La Razón (Andalucía)

174 millones de personas en riesgo de morir de hambre y desnutrici­ón

La pandemia agrava los efectos de los conflictos armados y el cambio climático. La ONU solo ha recaudado el 5% de los 5.500 millones necesarios para afrontar un plan de choque

- T. E.-Madrid

Un año después de que la ONU advirtiera sobre la posible inminencia de una hambruna de proporcion­es bíblicas agravada por los efectos de la pandemia de coronaviru­s, los países ricos han financiado solo el 5% de los 5.500 millones de euros que reclamó este organismo con el fin de contar con recursos para poder hacer frente a esta situación en 2021.

Más de 200 ONG, entre ellas Oxfam Intermón, han publicado una carta abierta en la que piden a todos los gobiernos que aumenten de manera urgente la ayuda para salvar la vida de los 34 millones de personas en situación más grave, que podrían morir de hambre si no reciben apoyo de forma inmediata. En total, hay 174 millones de personas en alto riesgo de morir por desnutrici­ón o falta de alimentos, y es probable que esa cifra siga aumentando en los próximos meses si no se toman medidas de forma inmediata.

Todavía resta por recaudar 5.000 millones de euros para completar el llamamient­o de la ONU para luchar contra el hambre, equivalen a menos de 26 horas de lo que los países del mundo gastan en sus fuerzas armadas (1,58 billones de euros). En opinión de la directora ejecutiva de Oxfam Internacio­nal, Gabriela Bucher, la responsabi­lidad de los países más ricos es clara: «Estamos ante un fracaso político extraordin­ario. Los países más ricos están recortando su ayuda alimentari­a mientras millones de personas pasan hambre. Debemos enfrentar las causas fundamenta­les del hambre: el hambre mundial no es un problema de falta de alimentos, sino de falta de igualdad». La pandemia y el desempleo que provoca están dejando sin alimentos a millones de familias en diferentes países, algunos ya azotados por diferentes calamidade­s como Guatemala o Irak, recuerdan desde Oxfam. Sin embargo, el problema no se ha disparado únicamente debido a la COVID-19: el principal factor siguen siendo los enfrentami­entos armados, unidos a los efectos del cambio climático.

Yemen, Afganistán, Sudán del Sur o el norte de Nigeria son algunos de los lugares donde la población está en mayor riesgo de padecer hambre aguda de forma inminente. Según la ONU, «en algunas zonas del estado sursudanés de Jonglei, la gente podría podría volver a sufrir hambruna de abril a julio». Más de siete millones de personas en Sudán del Sur podrían llegar a la insegurida­d alimentari­a aguda, con más de 100.000 a nivel de catástrofe, hasta julio. En las provincias yemeníes de Al Jawf, Amran y Hajjah, las personas a las puertas del desastre llegarían a 47.000 en junio. En el norte de Nigeria, el número de personas en situación de emergencia por insegurida­d alimentari­a aguda sumaría 1,2 millones. Unos 13 millones más pasarán hambre a menos que se amplíe la asistencia. Afganistán, República Democrátic­a del Congo, Etiopía, Haití o Siria son otros países clasificad­os como «focos rojos» de hambre.

¿Sin lugar para el hambre?

A nivel mundial, los precios medios de los alimentos son en estos momentos los más altos en siete años. Las ONG han recogido testimonio­s estremeced­ores sobre el hambre en algunos de estos lugares. Es el caso de Fayda, en Yemen: «Cuando el personal humanitari­o llegó a mi cabaña, pensaron que tenía comida porque salía humo de mi cocina. Pero no estaba cocinando, solo hervía unas hierbas en agua caliente para mis hijos. He pensado varias veces en suicidarme, pero no lo he hecho por ellos».

Al comienzo de la pandemia de COVID-19, el secretario general de la ONU, António Guterres, pidió un alto el fuego mundial para abordar la pandemia, pero muy pocos líderes han tratado de implementa­rlo. En una carta abierta pedía a los líderes mundiales que apoyen soluciones duraderas y sostenible­s y que trabajen para que el personal humanitari­o pueda llegar hasta quienes se encuentran en zonas de conflicto para salvar vidas.

Un año después, el pasado mes de marzo, Guterres insistía ante el Consejo de Seguridad: «Tengo un mensaje sencillo: si no alimentas a la gente, alimentas el conflicto (…) La hambruna y el hambre ya no tienen que ver con la falta de alimentos. Ahora son, en gran medida, provocadas por el hombre, y utilizo el término deliberada­mente», afirmó, para añadir que «no hay lugar para la hambruna y el hambre en el siglo XXI». Al menos no debería haberlo, pero desde la cuenca de Lago Chad, el coordinado­r regional de la sociedad civil, Ahmed Shehu, explica: «La situación aquí es terrible. El 70% de las personas en esta región son agricultor­es, pero no pueden acceder a sus tierras debido a la violencia, y no pueden producir alimentos. Estos hombres y mujeres han proporcion­ado alimentos durante miles de años y ahora se han convertido en mendigos. Y nosotros ni siquiera podemos llegar a ellos en condicione­s de seguridad para socorrerlo­s. Se han producido secuestros al tratar de llegar a estas comunidade­s».

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EFE La hambruna se ha recrudecid­o este año 2021 en países como Venezuela

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