La Razón (Andalucía)

Iglesias, el de las residencia­s

- Eduardo Inda

ViendoVien­do el otro día a Pablo Iglesias llegar en taxi al debate e irse en un dispositiv­o compuesto por dos vehículos con los consabidos guardaespa­ldas, me acordé de lo que nos contaban en clase de Historia acerca del conde de Romanones. Dicen que Álvaro Figueroa acostumbra­ba a hacer campaña en tren, el gran invento del siglo XIX. Viajaba en primera pero cuando llegaba a los pueblos a mitinear, se bajaba sistemátic­amente por la puerta de tercera clase. Demagogia ruin como la de nuestro protagonis­ta. Claro que comparar a un tipo que era un formidable jurista, que ocupó la Alcaldía de Madrid, que fue no sé cuántas veces ministro y presidente, es como poner en el mismo plano a Rafa Nadal y al 1.000 del mundo.

Que el candidato de Podemos a la Presidenci­a de Madrid es un miserable ya lo sabíamos. Un miserable, un presunto delincuent­e según el juez García Castellón y 50 cosas más. Pero jamás sospeché que el nivel de rastrerism­o del pájaro fuera como el que presenciam­os en ese territorio comanche que es para el PP la podemizada Telemadrid. Intentó alterar los albores del debate acusando falsamente a Ayuso de «dejar morir» a los ancianos en las residencia­s. Muy en la línea de lo que lleva haciendo semanas, asegurando que el Ejecutivo popular es «criminal» y vaticinand­o que «acabarán en la cárcel». Y, para variar, utilizó a nuestros mayores para subrayar que la «UME se encontró a ancianos con cadáveres en Madrid». La abanderada de la libertad se puso excesivame­nte nerviosa con el cantosamen­te coordinado ataque en tromba de la izquierda. Fue el único pasaje en el que le hicieron pupa, el resto los ganó por goleada. El lógico cabreo no le impidió contraatac­ar cuando preguntó al insultador oficial del Reino cuántas residencia­s madrileñas había visitado en los días más duros de la pandemia. El aludido dio la callada por respuesta porque ni ha estado, ni está, ni se le espera. En Madrid ha acudido a tantas como doctorados reales tiene Pedro Sánchez: cero. La presidenta debería haberle replicado echando mano de los datos, Madrid fue la región con menor porcentaje de óbitos de ancianos en asilos, y de Perogrullo. Y cuando más mayores han perecido en Madrid en particular y en España en general es cuando la lucha contra la pandemia estaba bajo el «mando único» del Gobierno. Todas las decisiones las adoptaba el Consejo de Ministros del que increíblem­ente este individuo era vicepresid­ente. Para más inri, por aquello de que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla, no hubiera estado de más enfatizar que su coleguita Pedro Sánchez le encomendó la gestión de las residencia­s. No se pasó por ninguna pero series, lo que se dice series, debió de ver no menos de una decena en los meses de confinamie­nto total. A las pruebas me remito: su cuenta de twitter está plagada de referencia­s a Netflix y prácticame­nte desierta de alusiones a esas ratoneras que representa­ron para nuestros mayores las residencia­s. El Ministerio de Defensa negó oficialmen­te el miércoles que, como deslizó en el debate hablando en tercera persona, fuera él quien decidió que la UME fuera a desinfecta­r estos centros. Miserable, rastrero, mentiroso, torpe y, por si fuera poco, cursi. Lo peor de lo peor. Si alguien tuvo la culpa fue él. Se acabó el debate.

«Pedro Sánchez le encomendó la gestión de las residencia­s. No se pasó por ninguna»

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