Donde come el toreo
La gastronomía y los toros han sido una clásica pareja de baile. Especialmente porque comparten una misma actitud hedonista y de exaltación de los sentidos. Salpica nuestra geografía las antiguas ventas de parada obligada de las cuadrillas, o los restaurantes que jalonan los cosos taurinos para la celebración contigua al festejo. Muchas casas de comidas aprovechan el viaje del aficionado que vagabundea por las plazas, pero no es el caso de La Tienta. Este figón madrileño, de pura raíz venteña, nunca se ha tapado, pues ofrece descaradamente felicidad taurina en la mesa.
Todo nace de la memoria de uno de los bares más brillantes que han conocido los San Isidros, donde reinaban la oreja, la molleja y la hoy casi extinguida sangre en una memorable barra antigua. Hoy César Molero, estirpe de la casa que con el apoyo de su socio Ángel Martín, verdadero gurú del quién es quién capitalino, ha dado vida a la nueva Tienta. Y por encima de los tópicos que dicen que en los lugares gastronómicos asociados a lo taurino “da igual cómo se coma”, aquí hay mucho rigor y una obsesiva búsqueda del producto. Por eso, el toreo de capote, lo despliegan buenas chacinas y quesos, una ensaladilla rusa llena de equilibrio, calamar, boquerón, latas y escabeches de nivel, anchoa limpia, y la media verónica de Chenel con un hondo tomate de los mejores de estos pagos. Algún pullazo de temporada que ahorma como la alcachofa al carbón, el torrezno soriano o el inevitable huevo roto, dan paso al toreo de muleta levemente marinero con pescado del día y zamburiñas, y la parrilla como arte fundamental. Buena brasa, chuletitas, pluma, lomo de vaca y guiso sin adornos, para cuadrar la faena, repostería y heladería clásica en la misma línea estilística de un restaurante macizo, solvente y lleno de vida. Como ese bullicio gozoso que recorre el toreo.
Esta pasarela de esencias taurinas donde para, templa y manda la eterna sonrisa de César y su brillante cuadrilla. Cocina: 8 Bodega: 7,5 Sala: 9 Felicidad: 9