La Razón (Andalucía)

«Efecto Ayuso»: los barones no pedirán estados de alarma a la carta

El Gobierno siembra el caos al rectificar sobre las «reformas legislativ­as» para unificar las restriccio­nes

- Carmen Morodo -

El «efecto Ayuso» es la excusa que justifica ahora que hasta los Gobiernos autonómico­s más convencido­s de que debía seguir el estado de alarma, aunque fuese en una versión light y para mantener solo el toque de queda, hayan decidido replegarse.

«Aquí nadie va a moverse porque, después de lo que ha pasado en Madrid, hay todavía más miedo al coste electoral de las restriccio­nes». La reflexión es de un dirigente autonómico del PP, de los convencido­s sobre la necesidad de haber prorrogado el estado de alarma para blindar, al menos, el toque de queda. Las comunidade­s no se moverán, prefieren resignarse y jugar su suerte a la vacunación. Y al Gobierno de Sánchez también le quema en las manos su obligación de dirigir el proceso después del batacazo electoral del

4-M. La política nacional ha convertido esta nueva y última desescalad­a en otro pulso político, y las comunidade­s autónomas se han dejado enredar en él. Hasta el punto de que, aunque muchas de ellas consideran que la mejor alternativ­a, y probableme­nte la única, era mantener en vigor durante unas semanas más el estado de alarma, ninguna, da igual el color y su situación epidemioló­gica, se plantea solicitarl­o por miedo al coste de asumir el desgaste de esta medida ante la opinión pública. Gobierno y oposición se han instalado en el juego de «tú la llevas».

Las imágenes de este fin de semana de fiestas masivas en las calles y plazas de España, sin guardar las medidas de seguridad, confirman el sentido de la razón por la que las autonomías defendían mantener la alarma para preservar al menos el toque de queda y poder evitar los botellones y concentrac­iones en la vía pública. Pero el pulso de Pedro Sánchez y Pablo Casado obliga a esperar a que el Tribunal Supremo se pronuncie sobre la petición de unificació­n de doctrina, despues de que los Tribunales Superiores de Justicia y las fiscalías hayan discrepado, según el territorio, en la viabilidad de un toque de queda sin estado de alarma.

Puede ocurrir que el Supremo niegue incluso sentido a esa prode prode una reforma legislativ­a, que lidera el PP, para ampliar más las competenci­as autonómica­s, de tal manera que un Gobierno regional sí tenga facultad para decidir sobre derechos fundamenta­les, como la libertad de movimiento o los cierres perimetral­es entre comunidade­s. Que hoy competen al Gobierno de la Nación y cuya limitación regula la ley orgánica del estado de alarma. El Gobierno incurre en la contradicc­ión de justificar ahora la no necesidad del estado de alarma en que hay suficiente ordenamien­to jurídico alternativ­o, después de que el año pasado pidiera su aprobación durante seis meses, sin apenas control parlamenta­rio, justo por el motivo contrario, porque las comunidade­s no tenían competenci­as para actuar en esa limitación de derechos fundamenta­les.

En medio del caos jurídico, el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, se matizó ayer a sí mismo y, en una entrevista en «Al Rojo», de La Sexta, descartó reformas legales para buscar esa vía alternativ­a al estado de alarma. «Hay montones de resolucion­es y montones de normas que permiten adecuarlo, el sistema es suficiente y el Gobierno no está preparando ninguna reforma», precisó. Aunque también reconoció que, a su juicio, este «montón de normas» no permite que las comunidade­s pueden mantener en vigor el toque de queda, aunque consideren que es una medida imprescind­ible para seguir combatiend­o con eficacia la pandemia.

La contradicc­ión también está en el ámbito del centro-derecha. El Gobierno se ha lavado las manos, y Génova ha impuesto el juego de hacer oposición a la depués

manda de sus barones de que se apoyara y se defendiera el estado de alarma. Ayer, el PP ofreció sus escaños al Gobierno para aprobar la reforma legislativ­a que permita tener un marco legislativ­o que corrija el caos actual. En clave política, en esto está el juego: el de la oposición, en que el Gobierno aparezca como el responsabl­e de ese «caos»; y en el lado del Ejecutivo, en que la oposición no les arrebate esta vez, como en Madrid, el eslogan de la «libertad», vistas las consecuenc­ias dramáticas para sus intereses del «efecto Ayuso». El Supremo puede tardar una semana en pronunciar­se. Y, mientras, seguirá el ruido político. El sentido común lo ponen en privado desde los Gobiernos regionales, aunque el miedo al coste en las urnas de las decisiones impopulare­s acalle todos los movimiento­s en público.

«Liamos a la gente en discusione­s jurídicas y supuestas defensas de la libertad cuando lo que hay es sólo política. El Gobierno se comprometi­ó a modificar la legislació­n, y no lo hizo, pero ahora seguimos en un estado de urgencia y tenemos un mecanismo para defender la política sanitaria necesaria en estos momentos, que es el estado de alarma adecuado a la nueva situación. Pero, unos por los otros, la consecuenc­ia son los botellones y el riesgo cierto de que auYa menten los contagios. Ni el Gobierno quiere mojarse ni tampoco vamos a hacerlo ahora las comunidade­s», reflexiona un presidente autonómico del PP.

El ministro de Justicia instó precisamen­te ayer a los Gobiernos autonómico­s a solicitar la alarma «a la carta», si así lo ven necesario, tras insistir en La Sexta en ese «arsenal normativo» que tienen las comunidade­s. En paralelo, el jefe de la oposición amenazó a Sánchez con hacerle responsabl­e «si hay otra ola» tras el final de la alarma. A su juicio, el presidente del Gobierno tendrá que responder ante los tribunales y ante una comisión parlamenta­ria por «su mala gestión de la pandemia». Casado acusó a Sánchez de generar un caos, y pidió «desesperad­amente» una negociació­n para aprobar un plan B legaislati­vo en quince días.

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ayer durante su visita a Atenas
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