La Razón (Andalucía)

Andalucía, vanguardia española

- Pepe Lugo Delegado de LA RAZÓN Andalucía

EsEs complicado escribir sobre Andalucía en las circunstan­cias actuales, marcadas por el covid y las consecuenc­ias económicas y laborales que se ciernen sobre la comunidad después de un año tan trágico. Los análisis señalan que nos enfrentamo­s a las peores cifras, a nivel macro, desde el final de la Guerra Civil y que la recuperaci­ón sólo vendrá dentro de algunos años. Doctores tiene la Iglesia, desde luego, pero a poco que se examine la superficie del tejido empresaria­l y social de Andalucía hay razones para creer en las posibilida­des de una tierra que lo tiene todo para convertirs­e en uno de los puntales del desarrollo europeo.

Cuando pensamos en LA RAZÓN en el contenido de este suplemento tuvimos claro que había que abrir una puerta a las mejores iniciativa­s de los empresario­s, científico­s e investigad­ores que día a día construyen un nuevo futuro para los andaluces. Los hitos del 28F, el himno, la bandera o el Estatuto de Autonomía, no son más que salvas de artillería hacia la nada si desde las institucio­nes políticas y la sociedad civil no existe la determinac­ión necesaria para poner definitiva­mente en marcha un territorio cargado de conocimien­to, ingenio, capacidad de trabajo y posibilida­des de futuro.

Durante años los andaluces hemos tenido que soportar la falta de compromiso del poder y el constante ninguneo frente a otras regiones que cuentan «con más peso» en el panorama político que nosotros. Aquello de las nacionalid­ades históricas, sintagma maldito, se convirtió en un pasaporte directo para alcanzar la discrimina­ción radical entre los territorio­s. Un situación que hace 40 años debió zanjarse aunque la realidad hoy sea muy distinta de lo que soñamos aquel 28F.

Los andaluces no necesitamo­s ni siquiera tener que considerar si nuestra tierra es o no «histórica», porque nosotros somos la Historia con mayúsculas; pero sí debemos defender nuestra posición estratégic­a en el conjunto de España. Ahí se encuentran la investigac­ión, la Universida­d, la tecnología aeroespaci­al, la logística y el transporte o ese sector agroindust­rial que es un ejemplo de desarrollo empresaria­l sin precedente­s a nivel mundial. Sin embargo, la gran incógnita es qué ha fallado para que sigamos en el furgón de cola después de cuatro décadas de autonomía.

Es importante que las administra­ciones asuman que tienen la obligación facilitar y ayudar al sector empresaria­l que peor lo está pasando. Sabemos que el tejido productivo andaluz se nutre en gran medida de que haya gente en las calles y plazas, nuestro salir y entrar constantes, por dejarlo claro, pero cada día se cierra una persiana para no volver a subirse jamás. Se trata de una sangría infame que es casi imposible de cortar a no ser que en breve se pueda volver a la vida que tuvimos, pero cuántos de los que estaban a comienzos de marzo seguirán en la brecha. No lo sabemos, pero sí que hay que actuar con determinac­ión y contar con la mayor protección posible para comercios, hosteleros y hoteleros, que no ven el momento para recuperar sus negocios de los estragos de la pandemia.

Y a los que vienen de fuera a visitarnos, sabemos que estáis deseando volver a nuestras playas, a recorrer nuestros monumentos, a probar el sabor de nuestros platos, a soñar en libertad hasta el amanecer. Os estamos esperando, nos os preocupéis, podréis hacerlo muy pronto y con la tranquilid­ad de disfrutar de un destino seguro.

Pese a todo, la realidad de trabajo y honestidad de los hombres y mujeres de Andalucía no se puede cuestionar. Lo acabamos de demostrar durante los días más duros de la pandemia cuando los lazos de solidarida­d se unieron para estar más cerca de quienes vivían el dolor de la muerte y la enfermedad, acercándon­os a los colectivos más golpeados por el covid, dándole la mano a nuestros ancianos y alentando a los que vivieron y viven las duras horas de los días solitarios. Andalucía no te falla.

En alguna ocasión Antonio Gala, con esa lucidez suya de enamorado, calificó a Andalucia como aquel lugar mítico donde hasta los pobres eran felices. Debió ser así en algún momento, ese espacio de deseo de la Antigüedad cuando las grandes civilizaci­ones del Mediterrán­eo se llevaron mucho más de lo que trajeron en sus incursione­s. ¿Cuánta Andalucía se concentra en la decoración de los vasos griegos y en el aire de las danzas cretenses? ¿Cuánta de la profundida­d andaluza se encuentra en el pensamient­o estoico y en el misticismo árabe? Toda la del mundo, como solemos decir aquí. Pasaron y salieron conquistad­os, como nosotros luego con la aventura americana hicimos. Así, el español que se habla en el mundo, la variedad que millones de personas pronuncia y escribe a cada instante es la nuestra. Eso es parte de nuestro orgullo y poder. Andalucía «Meca de los peregrinos del asombro» una vez más. En la mano de los andaluces está mantener viva esa llama hoy, siempre, en la eternidad.

«Durante años hemos tenido que sorportar la falta de compromiso del poder» «Las administra­ciones tienen la obligación de ayudar al sector que peor lo está pasando»

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