La Razón (Andalucía)

Punk contra los generales en Birmania

- José Aguado Ulises Fuente Esther S. Sieteigles­ias Javier Ors

EntreEntre pagodas doradas, delicados ritos budistas y la ancestral compasión del sureste asiático, se yerguen las crestas de colores flúor, pendientes y tachuelas. Cuando apenas quedan en el mundo occidental, en Birmania florece el punk y su arquetipo como cauce del descontent­o. Tras la detención de Aung San Suu Kyi el día que debía formarse el nuevo parlamento del país, se iniciaron las protestas de diversos colectivos que se oponen al pronunciam­iento militar, entre ellos, el levantamie­nto de la escena punk-rock local, tan activa y numerosa, que haría enorgullec­er a Joe Strummer. Aunque, bien pensado, quizá de saber de su existencia al icono de los Clash le daría por publicar un cuádruple álbum lleno de gongs y rezos en templos titulado «Karma hits back» y preferimos recordarle con sus trabajos de gloria. Sin embargo, después de casi 50 años de duro gobierno militar, la apertura al exterior durante la década pasada se tradujo en el surgimient­o de bandas de metal, punk y hasta death metal en el caldo de cultivo de un país que sigue entre los 20 más pobres del mundo, según Naciones Unidas.

De la credibilid­ad de esta escena dan buena prueba documental­es como «My Bhudda is a Punk» (Andreas Hartmann, 2015) o «Yangon Calling» (Carsten Piefke, Alexander Dluzak, 2013), que cuentan la insólita combinació­n de valores orientales y nihilismo occidental. Algo así como enfadarse mucho pero predicar la paz al mismo tiempo. Así, los punks del país han lanzado programas de unidad y solidarida­d como «Foods not Bombs», que sirvan de oposición a la junta militar con valores positivos, sin abandonar el pacifismo. Pero, por encima de todo, el punk birmano es una curiosa combinació­n de elementos que buscan normalidad en un país que no la conoce. Así, han adaptado como saludo el levantamie­nto de los tres dedos centrales de la mano, tomado de la película «Los juegos del hambre». Incluso los propios nombres de los grupos como Rebel Riot o sus letras tienen algo de ingenuo o redundante, pero sedujeron al legendario Henry Rollins cuando acudió al país hace algunos años e impartió unas lecciones de resilienci­a y aseguró que los punks de Estados Unidos y de Gran Bretaña se enfrentaro­n a «una broma» en comparació­n a los enemigos de los punks del sureste asiático: «Los que cuestionan el sistema en Birmania y en Rusia se están jugando realmente la vida. Lo que nosotros vivimos en nuestros entornos no está ni remotament­e cercano a la represión que vi allí, donde pueden matarte por simplement­e tener una opinión». Hey, ho, Birmania.

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Tres punks en Birmania
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