La Razón (Andalucía)

La hora de España

- Abel Hernández

SeSe adelantan los relojes y se retrasa la noche. Cantan los mirlos y florece el rosal de la entrada. Es la consagraci­ón de la primavera. Eso ocurre según el orden natural de las cosas. Pero, en realidad, de un tiempo a esta parte, aquí los relojes están parados. Peor aún, entre la política y la pandemia, entre unas cosas y otras, uno tiene la sensación de que los están retrasando adrede, alarmantem­ente, obligando a la estricta sumisión de antaño. Lo que la gente comenta, detrás de la mascarilla, es que faltan vacunas y aumentan las colas del hambre, mientras los dirigentes políticos se ocupan de lo suyo, que no es otra cosa que el poder y la ardua tarea de cavar trincheras. Algunos pretenden incluso aprovechar la ocasión de la campaña de Madrid -la más bronca y disparatad­a que se recuerda, y aún no ha comenzado oficialmen­te- para retrasar noventa años la hora de España. Se comprobará ahora que se acerca el aniversari­o de la República y resuena el «¡No pasarán!». En el Gobierno aceleran la búsqueda de los huesos de los muertos, removiendo la tierra y la memoria. Parece que a los actuales dirigentes, más que la covid y el hambre, les preocupa la cruz de Cuelgamuro­s.

¡Lástima que no haya vacuna contra la imbecilida­d humana! Ese es el problema. Todo este país, como adelantó Azaña en su tiempo, vive en una especie de estupor, y «en los pasillos del Congreso cunde la majadería». El pueblo, que parece distraído, está tomando nota, como empiezan a apuntar las encuestas. El pueblo está esperando su momento, y las urnas volverán a poner a España en hora. Asistimos, como no podía ser de otra manera, a un profundo y silencioso ajuste del mapa político después de todo lo que está pasando. La paciente sumisión callada del pueblo español no significa resignació­n. El cambio parece ya inevitable.

Madrid, en contraste con la descomposi­ción de Cataluña, que tiene mal arreglo, se convierte en el laboratori­o político nacional. En eso confía la derecha. La implicació­n en la campaña madrileña, del presidente Sánchez, con su cazadora marrón y su lengua afilada, favorece a Isabel Díaz Ayuso, que es la estrella del momento. Pablo Iglesias e Inés Arrimadas son estrellas apagadas. Como cuando era primavera en España, han florecido ya en el jardín el cerezo y el membrillo y cantan otra vez los mirlos.

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