La Razón (Andalucía)

LA UEFA «SOBORNÓ» A LOS CLUBES PARA DEJAR LA SUPERLIGA

Habló de relajar la medidas de Fair Play financiero y en Francia se informó de un nuevo contrato de 7.000 millones. La presión popular y de los gobiernos, definitiva­s

- José Aguado - Madrid

La Superliga no será, al menos por ahora, pero puede que haya puesto los cimientos de un cambio en el fútbol. Aunque no está claro todavía hacia dónde. Una Superliga como la que se ha planteado no puede ser; ahora la UEFA tiene que ver cómo se plantea el futuro, aunque las decisiones que ha tomado para convencer a los clubes ingleses dan a entender que no va a poder tomar ninguna sin contar con los multimillo­narios propietari­os de esos clubes.

La UEFA puede seguir igual, lo que es complicado, acercarse a ellos o liderar una transforma­ción más profunda. «La UEFA mantiene el control de las competicio­nes, un monopolio de facto, sin asumir ningún riesgo económico», reflexiona­ba Agnelli, de la Juve, una vez fuera del proyecto. «La UEFA sólo extrae los beneficios. Venden, deciden cómo redistribu­ir, nos regulan… o son reguladore­s o son promotores comerciale­s. Necesitan decidir lo que quieren ser».

Pero mientras, ha salvado un round que parecía definitivo. A los clubes ingleses les faltó decisión para aguantar hasta el final el envite, agobiados por la presión del Gobierno británico, por el ruido de los hinchas y, principalm­ente, por la UEFA, que buscó minar al grupo de los 12 y al final lo consiguió.

No le va a salir barato, claro. Aleksander Ceferin ya es consciente de que si sigue al mando del fútbol europeo es porque los dueños ricos de los clubes más ricos han jugado a dos barajas. Primero se aliaron con Florentino Pérez, el único de todos que dio la cara, y después se pasaron al bando de las institucio­nes actuales para congraciar­se con unas aficionado­s que mostraron su indignació­n en las calles.

Son los dueños que compraron clubes sin tener ningún arraigo en ellos, los que han reventado el mercado con contratos imposibles de igualar, pues no lo generan por sí mismos, por la competenci­a. Ellos son, ahora, los que defienden el fútbol como expresión popular y local.

Se puede silbar y pasar de largo ante esto o se puede pensar que no todo en su decisión es solidarida­d o buenos sentimient­o. «Saldremos más fuertes de todo esto. He leído de muchos sectores que queremos abolir el Fair

Play Financiero: no es cierto, en absoluto. Sin embargo, debemos adaptarlo a las nuevas necesidade­s y proteger a quienes están invirtiend­o en clubes, corrigiend­o algunas de las injusticia­s que el FPF puede haber traído en algunas circunstan­cias. Lo haremos. Saldremos más fuertes de todo esto», ha asegurado Ceferin acerca del Fair Play Financiero, que fue su gran arma para presentars­e a la presidenci­a de la UEFA como el hombre que iba a luchar por la equidad del fútbol, pero que ahora, en el momento de mayor incertidum­bre, relaja.

Tampoco es que sea una norma que se haya llevado a cabo con gran rigor. El PSG y el City han sido los dos únicos clubes que se han visto algo amenazados por sus cuentas. Todo quedó en muchas portadas y luego, en nada. Ahora, las palabras de L’Equipe sobre la informació­n del Fair Play financiero son claras: «Incluso si no desaparece, el juego limpio financiero de la UEFA se reestructu­rará en esencia y ciertament­e en forma. Para permitir un poco más de flexibilid­ad a los clubes». En esta guerra del fútbol, el PSG de Neymar, Mbappé y que pretende a Messi, se ha mantenido fiel a la UEFA hasta convertirs­e en su gran fuerza de choque, junto al Bayern contra los clubes rebeldes.

Después, el Manchester City fue el primero que rompió el pacto de los doce, el que abrió la grieta por la que después se han ido marchando todos. Desde la Superliga no quieren decir si habrá penalizaci­ones al romper el pacto, pero sí que puntualiza­n que hay contratos firmados. A ver qué sucede ahora.

El cambio del City fue el principio del fin. Los clubes ingleses, amenazados por su gobierno y atraídos por la UEFA, que además puede dar impulso a la Champions con un acuerdo de 7.000 millones, y también preocupado­s por la desafecció­n de los hinchas, se fueron sin mirar atrás y dejando la estocada definitiva.

Aunque la Superliga intentó aguantar el temporal, el naufragio era evidente. Se planteó empezar el proyecto, pero no desde cero sino con los seis clubes que quedaban. Lo que sucedía es que ya estaban en inferiorid­ad numérica y también ante la opinión pública. Piqué abrió fuego una vez que había empezado la desbandada, mientras en LaLiga española los equipos preparaban camisetas de protesta para los encuentros de esta jornada.

El Atlético, que fue el último en entrar, se marchó por la mañana, después, el Inter y el Milán. La Juve, que era el gran compañero de Florentino Pérez, había empezado el día con una declaració­n de hermandad de sangre por el proyecto de la Superliga: «Necesitamo­s una competenci­a que sea capaz de contrarres­tar lo que [los jóvenes] reproducen en plataforma­s digitales, transforma­ndo lo virtual en real. En el videojuego Fifa puedes crear tu propia competenci­a; que la competenci­a debe llevarse al mundo real. Pasamos por alto los efectos de la competenci­a de los distintos Fortnite, Call of Duty... auténti- cos catalizado­res de la atención de los jóvenes de hoy que están destinados a convertirs­e en los gastadores del mañana», aseguraba Agnelli.

Aguantó casi hasta el final, cuando todo ya era simbólico y luego, la Juve, se salió. Sólo el Real Madrid y el Barcelona no publicaron ninguna carta de despedida.

La Superliga había muerto.

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Ceferin, el presidente de la UEFA, convenció a los clubes desertores de la Superliga
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