Pronóstico: se esperan lluvias de escombros en algún lugar entre Madrid y Chile
Se estima que un módulo del cohete Long March 5B se fragmentará al reentrar en la atmósfera y sus pedazos caerán sobre la Tierra, pero ¿qué peligros entraña esto?
Ya estamos bastante acostumbrados a las falsas alarmas mediáticas acerca de asteroides que van a colisionar con la Tierra, pero que nunca cumplen sus promesas. Sin embargo, esta ocasión es diferente. Lo que se precipita sobre nosotros no es una roca espacial venida de los confines de nuestro sistema solar.
Se trata de un objeto mucho más familiar, un ingenio engendrado por nosotros mismos y que abandonó la tierra hace más de una semana. Lo que se cierne sobre la Tierra no es un meteoroide, sino un fragmento de cohete 30 metros de largo y 20 toneladas.
No obstante, antes de profundizar en los detalles, parece pertinente explicar qué ha sucedido realmente. Cada año sacamos de la Tierra una buena cantidad de cohetes, parte de los cuales reingresa a la atmósfera y cae sin demasiado revuelo. ¿Qué ha sucedido en este caso? Todo empezó el 29 de abril de 2021, cuando el cohete Long March-5B Y2 despegó desde la provincia de Hainan, en China. Su misión era poner en órbita un módulo que debería ser acoplado a la estación espacial china, Tianhe. De hecho, se trataba de la primera de 11 misiones que harían falta para completar la estación.
Normalmente, para poder vencer a la velocidad de escape de nuestro planeta, hace falta mucho combustible, pero cuanto más tenga un cohete más pesará y más hará falta para que el resto del combustible despegue. La solución a este trabalenguas es, en parte, los famosos módulos, que permiten que el cohete vaya deshaciéndose del lastre, soltando los fragmentos que ya han vaciado sus reservas de combustible.
Normalmente estos módulos son dirigidos para que caigan, no solo en la superficie de nuestro planeta, sino, a ser posible, en pleno océano, donde no causarán daños materiales a no ser que cerca haya una embarcación, hipóteis hipóteis harto improbable. Esta caída dirigida es la norma en cuanto a exploración espacial, pero, dejando a un lado los juicios, la cruda realidad es que China ha decidido no incorporar el sistema a los módulos de su Long March-5B Y2. En condiciones normales no sería tan problemático. El módulo sube, baja y más o menos podemos estimar dónde caerá. El problema es que, en lugar de bajar, el 29 de abril el módulo de Long March-5B Y2 quedó orbitando a nuestro planeta. Esto no solo altera su velocidad, sino que hace tremendamente complejo predecir dónde podría aterrizar, porque para nuestra desgracia, su órbita no es estable y, por lo tanto, caer caerá.
No es la primera vez
Todavía no se sabe el día en que el módulo se precipitará contra la Tierra, pero los expertos estiman que podría ser este mismo domingo. Tal vez parezca negligente no haber incluido un sistema que dirija la caída, pero lo cierto es que nos estaríamos quedando cortos. Porque ya se ha hecho de este modo en el pasado y los resultados fueron desastrosos. En mayo de 2020 sucedió algo similar con otro Long March 5B de China. El módulo del año pasado cayó sobre una población de Costa de Marfil, en África Oriental. La colisión dañó varias casas, pero afortunadamente no hubo que lamentar fallecidos.
Sea como fuere, esta imposibilidad para dirigir el módulo es, precisamente, lo que nos lleva a decir que está cayendo descontroladamente. No se trata de una caída vertiginosa y con caóticos e impredecibles quiebros, sino que se deja llevar por fuerzas que no estamos preparados para controlar y como mucho podremos conocer el lugar del aterrizaje, pero no evitarlo. En cuanto a ese cálculo del aterrizaje, vemos cómo se afina a medida que pase el tiempo o, mejor dicho: cuanto más cerca estemos del momento de la colisión.
Por ahora, todo lo que los expertos han podido concretar es que el impacto tendrá lugar en algún sitio por debajo de Madrid o Nueva York y por encima del sur de Chile. Lo cual incluye la práctica totalidad del globo. ¿Debemos preocuparnos? Por suerte, existen dos motivos por los que no alarmarnos demasiado.
Buenas razones para la calma
La primera razón es que los expertos calculan que la reentrada en la atmósfera deteriorará tanto el módulo que, cuando llegue a la superficie, apenas quedarán unos pocos (y diminutos) fragmentos, algo muy similar a lo que sucede con los grandes meteoroides que, si llegan a tierra, es tras haber sido reducidos a pequeños meteoritos. Desde luego que un granizo de plástico y metal es menos horrible de imaginar que la caída de un objeto de 30 metros y 20 toneladas. Sin embargo, tampoco es del todo inane. Es más, la probabilidad de que un único objeto de 30 metros caiga sobre una población es bastante bajo, pero al fragmentarse, se estima que la lluvia de piezas cubrirá unos 160 kilómetros a la redonda.
Esto nos lleva al segundo motivo de «alivio». A grandes rasgos, podríamos decir que tan solo el 30% de la superficie terrestre es tierra, el otro 70 es agua y, por lo tanto, es más del doble de probable que el módulo aterrice en el mar que en la tierra. Claro que
podemos afinar un poco más este cálculo. En este momento tememos por la vida de nuestros congéneres y, si buscamos qué porcentaje de la superficie terrestre está cubierto por ciudades, pueblos, medios de transporte… encontraremos que se limita a apenas un 0,6%. Para decirlo con otras palabras, sería como elegir un número entre el 1 y el 200 y acertarlo a la primera. Para que se queden más tranquilos siempre pueden probar este experimento adivinatorio con un amigo y comprobar empíricamente lo improbable que es.
Cierto es que, si incluimos las plantaciones, pues los daños en ellas pueden acarrear serios problemas para el bienestar de las poblaciones a las que abastecen, tendremos que el porcentaje asciende al 12,6% Lo cual supone acercar un número entre el 1 y el 8, bastante más probable, pero tampoco algo seguro.
Así pues, esta es la situación a la que nos enfrentamos, una lluvia ligera de plástico y metal que, muy posiblemente, no se cobre vidas ni infraestructuras. Con un poco de suerte, así será y, más allá de condenar la falta de profesionalidad de la Administración Espacial Nacional China, puede que disfrutemos de una lluvia de estrellas un tanto especial. Mientras tanto, las alarmas hacen disfrutar a los catastrofistas.
La posibilidad de que caiga en zona poblada sería como elegir un número entre el 1 y el 200 y acertarlo a la primera