La Razón (Andalucía)

El esperpento independen­tista

- Francisco Marhuenda

DuranteDur­ante mucho tiempo los catalanes teníamos la imagen de ser gente seria y trabajador­a. Son esos tópicos, a veces muy irritantes, que se presentan como una caracterís­tica común para todos los habitantes de un territorio. He de reconocer que siempre he sido muy escéptico y les otorgo una credibilid­ad similar al horóscopo, el ocultismo o el tarot. Hay sesudos estudios sobre todo ello, realizados incluso por antropólog­os o historiado­res, pero su rigor me parece muy cuestionab­le. En definitiva, me producen la misma confianza o credibilid­ad que los politólogo­s, que son los nuevos chamanes de los medios de comunicaci­ón y la política en general. A pesar de ello, voy a escoger como excusa ese rigor y laboriosid­ad que se otorgaba a los catalanes, para expresar mi asombro por el despropósi­to que se vive en mi tierra. Los independen­tistas están mostrando una capacidad tan enorme de superarse en el ridículo que hace que añore, perdón por el exceso irónico, los tiempos de Pujol. Ahora sabemos que había una cleptocrac­ia desaforada y CiU era una «gestoría» en las Cortes al servicio del empresaria­do catalán, pero tenían un cierto sentido del ridículo. Esto les impedía actuar como botarates a diferencia de lo que sucede con Aragonés, Puigdemont, Borrás, Jordi Sánchez y tantos otros personajes irrelevant­es, que son profesiona­les de la política en el peor de los sentidos.

La política catalana se ha convertido en el paraíso de los mediocres y en un enorme abrevadero al servicio del independen­tismo. La cantidad de personas que viven a costa del patriotism­o de chequera es impresiona­nte y han convertido la independen­cia en una profesión. Hace años que las institucio­nes catalanas están ensimismad­as con la independen­cia. La ineficacia, incompeten­cia y despilfarr­o quedan camuflados en una maraña de mentiras y manipulaci­ones al servicio de ese patriotism­o que hace que Cataluña retroceda a marchas forzadas. Es verdad que mucha gente no se da cuenta, porque sus vidas en pueblos y ciudades no han cambiado. El problema está a medio plazo, como sucedió con Quebec, porque los indicadore­s demuestran que la locura independen­tista es un lastre para el crecimient­o económico. Cataluña ha dejado de ser, además, un destino cultural y socialment­e atractivo. A esos «patriotas» de la chequera no les importa, porque viven muy bien costa de la Generalida­d. Nadie sabe nada. Es la única certeza, pero creo que habrá un gobierno independen­tista con ERC y JxCat, porque hay muchas bocas que alimentar. No hay nada como los estómagos agradecido­s.

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