NO HAY ALFOMBRA ROJA CON BIDEN
JoeJoe Biden prometió un giro copernicano en la estrategia migratoria de Estados Unidos tras las atrocidades –según los demócratas y el establishment del país–cometidas por Trump. Las presuntas vejaciones pasarían a mejor vida junto a la carrera política del anterior inquilino de la Casa Blanca. Tras celebrar los salmos de los nobles samaritanos de la progresía estadounidense, decenas de miles de personas de distintas regiones sudamericanas y centroamericanas vieron el cielo abierto y sus oraciones atendidas con los nuevos telepredicadores de la gran potencia y sus homilías de puertas abiertas y de bienvenidos hermanos a esta vuestra casa. Ese júbilo se convirtió en una peregrinación de gentes desesperadas y en una terrible marea de niños solitarios que ansiaban el abrigo al norte de Río Grande. Pero no hubo ni hay alfombra roja hacia la tierra prometida. Los muros parecen tan inexpugnables como antes y las patrullas fronterizas igualmente numerosas y hostiles. En realidad, la nueva presidencia en Washington podrá presumir en breve del récord de deportaciones tras cinco mil detenciones diarias en el límite con México, y de los cerca de 19.000 menores migrantes sin acompañantes que se abalanzaron sobre la raya en marzo. El escenario es caótico. Las normas y el agobiante día a día se sustancian entre expulsiones masivas y centenares de indocumentados libres por el país ante la incapacidad del gobierno federal para cumplir aquellas promesas huecas hacia familias como la de la imagen que hace noche en algún lugar de Texas sin saber que le espera cuando despierte el día.