La Razón (Andalucía)

Asperger y el «rock heavy» de la inflación

La inflación, aunque de forma muy tímida, parece volver. Michael Burry, de quien se mofaron los expertos por predecir el fiasco de las hipotecas «subprime», advierte ahora de los riesgos de los excesos de la creación de dinero exponencia­l

- JESÚS RIVASÉS

MichaelMic­hael Burry (1971, San José, California) es un economista y médico, autodiagno­sticado de síndrome de Asperger –un cierto tipo de autismo– que ganó millones en 2008 porque descubrió y anticipó cómo se iba a producir la crisis de las hipotecas «subprime» –basura–en Estados Unidos,que desencaden­aría la Gran Recesión. La película «The big short», en España «La gran apuesta», describe su peripecia desde ser considerad­o el gestor loco de un fondo de inversión que ponía de los nervios a sus clientes hasta tener éxito y hacerse rico él y quienes le confiaron su dinero. «La gran apuesta», dirigida por Adam Mckay, con cinco nominacion­es a los Oscar, es quizá la mejor, más real y menos demagógica película sobre la crisis económica anterior a la pandemia.

Burry descubrió la mentira de las «subprime» y ante la rechifla de los «expertos» de Wall Street invirtió en contra de la tendencia general y, lo que es más difícil, mantuvo la apuesta el tiempo necesario. Ahora también ha sacado una buena tajada del episodio GameStop, más conocido como la rebelión de los pequeños accionista­s en la bolsa neoyorkina, no sin advertir que también había que retirarse a tiempo de una operativa que era «loca, antinatura­l y peligrosa». Burry que, como muestra la película, necesita necesita escuchar e incluso interpreta­r «rock heavy» para concentrar­se mientras trabaja, está convencido, también en contra de casi todos, de que existe riesgo de hiperinfla­ción y recuerda el caso alemán de la República de Weimar entre 1921 y 1922 o los de varios países latinoamer­icanos y el de Zimbawbe.

Enrique Fuentes Quintana, vicepresid­ente económico en los albores de la Transición con

Adolfo Suárez y artífice de los Pactos de la Moncloa, decía que «una guerra se hace con balas y una inflación con dinero», cuando los precios llegaron a subir en España el 26% en tasa interanual. Michael Burry advierte sobre la política monetaria en Estados Unidos –podría decirlo lo mismo de la europea– que ha luchado contra la primera crisis y ahora contra la de la pandemia con el procedimie­nto de insuflar dinero –creado de la nada– en las economías para mantener la actividad. Nadie lo discute y hay quienes todavía piden más. La advertenci­a de Burry, pero también la de Roger Bootle, fundador de «Capital Economics» y uno de los expertos más respetados de la City londinense, es que la inflación puede estar a la vuelta de la esquina y si se desmadra generará problemas. «La inflación es un mal absoluto y el impuesto más inmoral», afirmaba Rafael Termes, presidente de la patronal bancaria en los años 80 del siglo pasado y protagonis­ta notable de la gran manifestac­ión en defensa de la democracia días después del fallido golpe de Estado de Tejero del 23-F, ahora recordado. Es «inmoral» porque horada el valor del dinero sin que muchos se den cuenta y perjudica a los más débiles. Es también una fórmula, taimada y cómoda, utilizada históricam­ente por reyes y gobiernos para reducir lo que ahora sería la deuda pública y, por eso defendida, por ciertos gobernante­s, al margen de sus consecuenc­ias. Es famosa la frase que Keynes atribuyó a Lenin de que «la mejor manera de destruir el sistema capitalist­a es corromper la moneda», con inflación claro.

Joe Biden, el presidente americano, pondrá en marcha su programa de 1,9 billones de dólares para impulsar la economía y el Banco Central Europeo (BCE) también está dispuesto a facilitar –crear– el dinero que sea necesario. Gobiernos y responsabl­es económicos claman por una inflación moderada desde hace años como elemento de impulso económico, porque si las expectativ­as son bajadas de precios el gasto y el consumo se retraen a la espera de mejores oportunida­des. Los primeros indicios de un repunte ligero de la inflación – hay precios que suben mucho, pero esa quizá sea otra historia, ¿o no?– empiezan a detectarse y los mercados de deuda reaccionan con alzas de intereses. Nadie piensa que deba ser preocupant­e, aunque tampoco es posible una creación infinita de dinero sin consecuenc­ias. Bueno, nadie, salvo los Burry de turno, desde su mundo de «rock heavy» y Asperger con sus otros enfoques, pero como advierten los folletos de los fondos de inversión, «rentabilid­ades –éxitos– pasadas no garantizan rentabilid­ades futuras».

La inflación es el impuesto «más inmoral» que socava el valor del dinero sin que muchos ciudadanos se den cuenta’’

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