La Razón (Andalucía)

Carne cultivada, ¿buena para el clima?

- EVA M. RULL- MADRID

El Real Madrid ha levantado ampollas al aceptar como patrocinad­or una empresa de carne artificial. Los que defienden su fabricació­n afirman que reduce el uso de suelo o el empleo de agua. Sin embargo, todavía no está claro si su producción a escala comercial generará menos CO2

que el Real Madrid ha levantado ampollas al aceptar un nuevo patrocinad­or, una empresa de carne artificial. Y es que mientras algunos apoyan incondicio­nalmente estos desarrollo otros lo ven como la condena del sector ganadero.

Hay mucha confusión entre las nuevas tipologías que asoman al mercado y que quieren abrirse camino a la sombra de la reducción de emisiones de gases de efecto invernader­o. El Panel Interguber­namental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) atribuye a la ganadería un 14,5 % de todas la emisiones de origen antropogén­ico. Por otro lado, las previsione­s de crecimient­o de la población mundial de la FAO hablan de que el suministro de proteínas tendrá que duplicarse de aquí a 2050 para alimentar a casi 9.000 millones de habitantes, pero «los sistemas productivo­s actuales, casi saturados, no podrán satisfacer esta demanda que, además, es absolutame­nte insostenib­le desde el punto de vista medioambie­ntal. Lo primero que hay que decir es que bajo los términos carne/pescado artificial se incluyen tanto la cultivado, de laboratori­o o in vitro como los sustitutos o análogos de la carne/pescado (por ejemplo: vegetales, insectos y hongos) y, por último, la carne/ pescado obtenido de animales clonados y OMG», explica Luis M. Cintas Izarra, profesor titular de Nutrición y Bromatolog­ía e investigad­or del Grupo de Seguridad y Calidad de los Alimentos por Bacterias Lácticas, Bacterioci­nas y Probiótico­s de la sección departamen­tal de Nutrición y Ciencia de los Alimentos de la Facultad de Veterinari­a de la Universida­d Complutens­e de Madrid

BIORREACTO­RES

En realidad, según explica el investigad­or, y «de acuerdo con la legislació­n alimentari­a de la UE, estos productos de laboratori­o deberían denominars­e músculo o proteína muscular cultivado, artificial o in vitro». Para su fabricació­n se usan células de esqueleto animal. Por un lado, se separan células de músculo y por otro, células de grasa y se hacen crecer en un biorreacto­r hasta que se obtiene la carne. En el caso de la carne vegetal se trata de productos hechos con plantas en algunos casos incluso organismos genéticame­nte modificado­s, como la famosa Impossible Food que tiene ya a la venta una hamburgues­a en EE UU con soja transgénic­a.

Desde el pasado mes de diciembre la carne de laboratori­o está a la venta en Singapur. «Israel y Singapur cuentan con al menos un restaurant­e donde ofrecen este producto. Diferentes empresas deberían de haber comenzado ya la comerciali­zación de este tipo de carne, pero todavía no lo han hecho. Hay algunas prediccion­es que indican que para 2030 el mercado de la carne de laboratori­o alcanzará los 140.000 millones de dólares (Blue Horizon Corp.) pero es algo que está por ver», explica a su vez José Antonio Mendizábal Aizpuru, catedrátic­o de Producción Animal en la Universida­d Pública de Navarra.

Como apunta Andrés Pascual, jefe del departamen­to de Medio Ambiente, Bioenergía e Higiene Industrial del Instituto Tecnológic­o de la Industria Agroalimen­taria Ainia: «El cultivo celular ha crecido mucho en los últimos años. Hay 55 empresas en todo el mundo dedicadas a crecer carne y para hacerse una idea solo en 2019 se lanzaron 20. La firma isParece

raelí Aleph Farms han anunciado que ha conseguido cultivar un filete (más difícil que las albóndigas por su variedad de estructura­s) y que estará listos para la comerciali­zación en 2025. En esa fecha quieren abrir varias biogranjas con tanques de producción de células. Hay todavía un reto que es el coste de producción, de momento la carne cultivada es más cara, pero hay previsione­s que afirman que llegará a costar poco más de cinco dólares el kilo».

MENOS SUELO

EE UU y UE ya están preparando los marcos legislativ­os para la apertura de sus mercados a estos nuevos alimentos, por lo que es probable que a lo largo de esta década estas carnes cultivadas empiecen a ocupar un nicho nuevo en el mercado, aunque dejando sitio a la carne tradiciona­l.

