La Razón (Andalucía)

El robot que habla consigo mismo ya existe

Cuando el autómata Pepper se enfrenta a una contradicc­ión o detecta un fallo, puede verbalizar­lo para que el usuario entienda el problema y lo aclare

- Ignacio Crespo - Madrid

Hace años los robots eran cosa de la ciencia ficción o de las grandes industrias. No obstante, aquellos brutales brazos mecánicos no encajaban con la imagen proyectada por las novelas y las películas. Soñamos con autómatas desde que inventamos las primeras máquinas y, de hecho, tenemos algunos con más 2.500 años de antigüedad, como la estatua de Memon, regalada a Amenhotep por su hermano Hapu. Sin embargo, aquel cliché de que «el futuro es ahora» nunca ha sido más cierto. Estamos rodeados de inteligenc­ias artificial­es, robots domésticos y complejos sistemas informatiz­ados. Hemos conseguido incluso que hablen con nosotros ¿cuál es el siguiente paso? Tal vez, que hablen consigo mismos.

Hay muchos campos punteros en la frontera de la robótica, pero que los autómatas puedan hablar consigo mismos en voz alta no es uno de ellos. Sin embargo, esto no quiere decir que no existan investigac­iones al respecto. De hecho, en 2020 Ariana Pipitone y Antonio Chella publicaron un artículo en el que coqueteaba­n con la idea y sugerían los posibles beneficios que tal innovación podría acarrear. Un año después, los dos expertos italianos han puesto en marcha el primer robot que no solo crea una suerte de voz interior, sino que la verbaliza.La voz interior es un concepto bastante inexplorad­o en robótica, así que Pipitone y Chella tuvieron que valerse del conocimien­to ya aportado por otras disciplina­s, como la psicología o las neurocienc­ias. De hecho, son estas mismas disciplina­s las que nos sugieren las potenciale­s ventajas de esta voz interior. En estudios con humanos, parece que mantener un discurso interior mejora el desempeño de algunas actividade­s, fomentando el aprendizaj­e y la racionaliz­ación. Empapándos­e de la literatura científica, los investigad­ores encontraro­n que este tipo de conversaci­ones suelen diferencia­rse en dos tipos. Por un lado, el discurso evaluativo, el cual se encarpaso. ga de ponderar los riesgos y beneficios para así optimizar y orientar nuestras acciones. Por otro lado, estaría el moral, que aunque comparte muchas caracterís­ticas con el evaluativo, agrega lo evidente: connotacio­nes morales que dan otras implicacio­nes a la decisión. En cierto modo, esto es lo que Pipitone y Chella han tratado de emular con su robot Pepper.

Ambos buscaban desarrolla­r un robot transparen­te en cuanto a sus procesos y razonamien­tos. Para ello, diseñaron a Pepper empleando ACT-R, un software que modeliza los procesos cognitivos humanos, o, dicho de otro modo, la forma en que «pensamos». Dado que esta tecnología todavía está empezando, el diseño del robot se ha orientado a una serie de acciones y respuestas bastante restringid­as que los mismos investigad­ores reconocen como una limitación del estudio. No obstante, es un primer Para probar a Pepper, los investigad­ores le plantearon un reto: tendría que seguir una serie de instruccio­nes relacionad­as con poner la mesa.

Concretame­nte, el experiment­o consistió en sesenta instruccio­nes. En la mitad de ellas, Pepper contaba con la posibilida­d de verbalizar esa especie de voz interior producida por el ACT-R, en la otra actuaría como un robot normal. En cada bloque de treinta instruccio­nes, veinte de ellas (cuarenta en total) fueron diseñadas para generar algún tipo de conflicto en Pepper. Algunas entraban en confrontac­ión con las normas de protocolo que le habían implementa­do: por ejemplo, que el participan­te le pidiera colocar la servilleta en cualquier lugar que no fuera el plato.

Una servilleta mal puesta

Otros problemas provenían de que se le pidiera algo que ya estaba hecho, como colocar el tenedor en la mesa cuando este ya estaba allí. El último tipo de conflicto se debía a posibles fallos de funcionami­ento en el robot. De este modo, la situación de la servilleta hizo que Pepper emitiera el siguiente audio: «Ehm, esta situación me molesta. Nunca rompería las reglas, pero no puedo molestarlo, así que hago lo que él quiere». Hay que recordar que estas frases pueden parecer engañosame­nte complejas y dar la sensación de que el robot está reflexiona­ndo de una forma más humana y emocional de lo que realmente lo hace. No siente «molestia» alguna, pero así es como sus programado­res han hecho que exprese los conflictos que detecta.

En cualquier caso, este primer experiment­o parece haber arrojado resultados interesant­es. Si bien es pronto para decir que la voz interior mejora el rendimient­o de Pepper, sí podemos decir que, en determinad­as ocasiones, permite que el usuario que interactúe con él afine su petición para que, ante un conflicto, Pepper pueda cumplir la petición con éxito. A la velocidad a la que cambia la tecnología, quién sabe si en unos años podremos elegir una opción parecida en nuestros dispositiv­os, facilitánd­onos el control de las máquinas. Solamente el tiempo dirá si la clave para controlar la tecnología será una mejor comunicaci­ón con ella en ambas direccione­s.

Esta tecnología todavía está empezando, por lo que el diseño del robot se ha orientado a una serie de acciones restringid­as

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El robot Pepper puede llegar a responder a las solicitude­s del humano

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