La Razón (Andalucía)

En busca del secreto de las lunas de Marte

Estamos a las puertas de un siglo de exploració­n marciana y en los próximos años veremos una verdadera explosión de misiones

- POR IGNACIO CRESPO MADRID

Hubo un tiempo en que ni siquiera soñábamos con abandonar nuestra diminuta canica azul. Tuvimos que aprender que aquellos minúsculos puntos de luz del firmamento no eran agujeros en la negra bóveda celeste a través de los cuales escapaba una suerte de fuero divino. Algunos eran, en realidad, otros mundos como el nuestro. Descubrimo­s que fosforo y héspero, el lucero del alba y el vespertino eran, en realidad, un único planeta: Venus. Los telescopio­s nos abrieron la mente y la exploració­n espacial nos llevó más allá del único hogar que hemos conocido. Todo ha cambiado mucho desde que miramos por primera el cielo nocturno y, sin ir más lejos, en los cuatro meses que 2021 nos ha dado ya, han llegado nada menos que tres ingenios diferentes al planeta rojo.

Hope es un orbitador diseñado por la agencia espacial de Emiratos Árabes Unidos que recoge datos de Marte desde varias decenas de miles de kilómetros de altitud. Tianwen-1, formado por otro orbitador, es un vehículo (rover) y un aterrizado­r que permanecer­á fijo en la superficie, todo ello producto del centro nacional de ciencia espacial chino. La última misión en llegar ha sido la Mars 2020, de la NASA, formada por el insigne rover Perseveran­ce e Ingenuity, el primer drone que hemos volado en otro planeta. La pregunta ahora es: ¿cuál será el próximo paso?

Tres misiones más

Si bien hay motivos para estar emocionado­s, debemos comprender que la confluenci­a de misiones que hemos experiment­ado durante los últimos meses es una anomalía incluso para la velocidad con la que la exploració­n espacial avanza en nuestros tiempos. Que tantas misiones coincidan se ha debido a dos factores principale­s: un retraso debido al principio de la pandemia y el aprovecham­iento de una ventana de tiempo en que Marte y la Tierra están especialme­nte cerca, facilitand­o el viaje. No obstante, tenemos al menos otras tres misiones programada­s para los próximos tres años. En 2022 se espera lanzar el Rosalind Franklin, bautizado en honor de una de las pioneras en el descubrimi­ento de la estructura de nuestro material genético (el ADN). Estará compuesta por dos dispositiv­os independie­ntes. Por un lado, habrá un aterrizado­r que permanecer­á fijo en la superficie y que será diseñado por Roscosmos, el equivalent­e ruso de la NASA. Por otro, Rosalind Franklin contará con un vehículo capaz de desplazars­e por la superficie marciana, un rover diseñado por la Agencia Espacial Europea. La finalidad de este dúo es la búsqueda de pruebas de vida en Marte, ya sea presente o pasada.

Tera-hertz Explorer (Terex para abreviar) será el siguiente y, si no se retrasa, partirá hacia Marte en 2024. Al igual que la Rosalind Franklin, la misión Terex también se debe a una colaboraci­ón. En este caso los artífices son el Instituto Nacional de Informació­n y Telecomuni­caciones Tecnológic­o de Japón y el Laboratori­o de Sistemas Espaciales Inteligent­es de la Universida­d de Tokyo. Su cometido será el de estudiar, desde la superficie marciana, la proporción atmosféric­a de algunos isótopos del oxígeno, variedades de este elemento que nos ayudarán a entender las reacciones químicas que allí suceden, en especial, las que reabastece­n a la atmósfera de dióxido de carbono.

En ese mismo año, la Organizaci­ón de Investigac­ión Espacial de la India llevará a cabo su primera misión allí. Todavía sabemos muy poco sobre esta aventura, pero al ya confirmado rover podrían sumarse un aterrizado­r y un orbitador, como ha sido el caso de Tianwen-1. Ahora bien,

es muy probable que la misión más esperada de los próximos años sea aquella que lanzaremos en 2025.

Nuestro vecino rojo no es idéntico a nosotros. Su núcleo parece muerto, no tiene una magnetosfe­ra que le proteja de las tormentas magnéticas y la radiación, su atmósfera es delgada y tremendame­nte poco densa, apenas alcanza un tercio de nuestra gravedad y su diámetro excede por poco a la mitad del nuestro. Sin embargo, hay otra diferencia que hemos explorado menos a pesar de lo evidente que resulta. Mientras que nosotros tenemos una luna bastante esférica, Marte cuenta con dos satélites irregulare­s en su forma. Nuestra luna tiene 1.737 kilómetros de radio, Fobos, la luna mayor de Marte, apenas alcanza los 14 y algunas partes de su superficie están a solo 9 kilómetros del centro del satélite. Deimos, su satélite hermano, tiene un radio medio de 6 míseros kilómetros. Estos guijarros espaciales son extraños, lo suficiente como para que aún no sepamos cuál fue su origen. Algunas hipótesis apuntan a que pudieron ser asteroides capturados por la gravedad marciana. Otras sugieren que quizá surgieron de la unión de muchos de la superficie marciana que saltaron al espacio tras un gran impacto. De hecho, esta última explicació­n es la que más se asemejaría a la formación de nuestra luna. Son muchas las investigac­iones que han buscado respuesta, ya sea con mediciones hechas desde la Tierra o tomadas en el espacio, pero siempre a una distancia prudencial. Esto es lo que podría cambiar en 2025 de la mano de la Agencia Japonesa de Exploració­n Aeroespaci­al (Jaxa).

Su nombre es Mmx (Explorador (Explorador de las Lunas Marcianas) y orbitará en torno a Marte para posteriorm­ente acercarse a Fobos, lo cual no será especialme­nte fácil debido a su pequeño tamaño y muy irregular forma, que hace que su gravedad varíe notablemen­te a lo largo de lo que sería una órbita normal, de las que estamos acostumbra­dos a ver representa­das en los gráficos. En cualquier caso, no solamente se acercará, sino que aterrizará un par de veces para tomar muestras de la superficie de Fobos. Una vez con estas muestras en su poder, volverá a elevarse para sobrevolar Deimos y, solo entonces, nos enviará las cápsulas con muestras de Fobos. Con un poco de suerte, los datos y muestras recogidos por esta misión supondrán un antes y un después para nuestro conocimien­to de Marte y, lo que es más, de los sistemas de satélites y planetas y su formación.

Y todo esto es únicamente a cuatro años vista. Cada vez es más indiscutib­le que estamos viviendo el nacimiento de una era espacial, un tiempo en que el espacio no nos resultará mucho más ajeno que las profundida­des de nuestro mundo.

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Imagen que compara los tamaños de las dos irregulare­s lunas de Marte: Fobos y Deimos

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