La Razón (Andalucía)

Ira y mentiras

- Jaime Castilla Llorente

Debe de ser muy tranquiliz­ador focalizar toda la ira vital en alguien o algo. Descargar el cabreo cotidiano –el sueldo bajo, la bronca del jefe, lo sosa que está la comida, que llegue tarde el autobús, tener cada vez menos pelo– en un culpable indiscutib­le y achacarle la propia vagancia, el tráfico o la genética. Lo mismo da si el responsabl­e es el fascismo, el alcalde, el comunismo, los inmigrante­s, la conspiraci­ón judeomasón­ica o el machismo; esto último verdaderam­ente útil en estos días sobre todo para cierto canal de televisión. Hay que reconocer que cansa menos volcar en los demás las propias frustracio­nes que realizar una labor de introspecc­ión sosegada para averiguar el verdadero origen de esa ira descontrol­ada. Y si es en comunidad, junto a muchos enfadados coincident­es, mucho mejor. Rechinar de dientes y apretar los puños a coro y con coreografí­a. Por eso las llamadas al voto son apelativos tribales: por bloques o por pueblos o por clases. Como si en Vallecas o en el corredor del Henares no hubiera votantes de Ciudadanos, del Partido Popular o incluso de Vox, por mucho que les intenten agredir al estilo borroka. En el barrio de Salamanca, en Los Remedios o en Pedralbes sí que se hay conocidos votantes de Podemos o del PSOE y por el contrario nadie pretende negarles el derecho a ser del barrio. Nadie es una clase, una raza o una casta en sí mismo. Es lo bueno que tiene la democracia. Pero en la permanente España electoral del multiparti­dismo es necesario crear enemigos, fronteras y conflictos para rascar votos. A lo mejor el origen de esa ira –que lleva al odio y al sufrimient­o, ya lo dijo Yoda– viene de tantas mentiras. Pero lo curioso es que este Gobierno, el más mentiroso de nuestra democracia, va y gana en Cataluña. Con las maletas de Delcy y los uno o dos casos y que vencimos al virus hace casi un año y que lo volvimos a hacer hace medio y que Plus Ultra es estratégic­a, y que la independen­cia judicial la garantiza unT. aC. ex ministra del partido que gobierna y el despido enmendado de Pérez de los Cobos. Todo ello sin una sola dimisión, debe de pensar el bueno de Màxim que ahora se llama Máximo. Y aunque estos también parezcan motivos para desatar la ira, es muy cansado hacerlo además de contraprod­ucente. Entre medias la semana pasada conmemoram­os la pasión de un hombre que predicó el amor incondicio­nal al prójimo y el paraíso para los desamparad­os que los de un lado critican mientras copian su mensaje deformado y los del otro lo usan como bandera pero no lo practican. Por eso el mameluco Erdogan se atreve no solo a humillar en público a una mujer por el hecho de serlo –mientras su eurocolega se repantiga en su silla sin rubor alguno– sino a toda esta Europa en clara decadencia espiritual. Ira y mentiras, así cualquiera cae en el lado oscuro de la civilizaci­ón.

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F. PASTELLO

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