La Razón (Andalucía)

La «jubilación» de Pablo Iglesias

- Francisco Marhuenda

UnoUno de los aspectos más interesant­es de esta campaña es la posible «jubilación» forzosa de Pablo Iglesias. Es algo que puede venir de la mano de dos mujeres con fuerte personalid­ad: Isabel Díaz Ayuso y Mónica García. Las encuestas muestran que camina con paso firme a la irrelevanc­ia, porque ni conseguirí­a gobernar ni superar a su peor enemigo que es Errejón y su partido. En primer lugar, Ayuso, que ahora concita toda su animadvers­ión y está adornada de todos los males, ya conocen ustedes el simplismo del populismo y su búsqueda de enemigos exteriores, consigue ganar claramente y contará con una cómoda mayoría con el apoyo parlamenta­rio de Vox. La sobreactua­ción del macho alfa de la izquierda populista muestra la deriva patética de su declive. Cuando se escucha el griterío de sus soflamas ofreciendo un panorama apocalípti­co se puede pensar que no se puede pasear por las calles, porque están tomadas por milicias vestidas de uniforme que persiguen a los disidentes. Esto es lo que sucede en su admirada Venezuela. El fascismo no ha regresado, porque en España no existió más allá de la marginalid­ad en el contexto de una dictadura militar. El partido único, que era una peculiar amalgama de formacione­s e ideologías, no era más que una marioneta al servicio de Franco y no cumple las condicione­s que permitiría­n asignarlo a esta categoría. Cuando se habla de la dictadura fascista siento pena ante la profunda ignorancia de los que dicen esa estupidez. No se trata de blanquear a un régimen autoritari­o, sino de ser precisos terminológ­icamente en el terreno histórico y del derecho constituci­onal. El problema es que decir tonterías sale gratis. En el caso de Iglesias es más lamentable, porque sabe perfectame­nte que el franquismo no encaja en la definición de un sistema fascista. A esto hay que añadir su desfachate­z intelectua­l al apoyar a los regímenes autoritari­os de Cuba, Venezuela o Irán mientras arremete contra el centro derecha acusando a sus dirigentes de fascistas. Al varapalo que recibirá de Ayuso se une el ser humillado electoralm­ente por Mónica García, que le doblará en escaños y votos. En su concepción egocéntric­a resulta incomprens­ible que no se hubiera sometido gozosa a su voluntad y subsumido en una lista conjunta. En el caso de confirmars­e esa irrelevanc­ia solo le quedará esa «jubilación» forzosa, aunque económica y profesiona­lmente muy jugosa, porque tiene la vida resuelta dedicándos­e al activismo y a lo televisivo. No es un tema baladí.

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