C. S .I Albacete
Como yo soy de las personas que lo deja todo para el último momento, tampoco llegué a tiempo de resintonizar los canales de la TDT antes del apagón de octubre. El caso es que cuando me quise dar cuenta, por más que lo intenté, ya no hubo manera en la televisión del dormitorio, de tal manera que solo puedo ver dos canales. Dos. Es decir, en mi casa hay un receptor que parece que ha vuelto a 1985. Oigan, pues ni tan mal la experiencia. En uno de ellos los fines de semana echan películas buenísimas, todas de hace unos años, pero muy selectas. Los sábados caen dos de cine español, hay clásicos y los domingos por la noche, un par de gente repartiendo mamporros a rotabrazo, con lo que llegas al lunes muy relajaíto. Y el otro me lo disfruto de lunes a viernes con todas las localizaciones posibles de la policía científica norteamericana. ¿Cuántas veces he podido ver a Horatio Craine, con toda su pomposidad, mirar a los malos por encima de sus livianas gafas de sol, mientras el cubano y la rubia se sonríen mientras analizan a un muertecito sangrante? ¿ En cuántas ocasiones he sufrido junto a Sara Silde el fracaso de su matrimonio con Gil Grisson, tratando de que mi corazón olvidara a Warrick Brown, ese hombre que demuestra que puede que haya una raza inferior pero que no es la negra? Es verdad que luego fantaseé con Nick Stokes, pero es que la viudedad es muy complicada. ¿Cuántas temporadas esperando a que Stella Bonasera se hiciera un microblanding en las cejas? ¿Danny es, en el fondo, un buen chico, o acabará engañando a Lindsay? Ah, mis queridos lectores, yo sé hacer todos y cada uno de los capítulos pero, ¿eso importa acaso? ¿Me enfrento cada noche con menos ilusión a ver los episodios repetidos o, por el contrario, borro mi disco duro y paladeo con la curiosidad de un niño cada secuencia? ¿Soy o no soy una mujer empoderada?