Un nuevo cisne negro
La idea de enlazar el Mar Rojo con el Mediterráneo es muy antigua, remontándose a la ocupación persa del país de los faraones, cuando Darío I logro comunicar el Nilo con el mar que abría la navegación hacia el Océano Indico y con lo que pronto iba a ser el Mare Nostrum. Pero fue el francés Lesseps –quién antes había sido cónsul de Francia en Barcelona– quien planteó una vía de comunicación para grandes barcos, inaugurándose las travesías en 1869 con grandes fiestas a las que asistió la emperatriz Eugenia de Montijo, por lo mucho que la influencia de Francia tenía entonces en Egipto. Siendo en Alejandría donde se estrenó la ópera Aida, una princesa egipcia, del gran Verdi. El canal fue un gran éxito desde el principio, y entre otros países que se beneficiaron de él figuró España, por su mucho más corta comunicacióncon Filipinas, siendo por entonces que se creó por el marqués de Comillas la «Compañía General de Tabacos de Filipinas», la máxima empresa en aquellas lejanas tierras de posesión española desde el siglo X VI hasta 1898. Después, en un momento en que los gobernantes de El Cairo pasaron dificultades económicas, el «premier» Disraelí convenció a la reina Victoria I para comprar a Inglaterra el Canal de Suez. Aprovechándose entonces para imponer un protectorado británico por muchas décadas. Fue en 1956 cuando Nasser, el gran líder panarábico, decidió nacionalizar la célebre vía de agua, con una respuesta contundente de Reino Unido, Francia e Israel, que ocuparon rápidamente las instalaciones de navegación, de donde los invasores hubieron de salir por las recomendaciones más que convincentes tanto de Eisenhower como del soviético Kruschev: o se iban por las buenas, o tanto EE UU como la URSS pondrían otro fin a la aventura. Desde entonces, el Canal de Suez ha tenido más vicisitudes. Concretamente en 1967 la Guerra De Los Siete Días le puso fuera de servicio durante 8 años, con la consecuencia lógica de un lamento formidable de los barcos de transporte de petróleo y gas, que se veían en la obligación de rodear toda la senda africana para alcanzar Europa con sus suministros de crudos y combustibles. En estos días, el Canal vuelve a ser objeto de atención mundial debido a su bloqueo por un gran porta contenedor es de 400 metros de eslora y casi 60 de manga en el tramo más estrecho del recorrido entre Suez y Port Said. Desde hace cinco días y sin que aún se vea la posibilidad de remediar la situación, lo que está provocando un aumento de precio del petróleo así como una situación muy difícil por el retraso de suministros. Lo cual significa que en épocas de fabricación con almacenamiento «just in time», muchas fábricas tendrán que parar sus producciones por falta de componentes que vienen en contenedores como el «Ever Given», uno de los navíos mayores del mundo con más de veinte mil contenedores. Una vez más, estamos pendientes de un «cisne negro», de un suceso impredecible que trasforma el panorama, en este caso por ser el Canal el recorrido de paso para más del 10% del comercio mundial, con pérdidas económicas de cuatrocientos millones de euros cada hora. Esperemos que los ingenieros sepan cómo manejar la situación, y resolver el problema sin que se vaya complicando día a día.