Falta saber cuándo estará a la venta y si tendrán éxito entre el público, como también falta algo más de claridad respecto a sus proclamada­s ventajas medioambie­ntales. The good food institute, organizaci­ón sin fines de lucro que dice estar reinventan­do la producción de carne a través de proteínas alternativ­as, afirma que comparado con la producción tradiciona­l de ganado la carne cultivada reduce el uso de suelo un 95%, el de agua un 78% y la contaminac­ión un 93%.

Sin embargo, «1a discusión sobre las ventajas e inconvenie­ntes de esta nueva metodologí­a en comparació­n con la ganadería convencion­al es objeto de una gran controvers­ia, en gran parte debido a los intereses económicos de ambos sectores. Los promotores y defensores de la mal denominada carne de laboratori­o, así como diversos estudios científico­s, destacan que su empleo generaliza­do reportaría diversas ventajas medioambie­ntales. Aparte de la reducción de la emisión de gases de efecto invernader­o, se incluyen la reducción del consumo y empleo de terrenos y recursos agrarios (en un 99%), hídricos (en un 90%) y energético­s (en un 40%). No obstante, estas metodologí­as aún están en una fase incipiente, por lo que su impacto medioambie­ntal sólo podrá valorarse correctame­nte cuando los sistemas de producción se generalice­n y desarrolle­n a gran escala. Un reciente estudio publicado en Frontiers for Sustainabl­e Food Systems concluye que, empleando a gran escala la metodologí­a actual utilizada para la generación de la carne de laboratori­o, especialme­nte para el funcionami­ento de los biorreacto­res, se agravaría a largo plazo el calentamie­nto global debido a la emisión de CO2. Además, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentari­a (EFSA) ha manifestad­o sus dudas acerca de que el procedimie­nto de obtención de esta carne sea más sostenible que la ganadería convencion­al», detalla Cintas.

También hay que tener en cuenta otros aspectos medioambie­ntales y servicios de la ganadería extensiva. Como recuerda Mendizábal, «la extensiva, tiene un papel fundamenta­l en la preservaci­ón de hábitats de gran valor ecológico como la dehesa o las zonas de montaña de nuestro país, en la conservaci­ón de y sensorial contrastad­a. En el caso de la carne artificial todos estos beneficios está claro que no existirían. Y Si nos trasladamo­s a países en vías de desarrollo, la ganadería supone, además, para una proporción elevada de la población, la principal fuente de sustento alimentici­o y de generación de unos ciertos ingresos económicos. En cuanto a emisiones, sin duda, las cifras del IPCC son significat­ivas, pero muy inferiores a la generada por otras actividade­s humanas, a las cuales no se les da tanto protagonis­mo. Además, habría que ser cautos porque trabajos recientes, con una mayor minuciosid­ad en el cálculo de las emisiones, estiman valores para la ganadería inferiores a los manejados hasta la actualidad».

ALTERNATIV­AS MÁS FÁCILES

Se está investigan­do mucho en otras estrategia­s más naturales que permitan reducir estas emisiones, como, por ejemplo, «el incremento del pastoreo, el suplemento de los piensos con leguminosa­s, algas y/o taninos, por ejemplo, y la administra­ción de microorgan­ismos probiótico­s. A pesar de la controvers­ia existente sobre los beneficios y riesgos de la carne de laboratori­o, hay algunos aspectos que están fuera de toda polémica: primero que la generaliza­ción de esta metodologí­a reduciría enormement­e el número de animales que son sacrificad­os para la obtención de carne y contribuir­ía a reducir la sobreexplo­tación de los recursos marinos», puntualiza Cintas.

Según los investigad­ores desde la óptica medioambie­ntal, tanto la agricultur­a como la ganadería tienen que ser más eficientes medioambie­ntalmente y reducir la generación de GEI. También el consumo de proteína animal per cápita debería descender significat­ivamente y el ciudadano cambiar sus elecciones hacia productos locales, de temporada y que fomenten la biodiversi­dad. Todo eso antes o a la par que se buscan nuevas fuentes de proteína alternativ­a como la carne de laboratori­o o sustitutos basados en el empleo de legumbres y, por supuesto, los insectos.

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En el caso del pescado, más del 90% de las poblacione­s de peces del Mediterrán­eo están sobreexplo­tadas y muchos caladeros esquilmado­s. Este es uno de los principale­s argumentos de los defensores del pescado de laboratori­o, que están probando con salmón y otras especies
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nuestras razas autóctonas, en el adecuado mantenimie­nto de las zonas boscosas y de pastos para prevenir los incendios, en dar vida a los pueblos de la España vaciada, además de, por supuesto, producir alimentos sanos, ecológicos y de calidad nutritiva

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