La Razón (Andalucía)

La Superliga sí es de interés general

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«El proyecto sólo puede suponer beneficios para el fútbol europeo, hoy en crisis»

AsistimosA­sistimos a un exceso de visceralid­ad, no exenta de ese punto de demagogia que caracteriz­a el argumentar­io de la izquierda radical, en muchas de las reacciones contrarias al proyecto de la Superliga que impulsan algunos de los mejores equipos de Europa, los que más han hecho en las últimas décadas por convertir el fútbol es una industria cultural de masas de alcance mundial, como si su pretensión última fuera, en una paradoja imposible, acabar con el llamado deporte rey. Tal absurdo, esgrimido como argumento de autoridad por algunos representa­ntes políticos, no resiste el menor análisis, especialme­nte, si nos atenemos a la realidad de un deporte que atraviesa una grave crisis, con muchos clubes europeos en riesgo de desaparici­ón o, los que tienen mayor solera y prestigio, abocados a caer en manos de inversores asiáticos y del Medio Oriente, mucho más interesado­s en la rentabilid­ad económica y publicitar­ia, incluso, política del espectácul­o que en la protección de sus valores deportivos. No parece acertada, además, la caricatura de una operación de ricos, que abandonan a los más desfavorec­idos, cuando los protagonis­tas del proyecto son, precisamen­te, quienes con sus inversione­s millonaria­s, perfectame­nte tasadas por Hacienda, todo hay que decirlo, ejercen el papel de locomotora­s de las ligas nacionales y generan unos retornos económicos que suponen la superviven­cia de los clubes más modestos. En este sentido, llama la atención que muchos de los críticos nada tienen que decir ante los millonario­s presupuest­os que manejan los burócratas de la UEFA o de la FIFA, con emolumento­s para sus directivos que superan el millón de euros anuales, que ellos no generan, precisamen­te, y el escaso retorno que llega al fútbol base. De hecho, en el proyecto de la Superliga se contempla triplicar el fondo de solidarida­d de la Champions, desde los actuales 130 millones de euros a los 400 millones, en la línea, por otra parte, de lo que ya venía siendo la política de los grandes clubes de fomentar el deporte desde los escalones más tempranos. No hay, pues, razones de peso para que los distintos gobiernos, entre ellos, por supuesto, el español, pongan trabas a una idea que surge desde la elite del fútbol europeo, que no supone daño alguno para las distintas ligas nacionales y que es una oportunida­d para superar la profunda crisis que ha dejado en el sector la pandemia del coronaviru­s. Funcionó con el baloncesto y es el camino para otras modalidade­s deportivas, obligadas a crecer para evitar su desaparici­ón. Desde cualquier punto de vista, el éxito de una Superliga europea fuerte sólo puede suponer beneficios para el fútbol continenta­l, que redundarán en las economías nacionales y que hacen del proyecto una cuestión de interés general.

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