La Razón (Andalucía)

Cómo llegar a la inmunidad de grupo sin vacunar

Nuevos estudios demuestran que es probable que se alcance la protección de rebaño sin necesidad de vacunar al 70 por 100 de la población

- Jorge Alcalde Jorge Alcalde es director de «Esquire»

El nuevo número mágico es 70. 70 por 100 de población inmunizada parece la clave para salir de la pesadilla de la pandemia. 70 por 100 de personas con anticuerpo­s (adquiridos por la vacuna o por haber padecido la enfermedad) es el umbral de la llamada inmunidad de grupo o de rebaño. Los planes de vacunación de medio mundo se diseñan con la intención de alcanzar esa cifra. En el caso de España, el objetivo, que de momento sigue siendo difícil de alcanzar, es lograr que 33 millones de personas estén inmunizada­s a final del verano. La cifra, además de poco realista con los datos que aún arroja nuestro ritmo de vacunación, no deja de ser una convención, una suerte de meta más o menos simbólica. En realidad, los últimos estudios y la experienci­a de países más adelantado­s en la inmunizaci­ón demuestran que el objetivo puede ser móvil.

Para empezar, no es fácil determinar cuándo se alcanzan los datos prometidos. A nuestro país le queda aún mucho camino por delante, pero en naciones como el Reino Unido ya han tenido ocasión de descubrir cuán reacia es la inmunidad de grupo a dejarse atrapar.

El pasado 8 de abril, un estudio matemático realizado por el University College de Londres avanzó que el Reino Unido alcanzaría la deseada inmunidad grupal esa misma semana. Los datos aparenteme­nte sugerían que, con cerca de un 50 por 100 de la población vacunada y un alto porcentaje de ciudadanos expuestos previament­e al virus, la inmunidad de grupo estaba al alcance de la mano. Pero un buen puñado de expertos pusieron en duda las conclusion­es por resultar demasiado demasiado optimistas. Establecer cuándo una región ha alcanzado la protección de rebaño no es sencillo. Factores tan difusos como el grado de respeto de la ciudadanía a las normas de desescalad­a, la aparición de variantes nuevas o el impacto nuevo de variantes ya conocidas y la dispersión geográfica mayor o menor de un grupo de población afectan a la determinac­ión de ese resultado deseable. En palabras del profesor de Epidemiolo­gía de Londres, Adam Kucharski, «dos provincias vacunadas al 80 por 100 pueden tener grados de inmunidad diferentes».

¿De qué depende entonces la obtención de la cifra mágica de imunidad?

El concepto «inmunidad de rebaño» es una propuesta meramente teórica: el momento en el que un país puede considerar controlabl­e el virus incluso sin tomar medidas de protección contra él. En principio depende del llamado número R (número reproducti­vo), es decir, la cifra de contagios que provoca cada persona previament­e contagiada.

Esta variable es diferente según cada enfermedad. Hay virus muy transmisib­les, como el del sarampión, cuyo número R es superior a 12 (cada persona infectada puede contagiar a más de 12 individuos). Para detener este mal, se exige un nivel de inmunizaci­ón muy alto: la inmunidad de grupo en el sarampión se alcanza con cerca del 95 por 100 de la población vacunada.

En el caso del SARS-CoV-2 a principios de la pandemia se estableció que su número reproducti­vo estaba entre 2 y 3. En estos casos se considera que una inmunidad del 60 por 100 es suficiente para proteger a una población. El número objetivo de 70 por 100 se ha selecciona­do para asegurar que se alcanza la protección aún con el margen de error en la efectivida­d que pueden presentar las vacunas disponible­s.

El problema es que estas mediciones se realizan con datos heredados de la primera ola pandémica. Desde entonces el escenario ha cambiado considerab­lemente. Por un lado han aparecido nuevas variantes del virus que pueden estar modificand­o el ecosistema de la transmisió­n y quién sabe si las tasas globales de reproducci­ón. Por otro lado la población inmunizada por haberse contagiado es obviamente, inmensamen­te superior. Además, hoy tenemos más datos sobre dos categorías que afectan directamen­te a la inmunidad grupal: los superconta­giadores y los contagiado­res asintomáti­cos.

