ISRAEL NO DEBE OLVIDAR, EL MUNDO TAMPOCO

CadaCada año, por estas fechas, las sirenas antiaéreas dejan oir su chillido a lo largo y ancho de Israel. Son sólo dos minutos en los que la vida del país se paraliza en el recuerdo de las víctimas del Holocausto. No importa donde estés, como los jóvenes de asueto en la playa de Tel Aviv, ni lo que estés haciendo. Son dos minutos de una conmoción moral difícil de describir, pero de sencilla explicación. Fueron asesinados, muchos de manera horrenda, por el mero hecho de ser judíos. Cayeron ricos y pobres, listos y tontos, urbanos y rurales, ilustrados y analfabetos, altos y bajos, religiosos o ateos, socialistas o de derechas, aficionados a los deportes o ajenos, menestrales o agricultores, profesores o alumnos, hablantes de alemán o de polaco, de húngaro o de checo, de italiano o de francés, de ucraniano o de ruso, hombres o mujeres, viejos o niños... Así hasta seis millones y sólo, hay que insistir en ello, por una condición, la de ser judíos. Eso es el Holocausto, eso es lo que significa exactamente la palabra genocidio, tan banalizada por gentes que no saben de lo que hablan o, simplemente, son unos miserables. Y se llevó a cabo no en remotas estepas ni lejanas sabanas, ni en tiempos remotos de oscuridad. Si no en el seno de una Europa que se decía cuna de la civilización, crisol de la cultura y amante de la belleza. Y fue, ayer, como quien dice. De ahí la imagen que hemos elegido de Reuters, entre todas las que han llegado de Israel. Las de unos jóvenes en bañador, disfrutando del sol y la playa, como hace cualquiera de nuestros hijos. Se advierte, porque hay mucho ofendidito por este mundo de Dios..