Un negocio milmillonario
Ceferin e Infantino no quieren perder sus ganancias en la UEFA y en la FIFA
¿Es una guerra por el fútbol o lo que hemos estado viviendo ha sido una guerra por quién maneja el fútbol? Hasta ahora, los grandes clubes, reunidos en la ECA eran una oposición a la FIFA y la UEFA, que imponían su autoridad en las grandes decisiones del fútbol. Pero los clubes fueron aumentando sus peticiones, pidiendo más ingresos y un control más exhaustivo de ellos hasta dar el paso definitivo de romper la baraja con una decisión que podía haber sido traumática.
Es la primera vez que la UEFA y la FIFA ven que su mando en el fútbol europeo se tambalea. Sus decisiones han regido la competición más importante, además de la Eurocopa de naciones. Decide cuándo, cómo, bajo qué reglas y bajo qué sponsors se juega o cuánto dinero recaudado se reparte. Incluso se encarga del reparto de entradas de la final de la competición, algo que siempre crea problemas porque son los anunciantes de la UEFA los que se llevan parte de las mejores entradas frente a los aficionados de los equipos que han llegado a la final.
Y con el dinero recaudado también se pagan los sueldos de los trabajadores y del presidente, Aleksander Ceferin, que según una información del «New York Times» en 2017 cobraba 1,6 millones de euros por estar al frente de la organización. Lo mismo que Infantino en la FIFA. Aunque la UEFA tiene otras fuentes de ingresos son los 3.400 millones de la Champions League lo que le proporciona su sustento principal. Sin ella, la UEFA apenas tendría protagonismo en el día a día.
Ceferin llegó a la presidencia de la UEFA en un momento de máxima crisis tras el «caso Platini» y la elección de Qatar como sede para el Mundial, una mancha que persigue a ambas instituciones y que salpica su discurso. Incluso son capaces de elogiar el Mundial de Qatar en los mismos foros en los que hablan del fútbol como un fenómeno popular y democrático.
Tras lo de Platini, el plan de Ceferin ha sido mostrarse como un referente contra la corrupción. Además, hizo un amago de impedir las desigualdades con el Fair Play financiero, pero los casos del City y del PSG acabaron sin nada concreto. En esta guerra, Ceferin ha tenido claro su aliado principal: el dueño del PSG, Nasser AlKhelaïfi, que se ha mantenido en su bando: «Gracias Nasser, desde lo más profundo de mi corazón; has demostrado que eres un gran hombre y que respetas el fútbol y sus valores», apuntó cuando necesitaba algo a lo que agarrarse para que no se le escapase el dominio del negocio.
El conflicto ha terminado en una guerra de términos: el fútbol como negocio o el fútbol como fenómeno popular, que pertenece al pueblo. Ceferin apostó por la segunda postura y desde ahí se convirtió en el defensor de los aficionados para convencer a los más ricos de los doce para que abandonaran el barco de la Superliga. La jugada le salió bien.