Una prosa limpia y sin estridencias
Nativel Preciado llegó del periodismo a la narrativa como una paracaidista de lujo y ha sido abrigada por distintos galardones: el Premio Planeta, el Primavera, el Fernando Lara... Las temáticas que ha abordado a lo largo de estos años en sus distintos libros han pivotado entre el intimismo y la crónica de pasajes de nuestra historia. En «Canta solo para mí» rememoraba los últimos años del franquismo para resaltar la vitalidad que anida bajo cualquier forma de represión, en un intento de transferir a las nuevas generaciones las ansias de libertad de sus coetáneos. Con «Camino de hierro», nos entregaba un relato costumbrista que daba noticias sobre la organización formal de una sociedad caduca, al tiempo que trenzaba una hermosa historia de amor salpicada de versos, citas, películas y lugares donde gozar con el amante. Evoco con especial cariño «Llegó el tiempo de las cerezas», donde conocimos a una mujer que se libró de las tragedias históricas del pasado siglo –la Guerra Civil, la persecución nazi, la Siberia de Stalin o Vietnam...–.
Al borde de su sexta década de existencia sólo temía una cosa: al vertiginoso paso del tiempo que conlleva soledad y abandono. «El sentir de las mujeres», «Amigos íntimos», «El egoísta», «Extrañas parejas»... en cada obra ha dejado huella de su visión psicológica del mundo y del valor de la mujer ambivalente, introduciendo anzuelos imposibles de no morder. Pero su íntima apuesta no ha sido otra que embarcarnos en un viaje literario honesto. Nativel Preciado empatiza con el lector porque se apoya en una prosa limpia, precisa, que acaricia el alma. Abordando textos de auxilio sin una sola estridencia y debilitando las doctrinas para fortalecer las conciencias y la belleza, retorciendo a la gran María Lejárraga. Felicidades, compañera.