La crisis,la pandemia y el banquero romántico
Los bancos y los directivos bancarios acumulan muchos problemas. Baja rentabilidad, exceso de oficinas y ajustes de personal inevitables y sucesivos pueden ser un cóctel tan necesario como difícil de digerir en tiempos de pandemia
La banca española parece abocada ahora a una reconversión casi interminable de oficinas y plantilla»
Keynes,Keynes, admirado y discutido, diletante y a veces cínico, describía al banquero tradicional como «el más romántico de los hombres», aunque esa opinión quizá tampoco fuera popular en su época. Eran otros tiempos, también de pandemia, la de la mal llamada «gripe española» de 1918-1919. Un siglo después ya no hay banqueros –grandes accionistas o propietarios de sus entidades– sino directivos bancarios que también serían «exactamente igual que las demás personas, solo que más ricos», según el poeta americano Odgen Nash.
La pandemia tampoco distingue de profesiones, aunque unas tengan más riesgo que otras. Dolores Dancausa, consejera delegada de Bankinter, se perdió la Junta General de la entidad por el dichoso virus, la víspera además de abrir la ronda de presentación de resultados trimestrales. Bankinter ganó 148,3 millones de euros, un 13,8% más que en el mismo periodo de 2020, en los albores de la pandemia. La próxima semana anunciarán sus cuentas Santander, BBVA, Sabadell y el nuevo Caixabank y se espera que sean razonablemente positivas, sobre todo en comparación con las de hace un año, aunque las dificultades de rentabilidad siguen ahí. Bancos y directivos bancarios tienen un problema, casi insoluble, de percepción pública. Manejan cantidades ingentes de dinero y sus beneficios, en términos absolutos, también son muy llamativos, como las pérdidas cuando las tienen. Sin embargo, la rentabilidad –medida sobre activos o sobre el capital– suele ser mínima y muy inferior a la de otros negocios. Resultados mil-millonarios como los que anunciarán estos días –y que es lo mejor para todos y para el país– alimentarán la demagogia extremista. El Gobierno, al menos el de la parte PSOE, que entiende que es necesario que los bancos vayan bien, se pone la venda antes de la herida y, en campaña electoral, la ministra Calviño exige contención en los salarios millonarios de los directivos bancarios, justo cuando las reducciones de empleo se multiplican.
La fusión CaixaBank-Bankia nació con un ajuste de plantillas bajo el brazo, pero el anuncio de que afectará a 8.291 personas en la entidad que dirigen Goirigolzarri y Gortázar ha asustado a muchos. Lo mismo que los 3.798 trabajadores de los que quiere prescindir el BBVA de Carlos Torres, los 1.800 del Sabadell de Oliú y González Bueno, a los que habría que unir los más de 3.500 que dejaron el Santander de Botín que, por cierto, cambiará consejero delegado en España.
Rami Aboukhair será sustituido por Antonio Simöes, lo que confirma que el oficio de directivo bancario es una actividad de riesgo, aunque bien pagada.
Los bancos tienen muchos problemas en todas partes en tiempos de tipos de interés negativos y los españoles otros añadidos. El número de sucursales bancarias en España, reducidas de 46.000 a poco más de 22.000 entre 2008 y 2020, es todavía muy elevado. En España hay 49 oficinas bancarias por 100.000 habitantes, frente a 38 en Suiza, 34 en Francia o 30 en Estados Unidos. La pandemia ha confirmado que muchas sobran y ha servido de coartada a las entidades para alejar todo lo posible a los clientes de las sucursales, en donde restringe su acceso hasta lo inimaginable, mientras los más jóvenes hace tiempo que solo operan –salvo quizá temas crediticios– de forma telemática.
En ese escenario, menos oficinas, servicios centrales unificados y clientes a distancia, las plantillas están sobredimensionadas y abocadas a reducciones sucesivas –las de ahora no serán las últimas– en condiciones mejores o no mejores. El trabajo bancario tradicional empieza a ser historia, igual que los banqueros fueron sustituidos por directivos. Todo ha cambiado mucho desde que Keynes hablaba del banquero formal, como «no el que prevé los peligros y sabe evitarlos, sino el que, cuando se arruina, lo hace de una manera convencional y ortodoxa, en compañía de sus colegas, de manera que nadie pueda reprochárselo. Es parte imprescindible del banquero mantener las apariencias y profesar respetabilidad y esas prácticas le convierten en el más romántico y menos realista de los hombres». Y más rico, apostillaría Nash, aunque como decía un banquero de otra época, Aguirre Gonzalo, «lo que España necesita es que haya más ricos». Disruptivo en época electoral.