CERCA DE DIOS, PERO LEJOS DE ESTADOS UNIDOS
UnUn grupo de emigrantes centroamericanos reza frente al paso fronterizo de Tijuana para pedirle a Dios que el presidente Joe Biden cumpla su promesa y les deje paso libre a los Estados Unidos. No parece que vaya a ser sencillo que se cumpla esa petición. Seguramente, no saben que nunca hubo más expulsiones de extranjeros indocumentados, algunos con decenas de años de residencia, que cuando gobernaba el demócrata Barak Obama. Por lo menos, han conseguido llegar hasta la raya con menos problemas que las expediciones anteriores. Resulta que el gobierno izquierdista de López Obrador se llevaba mejor con el conservador y populista Donald Trump que con el nuevo y progresista inquilino de la Casa Blanca. De hecho, desde la capital mexicana han respondido con un desabrido «no somos una colonia», a la petición del Departamento de Estado de mantener un encuentro de alto nivel para poner un poco de orden en la emigración irregular. Al contrario, México ha abierto la mano con los emigrantes centroamericanos y las riadas de personas fluyen de nuevo hacia el norte, atraídas por las promesas de campaña de Biden y por las declaraciones amistosas de la vicepresidenta, Kamala Harris, a la que, por cierto, han encargado directamente del asunto. Con un primer problema: qué hacer con los más de 16.000 menores no acompañados que se encuentran en los campos de retención o vagan por los lindes de la frontera. Sí, van a hacer falta muchas oraciones para que las cosas cambien en el cruce fronterizo de El Chaparral.