La Razón (Andalucía)

«Todas las lunas»: las vampiras que hablaban en vasco

Igor Legarreta se refugia en el folclore para volverlo fantástico

- Matías G. Rebolledo -

Es a Nabokov a quien se le atribuye lo de que «el rompimient­o de las olas no puede explicar todo el mar». A Unamuno, que no había nada mejor que ver el «rielar de la luna sobre las olas». Lejos del mar y de cualquier tópico barato como el de las frases célebres, pero a la luz de nuestro satélite, habitan las vampiras de «Ilargi guztiak. Todas las lunas», la nueva y mística película de Igor Legarreta que se estrena este viernes en salas tras pasar por el Festival FANT de Bilbao.

«Creo que en estos últimos diez años han caído muchas vendas. Los prejuicios hacia el cine de esas mal llamadas periferias o hacia el que está en otro idiomas, como la nuestra, que está en euskera, se han ido derribando», explica el director sobre esta ola de cine vasco, en clave de «Handia» o «Akelarre», que poco a poco se ha ido haciendo con el «mainstream» del cine patrio. Y sigue: «Es un enriquecim­iento del que saldremos ganando todos, porque existe también una clave de revisión de mitos, como los vascos, que a veces ni se conocían en el resto de España».

Del mito al rito

En el filme, protagoniz­ado por una impresiona­nte Haizea Carneros con Josean Bengoetxea e Itziar Ituño como escuderos, seguimos a una niña que es salvada por una vampira y, por lo tanto, se conservará así para siempre: «La idea del vampirismo, bastante instaurada en el mito y en el rito de la Euskadi antigua, fue lo que impulsó el guion que escribimos con Jon Sagalá», detalla el director bilbaíno antes de explicar la definición del tono: «Es normal que se nos pasara por la cabeza jugar con lo macarra, pero los elementos más clásicos o canónicos, los colmillos o la sangre excesiva, se fueron cayendo de la película por su propio peso».

Así, las vampiras de Legarreta se alimentan mayoritari­amente de animales y consideran su condición como una condena, más que como un bien a conservar. Es en ese punto en el que la película, muy inteligent­emente, enfrenta enfrenta la idea de la vida eterna de la Iglesia católica instaurada en la cultura vasca y la que propone el vampirismo: «Es una especie de juego de espejos totalmente intenciona­l. Ambas son propuestas de vida más allá de la vida, descontext­ualizadas, y ofrecen algo parecido pero totalmente distinto», indaga el realidel zador, que considera «clave» en ese relato al cura que interpreta de manera tan lúgubre Zorion Eguileor («El hoyo»).

El relato de Legarreta, cuya fotografía eleva a sus efectos especiales (en su mayoría prácticos y no digitales), es también el de la incomprens­ión desde la infancia y el del descubrimi­ento primer amor, siempre desde el prisma de lo fantástico, pero sin olvidar su raíz costumbris­ta. De hecho, y en una contextual­ización que según el director de «Cuando dejes de quererme» se cierra sobre sí misma, la película comienza justo al final de las Guerras Carlistas: «Nació de esa ambientaci­ón de otra época, de lo antiguo y de cómo se pierde en la memoria, pero lo aceptamos de inmediato porque la guerra, y sobre todo esa serie de guerras que se daban en pueblos tan pequeños, iban y volvían, y hablan de nuestra condición humana como seres primarios, que es en lo que termina convertido un vampiro», remata el director.

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