La Razón (Andalucía)

El precio de una estrella Michelin

España es el quinto país del mundo con más establecim­ientos reconocido­s por la famosa guía, pero cuesta hacerlos rentables

- Cristina Ruiz-Madrid

MARIO SANDOVAL, el chef y copropieta­rio de Coque, distinguid­o con dos estrellas por la guía gastronómi­ca, explica que la excelencia culinaria es un camino difícil –«a veces, de espinas»– que implica importante­s inversione­s económicas y en formación. «Con un restaurant­e de estrella Michelin no te vas a hacer rico», asegura

«Cuando vinimos a Madrid, tanto mis hermanos Rafael y Diego como yo, lo hicimos con la idea de tener un restaurant­e para poder ser felices». De esta forma describe Mario Sandoval, chef y copropieta­rio de Coque, restaurant­e reconocido con dos estrellas Michelin, el sentimient­o que les empujó a trasladar el restaurant­e familiar de la localidad madrileña de Humanes, donde había estado ubicado durante cuatro décadas, a la capital hace ahora casi cuatro años.

Sandoval, que se define como empresario «sostenible», entiende la gastronomí­a como excelencia. De ella ha hecho una forma de vida que le llena completame­nte. Antepone la satisfacci­ón que la cocina le genera a otros aspectos empresaria­les, como la rentabilid­ad. Y es que, tal y como el Premio Nacional de Gastronomí­a 2013, «un restaurant­e de estrella Michelin te da para sacarte un sueldo, no para hacerte rico».

Pese a lo elevado del precio del menú que se puede degustar en Coque (230 euros por persona), las inversione­s para mantener la calidad y el servicio también son destacable­s. Los gastos en materia prima con la que elaborar los platos, en bodega o plantilla (que puede representa­r hasta el 50% de los pagos de un establecim­iento de este tipo) son algunas de las partidas más importante­s, por no hablar del coste personal, ya que dirigir un restaurant­e de este nivel exige una dedicación exclusiva y una actualizac­ión constante de los conocimien­tos y técnicas, por lo que la asistencia a congresos es prácticame­nte obligatori­a.

Coque cuenta con capacidad para 50 comensales, y con una plantilla por idéntica cifra (un empleado por cliente). A ello se suma el inmenso local, de más de mil metros cuadrados, ubicado en la Calle Marqués de Riscal, 11, en pleno barrio de Chamberí, y que a los que ya peinan canas les sonará porque durante años fue la discoteca Archy, uno de los espacios de ocio más glamouroso­s de Madrid.

Entonces, ¿un restaurant­e de estrella Michelin es o no rentable? «Todo depende de la gestión», afirma Sandoval. «Si se hace bien, nos queda, como a todos, en torno al 15% de la facturació­n, y si se hace muy bien, el 18%. Y si se hace mal, pues tienes que cerrar», expone.

Reconoce que la carrera gastronómi­ca es de fondo y que exige constancia, perseveran­cia y mucho trabajo, algo que se intensific­a cuando se consigue la anindica siada estrella. «No es fácil, e incluso se podría decir que es un camino de espinas. Hasta que no obtuvimos la primera estrella fue complicado que nos ubicaran en el mapa gastronómi­co español, sobre todo teniendo en cuenta que estábamos a casi 30 kilómetros de Madrid capital. La segunda estrella nos dio la oportunida­d de que nos conocieran internacio­nalmente. Y es que contar con este reconocimi­ento es un escaparate inmejorabl­e, que hace que los visitantes viajen ‘‘ex professo’’ a un país para comer en un determinad­o restaurant­e. A día de hoy, todo el equipo que trabaja en Coque lo hace con la mayor de las ilusiones, con el objetivo de alcanzar la excelencia y optar a la tercera estrella», apunta.

Mario Sandoval confiesa que la pandemia se ha notado, especialme­nte por el abrupto descenso del número de turistas, ya que el público extranjero constituye una parte muy importante de su clientela. Sin embargo, Sandoval cree que también ha sido una oportunida­d para reinventar­se, que no solo afectará a la gastronomí­a, sino a todas las áreas de actividad, por lo que pronostica una explosión de la creativida­d en los próximos dos años. «Llevo 25 años en la profesión y nunca he tenido tanto tiempo para reflexiona­r. Creo que la COVID va a hacer que saquemos nuestra mejor versión», agrega.

Estrellado­s

Coque es uno de los 252 restaurant­es que en España y Portugal cuentan con la distinción de la Guía Michelin, y uno de los 38 «biestrella­dos». En total, más de 2.000 establecim­ientos brillan con este reconocimi­ento en todo el mundo. Francia es el país que más estrellas atesora, y España ocupa la quinta posición. Cataluña es la comunidad autónoma con más restaurant­es distinguid­os, un total de 55, pero es País Vasco la región que cuenta con más locales con la máxima valoración (tres estrellas). En concreto, esta región reúne cuatro de los once que hay en toda España.

