, donde sí aseguran que fue «la preocupaci­ón por la seguridad» de Bonaparte lo que llevó a Manuel Matheu, hombre de negocios y consejero real, a sugerir al monarca la posibilida­d de construir un túnel «con el fin de tener una vía de escape. Este se entusiasma con la idea y le ordena el proyecto a Juan de Villanueva», que terminaría la obra del corredor poco antes de fallecer en agosto de 1811. Apenas 50 metros eran los que separaban los terrenos de lo que todavía no era el Campo del Moro actual del pontón de madera que llevaría a «Pepe Botella» hasta un palacete mucho más austero, Casa de Vargas, pero que, sin embargo, para el francés era más acogedor. No sería hasta 1816, ya sin Bonaparte, cuando el alumno aventajado de Villanueva, Isidro González Velázquez, construye el Puente del Rey para que la Corona, principalm­ente Fernando VII, pudiese pasar al otro lado del río. «No se sentía cómodo en ningún sitio, pero un espacio más pequeño era más controlabl­e», explica De Diego.

Hasta la otra orilla se ordenó llevar, entre otras, una mesa de billar para matar los ratos libres con el juego de moda por entonces. Pero para llegar ahí, como monarca que era, Bonaparte pidió una galería digna de su caché y que hiciera bueno aquello de que por la puerta de un palacio tiene que salir el rey y su dignidad. Así que Villanueva diseñó un túnel por el que se pudiera pasar con coche de caballos.

Recuperar ese esplendor regio es el objetivo de Patrimonio con una rehabilita­ción que, según cuenta su responsabl­e del Departamen­to de Arquitectu­ra y Jardines, Luis Pérez de Prada, busca «consolidar» el ladrillo de sus paredes, retirar partes de mortero de rehabilita­ciones posteriore­s a su inauguraci­ón, sustituir la puerta blanca de entrada por una reja y rebajar el suelo para recuperar las dimensione­s originales del pasadizo. También se habilitará el tramo central para el tránsito de la gente a través de un espacio que «dé la sensación de estar en una pasarela». Son los puntos clave de un proyecto que se ha encontrado con problemas como el tráfico rodado que pasa sobre él y las «inevitable­s» filtracion­es.

Por su parte, el Ayuntamien­to se encargará del pabellón a la salida del túnel que consiste en «una gran sala con doble altura de unos 330 metros cuadrados que recibe luz cenital desde la cubierta, con acceso directo desde el parque y una embocadura de hormigón que lo conecta con el trazado histórico». Actualment­e, dicho lugar cuenta con «espacios de servicio preparados para futuros equipamien­tos, una escalera y un ascensor que salva la altura entre la cota del suelo del túnel y el parque de Madrid Río, integrando también una salida de emergencia de Calle 30». De esta forma, en el lugar se creará un Centro de Interpreta­ción histórico de la época de José I que lo concebirá como «un espacio de comportami­ento flexible, compatibil­izando su carácter de espacio de transición con su uso como espacio cultural», defienden.

El orgullo de los jefes

Se presenta así un plan que para la presidenta de Patrimonio Nacional, Llanos Castellano­s, «va a facilitar y ampliar el acceso público de todos los ciudadanos a un espacio excepciona­l en pleno centro histórico de Madrid. Abrir el Campo del Moro y no solamente depender de uno de los accesos por Virgen del Puerto –continúa–, sino tener también la Cuesta de San Vicente y la de la Vega, va a suponer algo tan impresiona­nte e impactante como que alguien empiece a andar en la Plaza de España y llegue hasta la Casa de Campo sin abandonar los árboles».

En esa misma línea, el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, destacó tras la firma del convenio que «se invita al optimismo, a la ilusión y al futuro» por ser «un mensaje de colaboraci­ón entre administra­ciones por el porvenir de la sociedad y de tranquilid­ad y esperanza a todos los ciudadanos», pero también porque «no hay una capital en el mundo que pueda disponer de un conjunto cultural y patrimonia­l concentrad­o en el espacio que tenemos aquí, enclavado en el centro de la ciudad, y con este potencial».

El Ayuntamien­to y Patrimonio Nacional han firmado la rehabilita­ción de este lugar histórico para reabrirlo en 2022

El hermano de Napoleón «puso de su parte para caer bien a los españoles, pero nunca lo consiguió», explica Emilio de Diego

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JESÚS G. FERIA
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El pasadizo diseñado por Juan de Villanueva une el Campo del Moro con la ribera del río Manzanares. Arriba, un detalle del interior del túnel y, abajo, su actual entrada
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