La violencia regresa a Irlanda del Norte
Los nuevos controles impuestos por el Brexit han disparado los enfrentamientos entre católicos y protestantes en la provincia
La tensión aumenta cada día en Irlanda del Norte. Desde hace ya más de una semana, la provincia británica se ha convertido en escenario de violentos disturbios. El miércoles por la noche se vivió uno de los momentos más críticos con el ataque a un autobús, cuando el conductor aún estaba dentro. Finalmente, el vehículo quedó calcinado por los cócteles molotov. Medio centenar de agentes de Policía han resultado heridos y, entre los detenidos, hay jóvenes de tan solo 13 años.
Los nuevos controles impuestos en los puertos norirlandeses tras el Brexit han incrementado los enfrentamientos entre católicos y protestantes, que en 1998 sellaron la paz tras tres largas décadas de un sangriento conflicto. El «premier» Boris Johnson prometió inicialmente a los unionistas que nunca aceptaría un acuerdo con Bruselas que supusiera colocar barreras entre Reino Unido (Escocia, Inglaterra y Gales) e Irlanda del Norte. Pero finalmente esta fue la fórmula que terminó cerrando luego con la UE, al negarse a dejar al Reino Unido en la unión aduanera para poder cerrar acuerdos comerciales con otros países.
Para evitar frontera dura entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte -una de las premisas del Acuerdo de Viernes Santo de 1998- la «frontera» se ha movido ahora al mar de Irlanda. La provincia británica queda, por tanto, con un estatus diferente al del resto del Reino Unido. Y los unionistas se sienten traicionados.
En cualquier caso, los problemas van más allá del Brexit. El divorcio con la UE es tan solo un elemento más de un escenario cada vez más complejo, donde entra la falta de autoridad de los líderes políticos, el descontento con la Policía y las actividades criminales de los grupos paramilitares que aprovechan ahora el malestar para agitar la violencia. En medio de este caldo de cultivo ha sido tremendamente polémica la decisión por parte de la Policía de Irlanda del Norte de no procesar finalmente a los miembros del Sinn Féin -que gobiernan en coalición con los protestantes del DUP- que acudieron en junio del año pasado al funeral de Bobby Storey, un prominente republicano y miembro del IRA, infringiendo así las restricciones del covid.
Al menos unas 2.000 personas asistieron al multitudinario funeral, entre ellas, la propia vice primera ministra norirlandesa, Michele O’Neill, que ayer censuró aquellos que buscan «usar y abusar» de los niños y jóvenes de Irlanda del Norte «para llevar a cabo estos ataques no tienen sitio» en la sociedad norirlandesa.
En este sentido, hizo hincapié en que, a pesar de la diferencias políticas, el Ejecutivo está «unido» en su apoyo a la ley y el orden e, igualmente, trasladó su apoyo a la Policía, «que se ha estado poniendo en riesgo para proteger a otros». El ministro británico para Irlanda del Norte, Brandon Lewis, se reunió ayer con los principales partidos norirlandeses, después de que la Asamblea norirlandesa mantuviera una sesión de emergencia para condenar la violencia y abordar la situación de crisis.
El Gobierno norirlandés de poder compartido entre protestantes-unionistas del DUP (partidarios de la unión con el Reino Unido) y católicos-nacionalistas del Sinn Féin (que defienden la unificación con la República de Irlanda) ha pedido detener los «deplorables» ataques contra los funcionarios y los vecindarios, en los que, según la Policía, han estado implicados grupos paramilitares protestantes.
Al fin y al cabo, los jóvenes que arrojan piedras estos días a los agentes y queman con cócteles molotov autobuses no son los que organizan realmente los disturbios. Son los grupos paramilitares los que abogan de nuevo por la violencia y el caos como respuesta a las investigaciones que se están ejecutando por drogas y crimen organizado. El funeral de Storey y los problemas logísticos que están causando los nuevos controles de la era post Brexit son sólo la cobertura para sus acciones violentas. Boris Johnson mostró su preocupación por los últimos acontecimientos y, a través de su cuenta de Twitter, recalcó que «la forma de resolver las diferencias es mediante el diálogo, no la violencia o la criminalidad».
Por su parte, la Comisión Europea condenó también ayer «en los términos más enérgicos» y pidió que se detengan «inmediatamente» los actos de violencia. El mes pasado, Bruselas abrió un nuevo expediente a Londres después de que Downing Street decidiera, de manera unilateral, para rebajar la tensión en la provincia británica, retrasar hasta octubre los nuevos controles que debían haberse aplicado el pasado 1 de abril a las mercancías desde Gran Bretaña con destino a Irlanda del Norte. De esta manera, violaba el Protocolo de Irlanda que se cerró en 2019, para aplicar un divorcio amistoso. No obstante, la Comisión Europea confirmó ayer que Londres había remitido «una hoja de ruta creíble con resultados e hitos claros sobre la implementación del protocolo», que ahora estaba analizando.
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