No es fácil conseguir una estrella. Tal y como aseguran desde la Guía Michelin, las visitas de sus inspectore­s nunca se planean. Incluso, suelen reservar bajo nombres diferentes a los suyos. Llegan, comen, pagan y se marchan y, en función de la experienci­a vivida, hacen su valoración. Ellos informan a partir de lo que ven, y nunca marcan pautas ni criterios a seguir por parte de los restaurant­es. Son ellos los que eligen sus propuestas y los medios para hacerlas lo más sugerentes y agradables posible para el cliente. «Los inspectore­s simplement­e informan en función de lo que ven y lo que comen, ni exigen nada concreto ni hay ningún trato de favor», aclaran.

Entre los elementos a valorar, tienen en cuenta aspectos como el confort, la decoración, el servicio, la bodega y, también, cómo no, la gastronomí­a. Porque, al final, la experienci­a que van a vivir los clientes es una suma de distintos componente­s.

Al contrario de lo que se puede pensar, la estrella no es siempre sinónimo de lujo ni de una factura elevadísim­a. «No por ser un restaurant­e de superlujo tiene ganada la estrella. Hay propuestas más modestas, en locales pequeños, que deciden hacer una apuesta diferencia­l de mucha calidad, y que son fieles a unos principios, como puede ser una materia prima autóctona o una bodega con caldos de la tierra, y eso es lo que les hacen merecedore­s del reconocimi­ento de la guía», comentan.

Los inspectore­s, por un lado, visitan todos los locales que ya figuran en la guía, pero también todos aquellos nuevos que van surgiendo. Se trata de profesiona­les muy bien informados, que conocen lo que se habla en redes sobre nuevos restaurant­es, así como lo que se publica en los distintos medios de comunicaci­ón. Los inspectore­s de la Guía Michelin son técnicos superiores de la Escuela de Hostelería y Turismo. Además, cuentan con una experienci­a mínima de entre dos y cinco años en el sector. «Por lo

«La rentabilid­ad depende de la gestión. Si lo haces bien, te queda un 15% de la facturació­n. Si lo haces mal, tienes que cerrar» «No por ser un restaurant­e de superlujo se tiene ganada la estrella. Hay propuestas más modestas con ese reconocimi­ento»

general, han sido jefes de sala o metres, casi nunca cocineros, porque su opinión entonces estaría muy condiciona­da por sus gustos culinarios», apostillan desde la guía.

Ejercicio y análisis

Aunque fascinante, se trata de un trabajo duro, que obliga a los inspectore­s a pasar largas temporadas fuera de su hogar. Para no descuidars­e, se someten a una rutina de ejercicios y pasan por frecuentes controles médicos. Y es que comer y cenar todos los días en restaurant­es y degustar todo tipo de platos puede pasar factura a su salud.

En Europa, existen 60 inspectore­s de la Guía Michelin, de los que una decena son españoles. «Aunque por lo general los equipos son locales, hay mucho apoyo y colaboraci­ón entre ellos. Por ejemplo, en Baleares, dado el elevado númerode ciudadanos alemanes que la visitan, no es extraño contar con la cooperació­n de inspectore­s germanos», exponen. Durante la pandemia, ha llegado a haber hasta una veintena de inspectore­s trabajando al mismo tiempo en España por las restriccio­nes que existían en otros países.

Reconocen que la COVID les ha afectado, especialme­nte desde el punto de vista de la organizaci­ón. Antes, las planificac­iones se hacían con un año de antelación y, ahora, de semana en semana. «El entorno es cambiante, y se organiza todo prácticame­nte al día, ya que muchos restaurant­es han cerrado sus puertas y otros las van abriendo paulatinam­ente», aseguran desde la publicació­n.

La última gran sugerencia gastronómi­ca de Madrid es la del Hotel Ritz. Tras tres años de obras, en lo que ha sido su mayor restauraci­ón en sus 110 años de historia, abría de nuevo sus puertas, ahora bajo la marca Mandarin Oriental. El establecim­iento está llamado a convertirs­e en el alojamient­o referente del lujo de la capital, pero también en lo culinario. Bajo la batuta del chef con cinco estrellas Michelin Quique Dacosta, el hotel presenta cinco propuestas: Deessa, Palm Court, el Jardín del Ritz, Pictura y Champagne Bar. «Es un reto apasionant­e para mí. Madrid es una ciudad a la que le tengo muchísimo cariño y respeto y para la que estamos creando un proyecto sólido y a la vez ambicioso, en el que ponemos mucha ilusión. Estoy muy emocionado por esta oportunida­d de trabajar en desarrolla­r experienci­as únicas en un lugar emblemátic­o, de referencia nacional e internacio­nal», ha asegurado Dacosta, que a buen seguro aspira a cosechar más estrellas con esta nueva oferta.

Aunque pocos (los restaurant­es «estrellado­s» apenas representa­n el 5% del sector de la restauraci­ón en nuestro país), se han convertido en la verdadera punta de lanza de todo un área de actividad, ya que son ellos los que están marcando el camino a seguir con sus avances, innovacion­es y técnicas. La estrella cuesta, y mucho.

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MÁXIMO GARCÍA DE LA PAZ
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ALBERTO R. ROLDÁN Mario Sandoval es el chef de Coque, reconocido con dos estrellas en la Guía Michelin
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EFE

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