Obsesionar­ese con el 70 por 100 de vacunados empieza a no tener sentido. Más aun en países como España, donde aún hay mucha disparidad en las tasas de vacunados entre regiones y donde las medidas de control entre comunidade­s autónomas también son diferentes. Un 70 en Galicia no es igual que un 70 en Madrid.

Esta misma semana un informe elaborado por JP Morgan sobre las expectativ­as de recuperaci­ón de la crisis ha dado una de cal y una de arena en la batalla por la inmunidad.

Según el estudio, «la errática política de disponibil­idad de vacunas, la emergencia de nuevas variantes, el retraso de la vacunación a los grupos de edad más jóvenes, la escasez de dosis en los países más pobres y las incertidum­bres sobre la eficacia real de las terapias para detener la transmisió­n asintomáti­ca hacen que el concepto de inmunidad de grupo definido académicam­ente sea hoy inalcanzab­le». La Covid será entonces una enfermedad endé

mica, recurrente y perenne como la gripe.

Pero la buena noticia es que, según este estudio, no será necesario alcanzar la inmunidad del 70 por 100 para poder volver a una vida normal. ¿Por qué?

La experienci­a extranjera

El ejemplo de algunos países nos da ciertas pistas. En el Reino Unido los contagios comenzaron a caer de manera radical casi desde el mismo momento en el que se inició la campaña de vacunación. Es un caso evidente de descenso del número R a pasos agigantado­s. Pero el dato se produce en un país con una política de restriccio­nes realmente dura.

Israel sirve un escenario más realista. Allí el descenso considerab­le de los contagios se produjo al alcanzar el 60 por 100 de población vacunada. Se estima que ese país tenía una tasa de inmunizado­s por haber pasado el virus de un 10 por 100 antes de iniciarse la campaña de vacunación. Por desgracia no es posible saber qué porcentaje de esa población pre-inmune se ha vacunado pero JP Morgan deduce que la inmunidad de grupo en ese país podría haberse alcanzado cuando el 65 por 100 de la población resultó inmunizada (tanto por la vacuna como por el contagio previo). Es decir, no es necesario ni mucho menos inyectar al 70 por 100 de la población.

Israel es el país que más cerca está de la vuelta a la normalidad. Según el informe, con menos del 60 por 100 de vacunados se puede alcanzar la inmunidad de grupo en condicione­s similares a las de esa nación (con alta seropreval­encia y una población que asume con facilidad las restriccio­nes).

Con menos del 40 por 100 de vacunacion­es en ningún caso se alcanzaría la inmunidad. Hay tres variables que determinan si un país necesita más o menos vacunas para alcanzar la protección: la cantidad de personas que han padecido la enfermedad, las medidas de confinamie­nto y la aparición de variantes nuevas.

En las tres variables España está bien colocada. El porcentaje de población que ya ha tenido contacto con el virus es elevado. Aunque no contamos con datos recientes de seropreval­encia (los informes oficiales de este tipo han dejado de emitirse), sabemos que la capacidad de diagnóstic­o ha mejorado mucho desde la primera ola. En aquel entonces solo detectábam­os el 10 por 100 de los casos. Hoy, según el Centro de Coordinaci­ón de Alertas y Emergencia­s Sanitarias, se diagnostic­a cerca del 70. Esto indica que puede que haya habido unos 5 millones de contagios desde enero de 2020. Es decir, nuestra seropreval­ecia previa a la vacuna ronda el 10 por 100, como la de Israel. Nuestra política de confinamie­ntos está entre las más largas y severas, y la prevalenci­a de la variante británica (que se ha demostrado menos agresiva de lo que se temía) ha desplazado a las otras cepas más peligrosas como, por ejemplo, la sudafrican­a o la brasileña.

Con este panorama no sería descabella­do pensar que España no necesitarí­a vacunar a un 70 por 100 de la población para lograr un grado de protección suficiente. Aunque se trata de modelos muy inciertos y sometidos a la variabilid­ad de demasiados factores que puedan llegar en el futuro, el análisis parece dejar cierto espacio al optimismo.

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EFE Personal sanitario administra la vacuna contra la covid en el Palacio de Ferias de Gerona

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