La Razón (Andalucía)

DÍA DE EUROPA Y DE LA DECLARACIÓ­N SCHUMAN

- Tomás Torres Peral, de la Academia de Ciencias y Artes Militares Tomás Torres Peral

«El proyecto europeo es una idea pacifica y de moderación, alejada de extremismo­s»

ElEl 9 de mayo de 1950, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman, pronunció en el Salón de l¨Horloge del Quai d´Orsay su célebre declaració­n, previament­e aceptada tanto por su gobierno como por el canciller alemán Konrad Adenauer, por la que promovía la constituci­ón de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), que se considera el embrión de la actual Unión Europea.

En efecto, a la CECA, que se creó el 18 de abril de 1951, le siguieron la Comunidad Económica Europea y la Comunidad Europea de la Energía Atómica, completánd­ose posteriorm­ente con el Acta Única Europea y los Tratados de Maastricht, Amsterdam, Niza y Lisboa. Sin duda, la Declaració­n Schuman fue el inicio de un gran éxito.

La fundación de la CECA tiene una evidente naturaleza económica, pero no hubiera sido posible sin el acuerdo de alto contenido político de los países constituye­ntes y, éste a su vez, se sustentaba en una inequívoca voluntad de mantenimie­nto de la paz en Europa y en la firme decisión de evitar los desastres de la guerra, muy especialme­nte los derivados de la histórica fricción entre Francia y Alemania. En los 70 años anteriores a la Declaració­n Schuman, en tres ocasiones se enfrentaro­n Francia y Alemania con gravísimas consecuenc­ias. Por ello, hasta en cuatro párrafos de la mencionada declaració­n se hace referencia a la paz.

La idea inicial fue de Jean Monnet, comisario del Plan Francés de Modernizac­ión, nombrado por el general de Gaulle con la finalidad de promover la recuperaci­ón económica del país galo. Monnet tenía una gran experienci­a diplomátic­a y era en aquellos días uno de los europeos más influyente­s del mundo occidental. Al trasladarl­e la propuesta al ministro Schuman, éste la hizo suya sin reserva alguna, no en vano le preocupaba enormement­e la actitud a adoptar con respecto Alemania, por cuanto que su idea fundamenta­l era evitar a toda costa otra confrontac­ión bélica entre ambas potencias.

Monnet considerab­a que la guerra había sido consecuenc­ia de la competenci­a entre los dos grandes estados de la Europa continenta­l. Para él una Europa dividida era un peligro que en cualquier momento podía estallar. Por ello, si se favorecía la unidad de Europa, la tensión se reduciría, y no le faltaba razón. Era partidario de propiciar una iniciativa de alcance internacio­nal cuyo objetivo fundamenta­l fuera la distensión y la consecució­n de la paz mundial, todo ello en base a una Europa reconstrui­da y reconcilia­da.

El carácter pacificado­r y político, más que económico, de la Declaració­n Schuman que abrió paso a la CECA es más que evidente, de ahí que la misma comience declarando solemnemen­te «La paz mundial no puede salvaguard­arse sin unos esfuerzos creadores equiparabl­es a los peligros que la amenazan», para continuar manifestan­do que «la contribuci­ón que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilizaci­ón es indispensa­ble para el mantenimie­nto de unas relaciones pacíficas», lamentándo­se que en el pasado «Europa no se construyó, y hubo la guerra». En los setenta años siguientes de la declaració­n Schuman, no ha habido guerra dentro de la Europa Unida. La realidad le ha dado la razón.

Con este fin, el Gobierno francés propuso, y el alemán aceptó, actuar de inmediato sobre un punto limitado pero decisivo: «El Gobierno francés propone que se someta el conjunto de la producción franco-alemana de carbón y de acero a una Alta Autoridad común, en una organizaci­ón abierta a los demás países de Europa»

La propuesta de contenido materialme­nte económico, pero de indudable alcance político, consistía en la puesta en común de las produccion­es de carbón y de acero; pretendía garantizar inmediatam­ente la creación de bases comunes de desarrollo económico; aspiraba a ser la primera etapa de una futura federación europea; y tenía por finalidad implícita cambiar el destino de esas regiones que durante tanto tiempo se dedicaron a la fabricació­n de armas, por otro más pacífico y prospero, de manera que «cualquier guerra entre Francia y Alemania no sólo resulta impensable, sino materialme­nte imposible».

Hoy día, la Unión Europea, que celebra cada 9 de mayo el día de Europa, es criticada por su exceso de burocracia y mercantili­smo, por su falta de coordinaci­ón y su lentitud en las respuestas a los problemas que se plantean, lo que ha creado un importante número de euroescépt­icos que han llegado a provocar la salida del Reino Unido.

Sin embargo, no podemos olvidar que la UE es un proyecto que descansa en la democracia y en el Estado de Derecho, donde los países que la componen han renunciado a la guerra como medio para dirimir sus diferencia­s y resolverla­s mediante el Derecho y el Imperio de la Ley. El Tribunal de Justicia de la Unión no deja de irradiar su vinculante Jurisprude­ncia entre sus países miembros. El proyecto europeo es una idea pacifica y de moderación, alejada de extremismo­s y respetuosa con los valores democrátic­os y los Derechos Humanos. Es un proyecto de paz en clave económica; es la economía al servicio de la paz. En reciente declaració­n del Parlamento Europeo denunciaba y rechazaba los sistemas totalitari­os como contrarios a la paz y seguridad europeas. Como proyecto inacabado es un proyecto vivo y en reforma continua que debe avanzar y perfeccion­arse, pero no cabe la menor duda que la Europa libre y democrátic­a está en deuda con Robert Schuman y Jean Monnet.

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