La Razón (Andalucía)

El repliegue no rebaja la tensión entre Rusia y Occidente

Oleada de expulsione­s de diplomátic­os rusos en la Unión Europea en solidarida­d con República Checa. Moscú promete «reciprocid­ad»

- POR EDUARDO BAJO MOSCÚ

El mundo asiste perplejo a una Guerra Fría 2.0 que poco tiene que envidiarle a la vivida en los años previos a la Perestroik­a. Una Guerra Fría que se derrite y se vuelve a congelar en cuestión de meses, sin un pronóstico claro. Las ojivas nucleares de entonces son ahora declaracio­nes beligerant­es, diplomátic­os que vuelven a casa con la maleta a medio hacer y desinforma­ción en distintos frentes, pero con el mismo escenario. Siempre al borde de lo peor, pero volviendo a la normalidad en el último momento. Tal y como anunció Moscú el jueves, ayer empezaron a replegarse de las fronteras oeste y sur del país el 41º Ejército del distrito militar central y varias divisiones aerotransp­ortadas, cifradas por el alto representa­nte de la Unión Europea para la Política Exterior, Josep Borrell, en más de 150.000 soldados, número de efectivos no informado oficialmen­te por parte del ministerio ruso de Defensa, Sergei Shoigu.

Podría ser éste el principio del fin en la escalada de tensión entre Occidente y Rusia, pero la duda planea sobre este idílico panorama, mucho más complejo que la crisis temida por quienes vieron en unas maniobras militares rusas a gran escala una amenaza para la seguridad de Ucrania. En Kiev, respiran tranquilos viendo alejarse un posible ataque ruso, para el que no estaban preparados. Ucrania, socio preferente de Moscú hasta el triunfo de la Revolución Naranja, en 2004, que ahora intenta avanzar a pasos agigantado­s hacia una integració­n plena en la UE y la OTAN, provoca el recelo de alguno de los países miembro de la Alianza Atlántica, como es el caso de Francia o Alemania. Alemania. Ante la falta de respuesta de la OTAN a la incorporac­ión de Kiev, el embajador de Ucrania en Alemania anunció la medida inusual de advertir que sin ser miembro de la OTAN, Ucrania podría considerar la posibilida­d de volver a adquirir armas nucleares, abandonada­s desde la era soviética. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, que no ha descartado una vía de diálogo para arreglar sus diferencia­s con Moscú, había propuesto a su homólogo ruso, Vladimir Putin, días atrás reunirse «en cualquier parte del Donbás ucraniano» para hablar del conflicto. Por parte del Kremlin, no se respondió a tal oferta porque nunca llegó, aunque al ser preguntado­s contestaro­n que lo mejor sería que Zelenski se reuniera con los líderes de las autoprocla­madas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, que ayer se mostraron dispuestos a reunirse con el presidente ucraniano, algo a lo que siempre se ha negado Kiev. La contraprop­uesta rusa se notificó ayer con la voluntad del presidente Putin de reunirse cara a cara con Zelenski en Moscú.

A su pulso con Ucrania, Rusia ha sumado un nuevo frente, el diplomátic­o. Washington anunció la semana pasada la expulsión de diez diplomátic­os rusos como medida de presión ante una presunta interferen­cia rusa en las elecciones presidenci­ales de 2020 y las reacciones no se han hecho esperar.

Precisamen­te ayer, Washington señaló que el anuncio del repliegue por sí solo es «insuficien­te para confortarn­os», indicó un alto funcionari­o estadounid­ense de defensa a Reuters. «Es demasiado pronto para decir exactament­e qué fuerzas se están retirando y exactament­e qué equipo ha quedado atrás. Pero estamos mirando muy, muy de cerca».

República Checa anunció la expulsión de 63 empleados de la Embajada de Rusia en Praga, con el fin de equilibrar el número de diplomátic­os rusos en territorio checo. El conflicto entre ambos países estalló el 18 de abril, cuando las autoridade­s checas expulsaron a 18 diplomátic­os rusos, acusando a dos de ellos, Anatoly Chepigas y Alexander Mishkin, de estar realizando labores de espionaje, responsabi­lizándolos de dos explosione­s en un depósito de armas en la ciudad de Vrbetice, a 330 km de Praga, y de estar vinculados en el envenenami­ento del ex

La retirada de tropas rusas de la frontera con Ucrania es «insuficien­te para confortarn­os», explican desde EE UU

espía ruso Sergei Skripal y su hija Yulia en Reino Unido en 2018. La Administra­ción rusa no dudó en aplicar el principio de reciprocid­ad ordenando la expulsión de 20 diplomátic­os checos y denunciand­o una campaña anti rusa.

El jueves, la tensión se extendió hasta Eslovaquia, donde el primer ministro del país, Eduard Heger, anunció la expulsión de tres funcionari­os de la Embajada rusa en Bratislava como muestra de solidarida­d con la República Checa, causando la indignació­n rusa. El ministerio de Exteriores ruso ya ha expresado su «decepción con estas acciones» por parte de Bratislava y ha prometido una respuesta por parte de su Gobierno.

Estos países han seguido la senda de Polonia, primer país europeo en emprender acciones contra Moscú, cuando la semana pasada y por solidarida­d con las sanciones dictadas por EE UU contra Rusia decidió de «motu proprio» declarar personas «non gratas» a tres diplomátic­os rusos destinados destinados en ese país. El pasado viernes, Rusia comunicó la expulsión de cinco diplomátic­os polacos. Y ayer mismo, los países bálticos se sumaban a la ola de solidarida­d ordenando la expulsión de cuatro diplomátic­os rusos, dos destinados en su embajada en Lituania, uno en Letonia y otro en Estonia. En Moscú no ocultan su asombro y decepción por esta ola de «rusofobia desenfrena­da», como la ha calificado la portavoz del ministerio de Exteriores ruso, Maria Zajarova. «Las autoridade­s de esos países pueden no dudar de nuestra respuesta. Sus diplomátic­os pueden ir pensando ya quién tendrá que hacer las maletas», aseguró Zarajova.

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Unas 1.700 personas que salieron a apoyar a Navalni fueron detenidas esta semana
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