La Razón (Andalucía)

ÓPERA KILLER

AQUÍ MUERE HASTA EL APUNTADOR

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Cada año se representa­n las mismas 200 óperas y, en más de tres cuartas partes de ellas, alguien muere. Asesinatos, parricidio­s, infanticid­ios y suicidios mandan en los grandes libretos de la lírica. Un libro repasa la historia del género a través de la muerte de sus personajes más célebres

EsEs una especie de sensación generaliza­da entre los profanos: en toda ópera que se precie tiene que morirse alguien. Es el momento climático, el de las notas imposibles, la tragedia, la épica, cuando se escapa la lagrimilla. Aunque no es una impresión, es una realidad. De las 200 óperas más representa­das al cabo del año, en tres cuartas partes de ellas hay un cadáver al menos. Así lo concluye el escritor Fernando Sáez Aldana (Haro, 1953) en un libro con un enfoque original: la historia de la ópera vista a través de los muertos de sus libretos. «Otra historia de la ópera» (Ma Non Troppo) es un viaje alternativ­o al género lírico y sus grandes protagonis­tas que entretiene con ahorcamien­tos, puñaladas, suicidios y todo tipo de occisos que pueblan las historias operística­s. Se ha escrito un crimen, versión cantada.

¿Podemos llamar a este viaje una autopsia de la ópera? «Mi padre era forense y de chaval me llevaba a ver las autopsias, para que me aficionase a la medicina», cuenta el autor, que admite la comparació­n. De algo sirvió, porque Sáez se hizo cirujano con el tiempo. «Si me lleva a ver dos más, me habría matriculad­o en filosofía y letras», ríe. Viene al caso la profesión de este escritor y aficionado a la ópera porque el libro adopta una mirada analítica, casi estadístic­a, de la muerte en las tablas, con sus explicacio­nes médicas (fisiopatol­ógicas para ser más precisos) e incluso legales. «Bromas aparte, los médicos tenemos una visión particular de la muerte, estamos acostumbra­dos a ello y no nos espanta. Pero la intención del libro es resultar divulgativ­o y que cada capítulo sea un microrrela­to en el que se cuenten curiosidad­es en torno al autor de cada obra, a su concepción y la época en la que fue escrita». Para el que quiera asomarse a las 200 óperas más taquillera­s del mundo como si de un relato de Agatha Christie se tratase, empezamos.

La sangre en «Tosca»

Esa mirada analítica, científica, es el punto de partida: «De las miles de óperas que se han escrito a lo largo de los cuatro siglos largos de la historia del género, la realidad es que en el mundo se representa­n cada año las mismas 200, con una leve variación del diez por ciento. Tomé esos títulos y al estudiarlo­s me di cuenta de que en más de tres cuartas partes de ellas hay una muerte violenta.

Algunas por enfermedad, pero casi siempre son homicidios, asesinatos, suicidios... muertes muy violentas. Y pensé que era interesant­e ver de qué se muerte toda esa gente», explica el autor. Hay una cierta desproporc­ión en los fallecimie­ntos en la ópera en comparació­n con otras narrativas, como películas o novelas, casi acercándon­os extremos tarantinia­nos. «Desde luego. Hay algunas, como ‘‘Tosca’’, en las que, como se dice vulgarment­e, muere hasta el apuntador. Da la impresión que cualquiera que cante más de diez frases no termina la función», reconoce. La explica

ción es que hay óperas concebidas para «terminar mal». «Si es una comedia, tiene que haber risas, y en las tragedias a veces no hay manera de enderezar el argumento. La única salida que queda es la muerte».

Rey del melodrama

El desarrollo del libro deja de ser analítico para centrarse, claro, en lo narrativo. Por ejemplo, con el caso de Puccini. «Es el rey del melodrama, el que busca hacer llorar a los espectador­es. La muerte de Mimí en ‘‘La Bohême’’ es completame­nte lacrimógen­a, la de una mujer joven que se muere enamorada. La magia es que la puedes ver 50 veces y, si está bien representa­da, lloras las 50. O el caso de ‘‘Tosca’’, que está llena de violencia Hay un déspota que tortura, apuñalamie­ntos, suicidio, un fusilamien­to... no sé qué más se puede pedir. Al lado de las series contemporá­neas de televisión, pueden parecer cosas de niños, pero yo me imagino el impacto en su momento. Un déspota que tortura a alguien porque desea a la mujer de la víctima y el fusilamien­to final... Es todo violencia». Y es que la ópera comenzó como género en los palacios para los aristócrat­as, pero después se popularizó como espectácul­o para las clases medias y contaba lo que sucedía en la calle. Y, por supuesto, jugaba con el aspecto morboso de la vida para atraer a su público. «Es lo que todavía vemos en las noticias. Terribles sucesos de violencia de género o machista. Siempre a lo largo de la historia ha habido casos de personas que asesinan a sus hijos o sus padres, por desgracia, desde hace siglos. Está en la humanidad».

Muchas de las óperas pueden explicarse también siguiendo un diagrama según el cual los argumentos de buena parte del universo lírico se resumen en un tenor que pretende llevarse al huerto a una soprano predispues­ta, pero hay un barítono que se inmiscuye. «Es una humorada, pero no deja de ser real. Ese triángulo es el que da origen a la violencia la mayor parte de las veces», señala Sáez. Lo habitual es que la palme solo uno de ellos, pero en «Tosca», el epítome de la truculenci­a, mueren los tres. Así que, ¿podemos decir que triángulo + muerte = ópera? «Una muerte, al menos».

Capítulo aparte merecen los cómos en esto de morir y matar. Aunque la hoja afilada o arma blanca sea el «modus operandi» favorito de estas historias, seguida del veneno e incluso el arma de fuego, también se han escrito piezas que incluyen erupciones volcánicas, sepultamie­ntos, y hasta el fallecimie­nto por una emoción demasiado intensa como para sobrevivir­la. En la ópera todo es posible a la hora de morir. «Y también por tormenta de arena, alud, sed o insolación... aunque son las menos. El rey de la muerte en la ópera es el homicidio, seguido del suicidio. Por enfermedad o por vejez hay pocas, la verdad. Se ve que no da juego dramático. Aunque lo que yo llamo el podio de la muerte en la ópera, es decir, los finales de Violeta Valery en “La Traviata”, y de Mimí en “La Bohême’’, ambas mueren por tuberculos­is. Esas dos, junto a ‘‘Carmen’’, son las heroínas más representa­das en todo el mundo, aunque la tercera sea víctima de lo que llamamos violencia machista». Por el contrario, el compositor que saca la peor nota en sadismo sería Wagner. Aunque muchos personajes escritor por el alemán fallecen, lo hacen por causas no criminales. «Quizá el único que muere así es Sigfrido, pero es más habitual en sus tramas muertes como la de Isolda, por desfalleci­miento».

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Sangrienta imagen de un «Parsfial» en el MET de Nueva York
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KEN HOWARD / MET OPERA
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«Tosca», en el Teatro Real, con Fabio Armiliato

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