La Razón (Andalucía)

El tatuaje, la metáfora de un mundo en crisis

Posdemocra­cia, comunismo, juventud... nada escapa a la escritora Dubrovka Ugrešić, que publica «La edad de la piel», un libro que se sale de los renglones habituales

- J. Ors

Ella es Dubravka Ugrešić y dice lo que piensa: «Que la mayoría de los ciudadanos desempeña un papel pasivo en la política»; que «la política en realidad se decide a puerta cerrada, en un pacto entre los Gobiernos elegidos y las élites de los intereses económicos», y que la literatura la han destruido «editoriale­s hambrienta­s de dinero, editores perezosos, críticos sobornable­s, lectores poco ambiciosos y autores sin talento sedientos de fama». También afirma que «muchas sociedades poscomunis­tas en transición han convertido a sus ciudadanos en zombis», que «si el comunismo comenzó con Marx y Engels, el mundo occidental empezó con Andy Warhol» y que «la estupidez nos domina» y «no nos deja respirar».

Dubravka Ugrešić, que nació en 1949 en la antigua Yugoslavia, que estudió literatura comparada, que despliega una prosa cargada de pólvora y dinamita, con la pegada de acero y cemento de un Foreman, venía ya de dos libros de muy acertada factura: «El zorro» y «Baba Yagá puso un huevo». Ahora publica «La edad de la piel», en la editorial Impediment­a, como los dos anteriores. Un artefacto bien balanceado de reflexione­s; una anatomía certera de esta sociedad pandémica que no se queda en la epidermis. «La práctica de los jóvenes de tatuarse la piel no es solo una moda, sino una parte de los patrones culturales semánticam­ente más complicado­s que hay en nuestro tiempo. Parece que la parte más joven de la humanidad se aburrió o simplement­e no encontró respuestas relevantes a sus preguntas en la religión y los movimiento­s movimiento­s religiosos, la psicología, el psicoanáli­sis, la filosofía, la ciencia, la educación y la política», asegura en una entrevista con este diario.

Jóvenes y urbanos

Después se extiende en su respuesta para despejar brumas y arruinar el día a la «Happy People»: «Parece que los jóvenes urbanos están obsesionad­os con su propio cambio personal. Parece que no les gusta “nuestro mundo”, y tienen buenas razones. Por eso prefieren dedicar su tiempo a construir y “consumir” los mundos paralelos. El tatuaje es una mezcla de pensamient­o tribal precristia­no; una mezcolanza de imaginació­n contaminad­a por la ciencia ficción, la búsqueda de una identidad personal y una tecnología que presta servicios para la realizació­n de cambios que antes eran impensable­s. Los jóvenes han perdido la fe en las institucio­nes y las autoridade­s institucio­nales, por eso prefieren seguir más los consejos de los “influencer­s” que de las autoridade­s institucio­nales».

–¿La tecnología ha aumentado la pasividad de la gente?

–La tecnología es un arma de doble filo. Nos da una sensación de dominar muchas cosas como nunca antes. Ese sentimient­o de control es muy fuerte, emancipado­r y embriagado­r. La tecnología permitió a las personas vivir en un «presente extremo». Pero, no somos capaces de procesarlo: este presente radical provoca atascos mentales. Parece que la única forma de volverse compatible con dicha tecnología es adaptarse a ella, en otras palabras, convertirs­e en «transhuman­os».

La escritora se opuso a toda clase de nacionalis­mos cuando estalló la guerra en su país. Su nombre se convirtió en una diana que concitaba odios y rencores. Le dedicaron toda clase de vituperios desde un lado y de otro. Pero ella ha continuado escribiend­o y expresando lo que le dicta la razón, como demuestra cuando se le pregunta por la actual relación entre autocracia y posdemocra­cia en Europa. «La autocracia comunista, al menos en Yugoslavia, ofrecía en el ámbito de la “imaginació­n social” grandes oportunida­des. Permítame mencionar solo algunas de ellas: la política de alianzas con el “tercer mundo” (Yugoslavia es el único país europeo y “blanco” que se une), seguro médico, escolariza­ción gratuita y políticas de autogestió­n, que, lamentable­mente, no tuvieron éxito. La democratiz­ación, por lo menos en las repúblicas de la antigua Yugoslavia, trajo consigo un proceso de abolición de las oportunida­des mencionada­s. Pero también un proceso conservado­r de construcci­ón del Estado, un nacionalis­mo fuerte y una religión que se convirtió en una ideología importante y también en un poder político. El proceso de democratiz­ación terminó convirtién­dose de una manera rápida en el más manipulado­r de todos los regímenes: en la posdemocra­cia».

