LA UEFA «SOBORNÓ» A LOS CLUBES PARA DEJAR LA SUPERLIGA
Habló de relajar la medidas de Fair Play financiero y en Francia se informó de un nuevo contrato de 7.000 millones. La presión popular y de los gobiernos, definitivas
La Superliga no será, al menos por ahora, pero puede que haya puesto los cimientos de un cambio en el fútbol. Aunque no está claro todavía hacia dónde. Una Superliga como la que se ha planteado no puede ser; ahora la UEFA tiene que ver cómo se plantea el futuro, aunque las decisiones que ha tomado para convencer a los clubes ingleses dan a entender que no va a poder tomar ninguna sin contar con los multimillonarios propietarios de esos clubes.
La UEFA puede seguir igual, lo que es complicado, acercarse a ellos o liderar una transformación más profunda. «La UEFA mantiene el control de las competiciones, un monopolio de facto, sin asumir ningún riesgo económico», reflexionaba Agnelli, de la Juve, una vez fuera del proyecto. «La UEFA sólo extrae los beneficios. Venden, deciden cómo redistribuir, nos regulan… o son reguladores o son promotores comerciales. Necesitan decidir lo que quieren ser».
Pero mientras, ha salvado un round que parecía definitivo. A los clubes ingleses les faltó decisión para aguantar hasta el final el envite, agobiados por la presión del Gobierno británico, por el ruido de los hinchas y, principalmente, por la UEFA, que buscó minar al grupo de los 12 y al final lo consiguió.
No le va a salir barato, claro. Aleksander Ceferin ya es consciente de que si sigue al mando del fútbol europeo es porque los dueños ricos de los clubes más ricos han jugado a dos barajas. Primero se aliaron con Florentino Pérez, el único de todos que dio la cara, y después se pasaron al bando de las instituciones actuales para congraciarse con unas aficionados que mostraron su indignación en las calles.
Son los dueños que compraron clubes sin tener ningún arraigo en ellos, los que han reventado el mercado con contratos imposibles de igualar, pues no lo generan por sí mismos, por la competencia. Ellos son, ahora, los que defienden el fútbol como expresión popular y local.
Se puede silbar y pasar de largo ante esto o se puede pensar que no todo en su decisión es solidaridad o buenos sentimiento. «Saldremos más fuertes de todo esto. He leído de muchos sectores que queremos abolir el Fair
Play Financiero: no es cierto, en absoluto. Sin embargo, debemos adaptarlo a las nuevas necesidades y proteger a quienes están invirtiendo en clubes, corrigiendo algunas de las injusticias que el FPF puede haber traído en algunas circunstancias. Lo haremos. Saldremos más fuertes de todo esto», ha asegurado Ceferin acerca del Fair Play Financiero, que fue su gran arma para presentarse a la presidencia de la UEFA como el hombre que iba a luchar por la equidad del fútbol, pero que ahora, en el momento de mayor incertidumbre, relaja.
Tampoco es que sea una norma que se haya llevado a cabo con gran rigor. El PSG y el City han sido los dos únicos clubes que se han visto algo amenazados por sus cuentas. Todo quedó en muchas portadas y luego, en nada. Ahora, las palabras de L’Equipe sobre la información del Fair Play financiero son claras: «Incluso si no desaparece, el juego limpio financiero de la UEFA se reestructurará en esencia y ciertamente en forma. Para permitir un poco más de flexibilidad a los clubes». En esta guerra del fútbol, el PSG de Neymar, Mbappé y que pretende a Messi, se ha mantenido fiel a la UEFA hasta convertirse en su gran fuerza de choque, junto al Bayern contra los clubes rebeldes.
Después, el Manchester City fue el primero que rompió el pacto de los doce, el que abrió la grieta por la que después se han ido marchando todos. Desde la Superliga no quieren decir si habrá penalizaciones al romper el pacto, pero sí que puntualizan que hay contratos firmados. A ver qué sucede ahora.
El cambio del City fue el principio del fin. Los clubes ingleses, amenazados por su gobierno y atraídos por la UEFA, que además puede dar impulso a la Champions con un acuerdo de 7.000 millones, y también preocupados por la desafección de los hinchas, se fueron sin mirar atrás y dejando la estocada definitiva.
Aunque la Superliga intentó aguantar el temporal, el naufragio era evidente. Se planteó empezar el proyecto, pero no desde cero sino con los seis clubes que quedaban. Lo que sucedía es que ya estaban en inferioridad numérica y también ante la opinión pública. Piqué abrió fuego una vez que había empezado la desbandada, mientras en LaLiga española los equipos preparaban camisetas de protesta para los encuentros de esta jornada.
El Atlético, que fue el último en entrar, se marchó por la mañana, después, el Inter y el Milán. La Juve, que era el gran compañero de Florentino Pérez, había empezado el día con una declaración de hermandad de sangre por el proyecto de la Superliga: «Necesitamos una competencia que sea capaz de contrarrestar lo que [los jóvenes] reproducen en plataformas digitales, transformando lo virtual en real. En el videojuego Fifa puedes crear tu propia competencia; que la competencia debe llevarse al mundo real. Pasamos por alto los efectos de la competencia de los distintos Fortnite, Call of Duty... auténti- cos catalizadores de la atención de los jóvenes de hoy que están destinados a convertirse en los gastadores del mañana», aseguraba Agnelli.
Aguantó casi hasta el final, cuando todo ya era simbólico y luego, la Juve, se salió. Sólo el Real Madrid y el Barcelona no publicaron ninguna carta de despedida.
La Superliga había muerto.