Washington DC, ¿el Estado 51?
La Cámara de Representantes aprueba una reivindicación histórica de los vecinos del Distrito de Columbia: lograr la representación legislativa
La disputa de la «estadidad» tiene largo recorrido: se remonta a los orígenes de la fundación oficial, en 1791, de la capital estadounidense. El Distrito de Columbia, denominado Washington DC en honor al primer presidente de EE UU, George Washington, se creó a orillas del río Potomac sobre terrenos cedidos por los vecinos Estados de Maryland y Virginia. Que DC se convierta en el 51 Estado es una creciente reivindicación política que, para muchos residentes, se traduce en el sueño americano de casi un millón de washingtonianos que residen y trabajan en la capital.
Y es que estos tienen la obligación de pagar impuestos, como el resto de los ciudadanos, incluso más que en 22 de los 50, pero carecen de derecho a votar en las elecciones generales. Un deseo que esperan convertir en realidad y cuya petición se ha impulsado de nuevo, a través de la congresista demócrata Eleanor Holmes Norton, en la máxima institución legislativa del país.
La Cámara de Representantes aprobó el jueves por la noche –por 216 votos a favor y 208 en contra– un proyecto de ley presentado por los demócratas para hacer de Washington DC el Estado número 51, aunque la igualada división del Senado hace difícil que pueda salir adelante. Se necesitan al menos 60 senadores que lo aprueben, y los demócratas cuentan con 50.
En junio de 2020, la Cámara de Representantes ya llevó a cabo una votación histórica, con 232 escaños a favor y 180 en contra de convertir a Washington DC en el Estado número 51 del país. La impulsora de la propuesta de ley y congresista demócrata por DC, con escaño, pero sin derecho a voto, Holmes Norton, aseguró que EE UU es una democracia que, sin embargo, «niega esa misma democracia a los residentes de su propia capital». Diez meses después, la washingtoniana de nacimiento y convicción y también descendiente de esclavos de una plantación en Virginia, rescataba sus esfuerzos por impulsar de nuevo la «estadidad» con la esperanza, esta vez, de conseguir el apoyo necesario que le pueda otorgar su ratificación final en el Senado. «¡Éste ha sido un año histórico para la lucha de DC para convertirse en un Estado!», fueron las palabras con las que Holmes, la única representante del Distrito y redactora de la propuesta, arrancó su intervención en el Comité de Supervisión y Reforma de la Cámara de Representantes. El debate, que mantiene divididos a liberales y conservadores, salía fortalecido con la esperanza de los demócratas de que salga adelante el proyecto de ley «H.R. 51» para convertir a la capital en el Estado 51.
De salir adelante, la capital de EE UU quedaría reducida a 5 km compuestos por el paseo de los museos del «National Mall» y la zona de los emblemáticos monumentos, así como los principales edificios gubernamentales que incluyen la Casa Blanca, el Capitolio y la Corte Suprema. El resto del territorio donde viven los ciudadanos de DC se convertiría en el Estado 51 del país y se llamaría «Washington, Douglass Commonwealth»,
en honor a Frederick Douglass, líder del movimiento abolicionista del siglo XIX.
Washington es, tradicionalmente, población de mayoría afroamericana. Se calcula que la mitad de los ciudadanos que viven en la capital son de raza negra. «Este hecho es fundamental para que la nación asegure el derecho al sufragio de los afroamericanos que están siendo tratados como ciudadanos de segunda clase», aseguró durante la audiencia la alcaldesa de Washington, la demócrata y afroamericana Muriel Bowser.
El congresista de Kentucky, el republicano James Comer, acusó a los demócratas de encabezar la lucha para convertir al Distrito de Columbia en el Estado 51 como «parte de la agenda de la izquierda radical para cambiar» el país. Los republicanos consideran esta maniobra demócrata un acto inconstitucional para obtener mayor poder político. Con una amplía mayoría liberal, DC es considerada la ciudad más demócrata del país y su candidato a la Presidencia se llevaría, de aprobarse esta ley, su voto electoral en las presidenciales. La reclamación del «statehood» recobró fuerza en las Cámaras y apoyo en las calles de la capital, especialmente tras el asalto al Capitolio y el posterior cambio de rumbo en la Casa Blanca.