Un pintor de leyenda
Cuando el arte de los grandes maestros se combina con ciertos toques novelescos, el resultado siempre es una historia que atrae al gran público. España, además, no es últimamente un territorio prolífico en grandez hallazgos, apariciones sorpresivas de obras en paradero desconocido y ventas de vértigo. Y, ciertamente, este panorama un tanto anodino se ha visto súbitamente alterado por la aparición de un supuesto Caravaggio. Como ya es sabido, la pintura titulada «La coronación de espinas», atribuida al círculo de Ribera, iba a ser subastada por Ansorena por 1.500 euros, cuando, desde Cultura, se declaró «inexportable» para que no fuera vendida fuera de España. La razón de este movimiento fue la más que fundada sospecha de que esta pieza pertenecía a Caravaggio, y que, además, se trataba de una obra de su catálogo que se encontraba cuatro siglos en paradero desconocido.
No es éste el único trabajo que se encuentra fuera del radar de estudiosos e instituciones. Pero, como parecen indicar los primeros análisis, la obra podría constituir una de las pertenecientes al periodo napolitano. Como es sabido, Caravaggio tuvo una vida tumultuosa, plagada de peleas callejeras. En una mató accidentalmente a un hombre. Sus patrones no pudieron hacer nada por él esta vez, lo que le llevó a exiliarse a Nápoles y, luego, a Malta. Entra las piezas maestras realizadas durante su estadía en Nápoles destacan «Siete obras de Misericordia» y la «Madonna del Rosario». La aparición de esta obra en Madrid y su posible adscripción a su fase napolitana supondría añadir un elemento más de conocimiento al tortuoso itinerario vital que caracterizaron sus años de exilio.
En sí misma, la reacción ágil de Cultura para impedir la salido del posible Caravaggio fuera de España ya daría para un relato de suspense. Su dueño, si es que todavía quisiera venderlo, se habrá encontrado en días con una buena y una mala noticia: la buena es que, posiblemente, es propietario de un Caravaggio; la mala, que su «inexportabilidad» le hará imposible alcanzar un precio estratosférico como al que podía haber aspirado de haberse subastado en casas como Christie´s o Sotheby’s. En España, no hay muchos coleccionistas de arte que compren por encima de los seis millones de euros. Los «chivatos» jugaron en su contra, y a favor del patrimonio nacional.