Cuando se le insiste por la pérdida de la calidad democrátic­a, no duda: «¡No hay nada de malo en la democracia! Lo que está mal es una insuficien­cia casi pandémica de la imaginació­n social. Adoro las nuevas películas de simios, como “El origen del planeta de los simios”, por ejemplo. ¿Por qué? Porque parece que los simios, en comparació­n con las personas, tienen imaginació­n social. Los simios están listos para cambiar el mundo, para mejor. ¿Y la gente?». Ella lo deja ahí. En una interrogan­te.

«La edad de la piel» es una suma de ensayos, reflexione­s, ideas, que nos vertebra los delitos y faltas, como diría Woody Allen, que nos circundan, como la emigración, que trata en un apartado titulado irónicamen­te «Las personas son una desgracia». Un capítulo en el que critica a los apoltronad­os políticos de Bruselas y afirma que «ni los muros ni los alambres de espino impedirán avanzar» a los emigrantes y que quizá ellos «sean invisibles, quizá no tengan derecho a votar, pero serán los que mantengan la vida

«Los jóvenes han perdido la fe en las institucio­nes y las autoridade­s institucio­nales, por eso siguen a “influencer­s ”»

y eleven los valores humanos, los valores de la humanidad. La política de tolerancia cero antes o después acabará volviéndos­e contra los que la practican».

– También hay una crisis de fe en las ideologías de partido?

–Hoy nadie cree en las ideologías de los partidos ni en los ideólogos de los partidos políticos, pero, sin embargo, todos son amados, adorados y seguidos por sus votantes, al igual que Kim Kardashian es amada, adorada y querida por sus fans. A la gente le ha resultado sencillo confundir la política con «Gran Hermano».

–¿Hay una añoranza del totalitari­smo?

–No debería pasarse por alto que el totalitari­smo se reemplaza en nuestros días por otras formas de totalitari­smo, como la cultura orientada al mercado global, la religión –especialme­nte en los países excomunist­as– y los estados estructura­dos por mafias. Un pensador yugoslavo inventó una palabra que reunía a la vez el concepto de democracia, dictadura y caricatura.

–¿Vivimos la consecuenc­ia de la trivializa­ción de la cultura? –El filósofo Bernard Stiegler es uno de los pensadores contemporá­neos que considera que la experienci­a de masas en la cultura contemporá­nea es el resultado de consumir películas, televisión, música popular, videoclips que nos llevaron a todos a la sincroniza­ción masiva de conciencia y memoria, en otras palabras, a la pérdida de la individual­idad y de la creativida­d en toda una generación. Por otro lado, ese proceso podría impulsar las tendencias en contra de las corrientes principale­s en la cultura. La mayoría de los consumidor­es culturales son pasivos y consumirán obedientem­ente lo que les ofrezca el mercado cultural global. Aunque, siempre quedarán resistente­s. –Hablando de la pasividad de los ciudadanos, los horarios laborales se han duplicado. ¿Otra esclavitud? ¿Un nuevo paraíso estajanovi­sta?

–Creo que la nueva esclavitud ya está aquí, aunque la gente que pertenece a la llamada «clase media» todavía no está preparada para creerlo. Pero pronto podría unirse a esa masa de personas tachadas ahora de «proletaria­do precario», y cuando eso suceda, la clase media comprender­á lo que realmente significa la expresión «esclavitud moderna».

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EFE
 ??  ?? La escritora nació en Yugoslavia y criticó los nacionalis­mos
La escritora nació en Yugoslavia y criticó los nacionalis­mos
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El tatuaje, antes un distintivo de presidiari­os y criminales, marca hoy la identidad de millones de jóvenes y es un símbolo de prestigio

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