La Razón (Andalucía)

¿Existe Andalucía?

- Manuel Prieto Delegado de Atresmedia en Andalucía y director regional de Onda Cero

HuboHubo un tiempo en que sí existió, «para España y la humanidad», en aquellos épicos y vertiginos­os años del tardofranq­uismo y primeros de la democracia en los que la poesía era suficiente porque el mensaje calaba sin la más mínima necesidad de prosa. Época de versos y balcones en flor en los que se fiaba nuestro entusiasta futuro a unos réditos que nunca llegaron y que con el tiempo fraguaron en oportunida­des perdidas para todos y para siempre. A partir de ahí, lo que vino después fue una paulatina división de la autonomía, cuando no un decidido enfrentami­ento interno, que casi ha terminado por anular la abrumadora fuerza de nuestra voz y que amplifica la devaluació­n sistemátic­a de nuestro peso en el Estado.

Andalucía es hoy lo que con tanto esmero el socialismo ha construido a lo largo de estos años: una suma de sus partes, aisladas y anuladas entre sí, tan inútil como irrelevant­e a muchos efectos políticos y de desarrollo, y que a menudo ha servido de necesaria comparsa para justificar las actuacione­s gubernamen­tales que nos eran perfectame­nte ajenas. Un mollete antequeran­o con un aceite de la Subbética incapaz de construir un simple desayuno si el coste del transporti­sta no era asumido por el propio proveedor, por elevarlo al simbolismo de este 28F.

Y así nos ha ido. Con un panorama actual en el que los puertos andaluces andan a garrotazos por determinar dónde los barcos deben hacer escala, los centros tecnológic­os no colaboran si no es por la migaja de las cuestiones subalterna­s, donde los aeropuerto­s se hacen la guerra de manera que al final los aviones terminan por aterrizar en el vecino Portugal, donde las infraestru­cturas no llegan más allá del apunte contable de los míseros euros que al ministro de turno le resulta gracioso incluir en la redacción de un proyecto nunca ejecutado, o donde el Corredor Mediterrán­eo, por referencia­rlo en la actualidad, abruptamen­te se detiene en Cartagena

con la naturalida­d que el centralism­o decide que todo lo que quede más abajo es una simple charca de agua salada y tierra muerta sin la menor proyección de futuro. Y todo eso, sin que nadie alce la voz lo más mínimo o la polémica no se difumine en el detalle irrelevant­e y costumbris­ta de los desencuent­ros vecinales por ver quién debe componer una mesa que en nuestro nombre debería defender el proyecto compartido. Así es como hemos construido una economía tan dispar como distante, donde los flujos económicos de riqueza y actividad se detienen apenas un obstáculo orográfico se interpone en su camino.

Y para llegar a eso ha sido necesario el concurso de mucha gente. Prácticame­nte de todos. Porque han fallado y siguen fallando muchos estamentos y administra­ciones, desde los empresario­s a los sindicatos, pasando por los partidos, los ayuntamien­tos, las diputacion­es y hasta, y principalm­ente, la propia Junta de Andalucía que, con esta nueva Administra­ción tiene ahora la oportunida­d, de nuevo histórica, de revertir una situación que nos sitúe en el eje medular del discurso económico y político de España.

No es la cohesión lo que nos ha fallado, ni es la vertebraci­ón, como gusta llamarlo ahora. Es la incapacida­d por articular un mensaje unívoco que defienda el bien común de todos los andaluces y tener además la voluntad de ejecutarlo. Lo demás es lamentarno­s ahora por la leche derramada. Porque no está en juego un simple sentimient­o, el de ser andaluz, sino la necesidad de ser útiles a nuestro país y ejercer de contrapeso en su delicado equilibrio territoria­l algo que, desde hace cuarenta años y hasta hoy, sólo puede hacer Andalucía. Tantas veces como no se entienda que el futuro de Andalucía determina al mismo tiempo el propio futuro de España, tantas veces como se reproducir­án los intentos fallidos por vertebrar la nación a la que pretendemo­s servir.

«Han fallado y siguen fallando muchos estamentos y administra­ciones»

«Se tiene que entender que el futuro de Andalucía determina el propio futuro de España»

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