UNA EPIDEMIA OCULTA
LaLa pandemia ha impactado sobre todas las esferas de la vida, y se ha ensañado especialmente en las personas mayores. Sobre ellas ha recaído un mayor número de fallecimientos, peor atención a las enfermedades crónicas que padecen, deterioro de las condiciones de salud en general y de la mental, y la mayor carga emocional por el distanciamiento físico, el aislamiento social y el incremento de la soledad no deseada.
Mucho se ha hablado de ello, pero aún faltaba por decir lo que la ONU, con el último informe anual del JIFE ha denominado «una pandemia oculta», en referencia a las personas mayores y el consumo de drogas y el daño que ha causado a su salud y bienestar. Un tema que puede sorprender, pues cuando relacionamos consumo de sustancias con la edad solemos pensar en jóvenes. Pero lo cierto es que debemos romper los estereotipos mentales y de acción para dar nuevas respuestas a esta velada realidad. Conforme se da un envejecimiento poblacional, las dinámicas del consumo de drogas van evolucionando, de modo que para los mayores de 65 años aumenta cada vez más la vulnerabilidad a su consumo y la drogodependencia.
Por ello, desde las autoridades sanitarias de los países, en los planes y medidas a llevar a cabo post Covid-19, en el campo de las drogas, se deben tener en cuenta a los mayores; mejorando los servicios de prevención y tratamiento para revertir la tendencia al alza en las de más de 65 años del consumo abusivo de sustancias, los trastornos por consumo de drogas y los problemas de salud mental. Lo que significa redoblar esfuerzos en el contexto de retroceso asistencial en el que estamos, como alerta este organismo que vigila el cumplimiento de los tratados y convenciones internacionales contra las drogas, donde en 2020 más de 40 países han suspendido o interrumpido los programas de salud mental y de tratamiento de adicciones.