La Razón (Andalucía)

¿FIN DE CICLO?

- Emilio de Diego. Real Academia de Doctores de España

LaLa jornada del 4 de mayo despertó la esperanza en una derecha adormecida hasta poco antes. Esa noche, a caballo de la ilusión y del miedo o de ambas cosas a la vez, se anunciaba la victoria llamativa de una parte de los madrileños y la derrota aplastante de la otra. Tras una etapa de disparates asombrosos que parecía no tener fin, por parte de un gobierno indecente, asomaba la posibilida­d de un cambio en la política española. Fue un día especial el de esos comicios, arropados por la participac­ión de casi todos; incluso la de los muertos despreciad­os por los responsabl­es de gestionar la crisis sanitaria, económica y social, de recorrido demasiado trágico.

Los lemas de la campaña invitaban a la respuesta visceral. ¡Comunismo o libertad! ¡Fascismo o democracia! Las innovacion­es técnicas parecían eliminar los espacios, reduciendo el espectro político a dos bloques, cada vez más cerrados y, de paso, detener el tiempo en los meridianos de hace un siglo o dos. A la vista de los resultados la primera disyuntiva se saldó con claridad. Aunque los problemas al respecto no han tardado en manifestar­se. Pero resultaría un sarcasmo intolerabl­e que como decía La Flaca en 1869, «la libertad se limitara a una zarzuela en tres actos, letra de Prim, Sagasta y Ruiz Zorrilla, con música del Himno de Riego»; aunque sea en formato «reggaeteon». En cuanto a la segunda proposició­n, la respuesta ha sido más confusa; tal vez porque la democracia predicada muestra signos de deterioro preocupant­es y la patente de fascismo, repartida a convenienc­ia, sin ningún rigor conceptual asusta cada vez menos. Así, aunque «los demócratas somos más», yo diría que muchos más, tuvieron más votos los «fascistas» lo cual debería ser objeto de algún replanteam­iento.

En cuanto al balance a título personal, ¡Vae Victis!, ocupa lugar señero el ex-casi todo. Para justificar su fracaso se despidió, en calidad de «chivo expiatorio», cual víctima propiciato­ria. En parte tiene razón. Su percepción caprina es compartida por la inmensa mayoría de los españoles, aunque no en su tamaño ni en su función. Inmediatam­ente detrás el candidato del PSOE, al menos el anunciado en los carteles. «Soso, serio y formal» mantuvo bien lo primero. Sin embargo el resto lo perdió en pocos minutos. No respetó la advertenci­a de Corneille según la cual hay que tener buena memoria después de haber mentido. El último entre los caídos, el hombre de Ciudadanos, «lost in translatio­n», apenas fue una anécdota en moto.

Otra considerac­ión, aunque distinta entre sí, merecen Rocío Monasterio y Mónica García. La de Vox conservó el nivel anterior de su partido, poco más. No lo tenía fácil. Mayor respaldo obtuvo la candidata «multiemica» (Mónica, madre, mujer, médico y otras cuantas emes). En su papel de representa­nte de esa especie de «podemos con gafas», aumentó su caudal con votos socialista­s huidos del engaño Gabilondo. Veremos el futuro.

En los papeles estelares el gran perdedor es Sánchez, decidido a arrebatar Madrid al PP y a demostrar su liderazgo incuestion­able. No obstante las encuestas, imagino que también las de Tezanos en la intimidad, le llevaron a dar pronto la espantada hacia lugares más cómodos. Un nuevo ejemplo de «valentía» a los que nos tiene ya acostumbra­dos. Frente al desastre no asumió, ni de lejos, el papel de progenitor «A» o «B», que le correspond­ía. Ya se sabe que la derrota es huérfana.

La gran vencedora (la dimensión del éxito sorprendió a la propia empresa) ha sido Isabel Díaz Ayuso. Aunque, como siempre, son muchos los que buscan arrogarse el papel de padres de la victoria. No importa que sean irremediab­lemente putativos, porque la única cierta es la madre, y en especial en este caso. Los días nos traerán el ajuste de los papeles familiares, pero no será cuestión menor.

La noche del 4 de mayo la derecha madrileña podía sentirse satisfecha: hemos ganado. Mientras, por el resto de España se extendía el entusiasmo. Pero, al día siguiente, había que pensar cómo seguir ganando y lo mismo al otro y al otro, … Cuatro desafíos aguardan en el camino: 1º) hacer que la libertad pase de ser una palabra operativa solo emocionalm­ente a superar su inoperanci­a real. Quien vence bajo esa bandera está obligado a hacer posible la libertad, en todas sus dimensione­s positivas; de la mano de la responsabi­lidad. Un problema tan viejo como la política. 2º) Avanzar en el camino de la regeneraci­ón de la vida pública, mediante una gestión transparen­te y eficaz. Tampoco es tarea sencilla, la mujer de César no sólo debe ser honrada, sino parecerlo. 3º) Recuperar hasta donde sea posible el diálogo, la convivenci­a y la unidad, o lo que es lo mismo convencer con la otra mitad, o una parte de ella. 4º) Para lograr el cambio que hoy demanda la mayoría, no sólo de los madrileños sino de todos los españoles, es necesario conseguir los tres objetivos anteriores. Pero, además, esta empresa demanda la lucha permanente contra la mentira, no sólo en el debate institucio­nal, que parece difícil, sino desde la realidad de los hechos.

Dos factores de riesgo. Uno Pedro, el otro Pablo. Ambos pertenecen a una forma de hacer política basada en el «yoismo», inadecuada para un ciclo nuevo.

«La empresa demanda la lucha permanente contra la mentira»

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BARRIO
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Emilio de Diego

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