No es solo música
Alan Lomax es historia de la música. Uno de esos héroes silenciosos que cambiaron el devenir de la cultura popular. Suyas fueron muchas de las primeras grabaciones del folk y el blues, canciones que empaparían el talento de Bob Dylan,
Eric Clapton, Rolling Stones y tantos iconos. Y suyos son también los recuerdos. Este excelente libro no es estrictamente musical. Es la crónica de una época y sus gentes. Es, como el blues, una historia oral. Por aquí desfilan hombres extraordinarios, seres humanos a los que Lomax pone voz con relatos vívidos, hermosos y evocadores. Una narración deslumbrante. Es el sur estadounidense, años 30, 40 y 50. Y aquí encontramos ese lirismo frío de William Faulkner. O la desgraciada épica de John Steinbeck. Y hasta el delicioso encanto del Medio-Oeste que se disfruta en los relatos de Scott Fitzgerald. «Todo era nuestro: el dinero, la tierra, las fábricas, los coches relucientes, las casas hermosas y, sin embargo, esta gente confinada en sus chozas y sus barrios era la que realmente poseía América», sostiene uno de los mensajes más poderosos que lanza Lomax. Aparecen Memphis y la policía mientras la madre de Robert Johnson narra la triste agonía de su hijo. O un oficio religioso lleno de fanáticos que lloran su amor al Señor mientras fuera se escucha el sonido del martillo golpeando las vías del tren. Y surge un buen número de genios anónimos capaces de escribir centenares de canciones maravillosas que han perdurado gracias a Lomax. Cronistas de un tiempo angustioso y romántico para una
Es un fantástico retrato de la gente del sur americano y de cómo nacieron las canciones de blues
Que muchas personas no vayan a leerlo porque piensen que «solo» se trata de un libro de música
parte de América que despertaba cada día con el único objetivo de sobrevivir uno más. Hay infidelidades, vasallaje, palizas, asesinatos, amor, odio, rencor, esperanza… Lo cuentan los protagonistas y Lomax los pone por escrito. Seguramente adornados, pero con delicadeza y enorme respeto. La excelente traducción y las precisas notas del editor completan una experiencia formidable. No se necesita saber de blues para disfrutar este libro. Basta con empatizar con gente tan sencilla como extraordinaria.