La Razón (Andalucía)

El Sálvame de Gabilondo

- Pedro Narváez

LaLa campaña empezó de verdad en el estudio de la cadena SER, remedo del plató de «Sálvame». Si repasan la secuencia verán a una Ángels Barceló aturdida porque el espectácul­o se disparatab­a. Tomó el papel de Carlota Corredera. Cuando se levantó Pablo Iglesias veía uno a Anabel Pantoja dejando su silla ante los ataques de Kiko Matamoros, y luego a Ángels de nuevo, como David Valdeperas, intentando que Anabel (Pablo Iglesias) se quedara. Mientras tanto, Gabilondo, en el pellejo de Chelo García Cortés, permanecía sentado calentando asiento. Maravillos­o.Y luego dicen que lo que está guionizado es el docudrama de Rocío Carrasco. Acabáramos. Hasta Jorge Javier Vázquez, que apela a las madres (de la patria), entró en campaña ayer con el candidato socialista, entre otras cosas, es de suponer que para que Madrid sea, como dijo de su programa, una ciudad de «rojos y maricones». En presencia de la directora general de la Guardia Civil. El Cuerpo.

El presentado­r ha tomado el relevo del antaño «club de lazeja» que ahora prefiere quedarse en casa a salvo de los virus de su propia ideología. La pirueta es sublime. La política como un asunto para charlar en la peluquería. Si no pueden entrar por la cabeza que lo hagan por el corazón. Más efectivo que el tuitter de Donald Trump. Todo es espectácul­o, a veces un poco triste, pero pensado para alcanzar las mayores cotas de «share». El tremendism­o no es ya la corriente literaria que estudiábam­os en el colegio con «La familia de Pascual Duarte» como cima, sino el afán cotidiano por que alguien nos oiga. En el centro del debate, dos Rocíos, Carrasco, la del llanto eterno, y Monasterio, la dama impasible que solo llora cuando le entra una pestaña en el ojo, y Pablo Iglesias, que para algunos es Antonio David, un maltratado­r de fachas que no lo son y para otros Fidel Albiac, el guardián del dolor ajeno. A todo esto, la imagen de Iglesias haciéndole la cobra a Irene Montero, lo que daría para una película en bucle. Es la única baza para que la izquierda gane y convertirs­e en supervivie­ntes.

«El espectácul­o es la última baza para que la izquierda gane y sea una supervivie­nte»

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