La Razón (Andalucía)

«SOBRE EL ORDEN PÚBLICO SIEMPRE PUEDE HABER DEBATES PERTINENTE­S» LA FRASE

- Ada Colau Alcaldesa de Barcelona

QuéQué no tendrá el fuego que hasta a gente educada y que sólo lo emplea para encender la chimenea le atrae hasta seguir su danza primitiva y, luego, pisotear las cenizas. Decir que «Barcelona arde» es una exageració­n –ya quisieran–, una licencia poética más para buscar, también en el crematorio nacional, la diferencia. Digamos que Barcelona es una barbacoa que se prolonga una década, una parrillada –en campechaní­a vernácula–, echando a las brasas todo lo que se tiene a mano para que renazcan las llamas con ese goteo grasiento que constituye a las naciones con serias dificultad­es para ser. Como en el buen jamón, el tocino es lo mejor. Una cosa son los hechos, las tiendas destrozada­s y saqueadas, el fuego negro y maloliente de los contenedor­es –la única barrera que le queda a la democracia para defenderse–, los coches policiales quemándose por si saliese una antorcha humana corriendo... y otra es lo que el pacífico pueblo percibe. Y lo que percibe es como aquel chiste de Perich: «Cuando un bosque se quema, algo suyo se quema, señor conde”. Es decir, algo que no tiene que ver con ellos, que, a lo sumo, todo es una consecuenc­ia lógica del malestar que provoca España en todos los órdenes de la vida. Todo es cuestión de esperar a que el maleficio se cumpla –como un reloj parado que da la hora buena dos veces al día– para que España, dura como el pedernal, acabe siendo culpable por no reblandece­r sus sentimient­os hacia pueblo tan desgraciad­o. Ada Colau es el ejemplo de pacifista que se calienta las manos en las hogueras que por la noche arden en su ciudad. Lo que debería hacer, si quisiera demostrar, aunque simbólicam­ente, su rechazo a la violencia es lo que hizo una de sus vecinas: lanzar un cubo de agua desde el balcón. Tuvo su efecto: no apagó el fuego pero fue atacada por la turba consentida. Es decir, dijo no. Claro que «sobre el orden público siempre puede haber debates pertinente­s», como ha propuesto Colau, pero el mensaje sería más claro si ella misma se pusiera en la puerta de la comisaría de la Guardia Urbana que fue atacada. Dar ejemplo, por una vez.

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