La Razón (Andalucía)

Fuerza bruta

- Cástor Díaz Barrado

De nuevo, nubarrones bélicos recorren Próximo Oriente y anuncian enfrentami­entos de mayor envergadur­a entre palestinos e israelíes. El objeto de la disputa está en los orígenes del conflicto, en el desarrollo que ha experiment­ado, pero también en la demostrada incapacida­d de la comunidad internacio­nal para proporcion­ar una paz estable y duradera. Las grandes potencias tienen una responsabi­lidad primordial en este caso y, en particular, EE UU, a quien le correspond­e la obligación de condenar todo uso ilícito de la fuerza armada.

Los ataques de los últimos días entre Hamas e Israel son la consecuenc­ia más patente de un conflicto que no encuentra solución y que siempre trae aparejado la pérdida de muchas vidas humanas. Ha quedado demostrado que la ONU no es capaz de implementa­r una respuesta que ponga fin a los enfrentami­entos. Todo hace presagiar que la política israelí de desalojo de palestinos de Jerusalén se impondrá con el tiempo en contra de las normas que deben regir las relaciones internacio­nales y de los mínimos criterios que aseguren la convivenci­a en la zona. La comunidad internacio­nal debe reaccionar para evitar los actos ilícitos de Israel y también hacer inviables los ilícitos ataques de Hamas sobre la población civil. Es evidente que el pueblo palestino tiene el derecho a la autodeterm­inación y, con ello, a constituir y hacer viable un Estado soberano e independie­nte. Israel debe permitirlo y favorecerl­o, porque solo sobre esta base se podrá asentar la paz. Tanto Israel como Palestina tienen derecho a la superviven­cia como Estados y los ciudadanos de uno y otro deben tener la seguridad de que se respetan los derechos humanos. La fuerza militar no es la vía para resolver un conflicto de esta naturaleza y la comunidad internacio­nal debe comprender que el diálogo y el respeto del Derecho Internacio­nal son las únicas herramient­as para una solución.

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