«La nube»: los saltamontes, el nuevo peligro para la humanidad
Just Philippot se entrega al horror de la entomofobia en un filme sobre la desesperación de una madre soltera
Con la garantía de calidad del Premio Especial del Jurado en el Festival de Sitges, llega «La nube», el asfixiante debut en el largo del francés Just Philippot. Concebida como una tesis sobre la ansiedad y la desesperación en el moribundo mundo de lo rural, la película sigue a Virginie, una madre soltera al frente de una granja de saltamontes para la explotación agraria. Sin esperanzas de mejora en el negocio, se verá envuelta en una red de mentiras que ella misma ha provocado y que desencadenarán un escenario casi apocalíptico. «A pesar de lo que uno podría pensar, lo más fácil del rodaje fue el trabajo con los saltamontes, que son insectos muy pacíficos pese a lo que mostramos en la película. Podría decir que han sido mis actores más obedientes», bromea Philippot. Y sigue: «Existe, en toda la cinta, una decisión consciente de jugar con la angustia que nos puede provocar ver a tantos insectos juntos con la que sufre la madre por intentar sacar adelante a su familia. También quiero pensar que es una muestra de hasta dónde estamos dispuestos a llegar por nuestras necesidades, por muy débiles que parezcamos», explica.
Eso que para el realizadores vulnerabilidad y que en la pantalla se traduce en la interpretación que le valió a Suliane Brahim el premio a Mejor Actriz en el certamen fantástico, parte también del horror como género visitante que impregna el filme: «Se puede entender como una lucha de dos fuerzas macabras pero que vienen de la naturaleza. Una nube de saltamontes que quiere alimentarse a toda costa y una madre que, del mismo modo, quiere velar por el futuro de sus hijos. El motor de mi
relato es la lucha entre ambos conceptos», resume, y añade: «Quería que Brahim hiciera suyo el personaje, que no se limitase a lo que explicaba el guion. Por mucho que uno se documente, hay reacciones como mujer que ella sabrá aplicar mejor al personaje para nutrirlo y hacer que su mitomanía vaya creciendo con su demacración».
Más Peckinpah que Hitchcock
Más allá del relato superficial de una mujer abriéndose paso en un mundo dominado por lo masculino y una perspectiva muy interesante sobre la economía circular y los nuevos «hippies», la película se crece cuando aborda en gloriosos efectos prácticos y no digitales el terror físico: «Para Brahim y para mí fue un reto, porque el maquillaje debía ir mostrando cómo se entrega al enjambre. Escenas como la de la entrada en el invernadero en ropa interior podrían asustar a cualquiera, pero fueron las que más ganas tenía de rodar». Desde que cae la primera gota de sangre hasta que la nube se vuelve incontrolable el filme se puede entender también como un «tableau vivant» sobre la ansiedad y cómo esta puede conducir a la violencia: «Si hubiera que compararla con mis referentes, diría que tiene más de Peckinpah que de Hitchcock, porque me gusta esa cocción lenta que acaba reventando en la pantalla. Da igual que podamos intuir qué ocurrirá desde el primer minuto, lo importante en su cine es el cómo. Me considero un abogado del rocanrol y eso es lo que quería dejar claro en la cinta», subraya con sorna antes de invadir, como sus carnívoros bichos, una taquilla en clara mejoría.