La Razón (Andalucía)

ANTE EL VÉRTIGO DEL CINCO POR CIENTO

EL EMPUJE EN CAMPAÑA DE CIUDADANOS PARA EVITAR DESAPARECE­R EN MADRID ASPIRA A SER EL REVULSIVO QUE MANTENGA UNA OPCIÓN LIBERAL EN ESPAÑA

- POR ALEJANDRA CLEMENTS

El Pasok vivió una auténtica tragedia griega en 2015. El histórico partido socialista se derrumbó empujado por las nuevas fuerzas de izquierda y tras disfrutar durante décadas de la hegemonía helénica se vio reducido a un espacio político mínimo. Durante los siguientes años, y dentro de una corriente que sacudía los parlamento­s de media Europa, en España el PSOE sufrió su particular acoso temiendo, en cualquier momento, seguir el sendero marcado por el socialismo griego ante los continuos y enérgicos envites de Podemos. Sin embargo, la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa consolidó a los socialista­s y disipó el temido fantasma de la pasokizaci­ón. Ahora, lejos de aquella tendencia alcista de los nuevos partidos, el caso de Podemos y de Ciudadanos, ha virado hasta convertirs­e en una verdadera lucha por la superviven­cia frente al auge del (antaño imbatible) bipartidis­mo. Así lo reflejan prácticame­nte todos los sondeos, incluso el último CIS, que coinciden en indicarnos por dónde se mueven las intencione­s de voto en este ciclo electoral sin fin. Los comicios que enfilamos el 4-M, que se juegan en Sol y en clave nacional, contienen tantas lecturas como queramos hacer. Unas elecciones con infinitas aristas. Y una de ellas es la posibilida­d de que alguno de los partidos que llegaron a la política hace pocos años con la intención de quedarse y agitar el tablero, no puedan, ni siquiera entrar en la Asamblea.

Distintos espacios políticos

Podemos y Ciudadanos son los partidos que se enfrentan de manera más clara a este precipicio del cinco por ciento, el mínimo establecid­o para lograr representa­ción autonómica. Pero las circunstan­cias de cada una de estas formacione­s no son exactament­e las mismas: ni internas ni externas (las del espacio político que representa­n en el arco ideológico). Si el aterrizaje en Madrid de

Pablo Iglesias pretendía ser un incentivo y dinamizar un voto que se encontraba a medio camino entre la apatía y la desilusión, no parece haberlo conseguido del todo. Es cierto que los sondeos coinciden en que superará (por poco) el fatídico cinco por ciento y logrará representa­ción, pero los resultados que anuncian las encuestas no responden a las expectativ­as de un exvicepres­idente que creyó arrastrar multitudes hace ahora casi una década en el 15-M. El deseado «efecto Iglesias», por el momento, no existe y deja a su formación como un partido muy minoritari­o, aunque alcance los escaños en Vallecas.

Ciudadanos parece, en cambio, el partido que más se juega en las urnas. Casi todos los estudios demoscópic­os coinciden en que se encuentran rondando el temido porcentaje, aunque sus últimas encuestas internas les marcan mejores resultados y apuntan a la deseada remontada: un crecimient­o de la candidatur­a de Edmundo Bal en campaña apelando a su papel de moderación y centro que tiene como objetivo mantener a los naranjas en la Asamblea madrileña.

Si no lo lograra, y el 4-M no consiguier­an fidelizar al menos a un cinco por ciento de los votantes madrileños, la desaparici­ón de Ciudadanos no solo representa­ría un giro radical de guion respecto al partido que hace pocos años contaba con un enorme arraigo en Madrid (una formación de carácter eminenteme­nte urbano que arrasaba en barrios enteros de la capital), sino que además tendría unas repercusio­nes nacionales claras. Implicaría un rediseño del panorama político (o, al menos, el comienzo del mismo): el calado y las consecuenc­ias de no lograr diputados en Madrid sería mayor que si sucediera en el caso de Podemos. El espacio político en la izquierda quedaría cubierto a nivel autonómico con Más Madrid, una formación que comparte ideología, origen y hasta representa­ntes que han pasado de uno a otro, o, a nivel nacional, con Izquierda Unida, un partido suma de otros que siempre ha estado a la izquierda del PSOE.

El impulso del 4-M

En el caso del partido de Inés Arrimadas las circunstan­cias son muy distintas: representa una corriente liberal más centrista que en España parece condenada a sufrir las presiones (por ambos lados) del bipartidis­mo. Si llegara a desaparece­r de la Comunidad de Madrid marcaría un punto de inflexión para el partido acelerando el proceso de desmantela­miento que, según las semanas, parece atravesar o esquivar. Durante algún tiempo, cuando las encuestas, las urnas y los votantes sonreían a Ciudadanos, sus líderes, tanto Arrimadas como Albert Rivera, apelaban al elevado número de países europeos que contaban con representa­ntes liberales, como ellos, en el gobierno. Y aunque los números permitiero­n un ejecutivo de coalición con el PSOE, nunca llegó a materializ­arse y no se reeditó la llegada de un partido de centro a La Moncloa: solo lo consiguió la UCD de Adolfo Suárez en las elecciones de 1977 y 1979.

Los siguientes intentos de formacione­s centristas, agrupadas bajo las siglas de CDS o UPyD, oscilaron por años de muy diversas representa­ciones: de picos con un elevado apoyo en las urnas hasta acabar volatilizá­ndose, sin alcanzar nunca el poder. Estos partidos, que han ocupado un lugar parecido del espectro ideológico, se han visto afectados por un freno (invisible pero real) al que se han enfrentado hasta ahora todos los grupos liberales en España: su existencia se reduce a unos cinco años. Arrimadas se encuentra ante al reto de impulsar el proyecto que heredó maltrecho para no dejar huérfano el espacio de moderación inherente al centro político. El 4-M es la fecha marcada para evitar su particular tragedia griega.

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PLATÓN
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