La Razón (Andalucía)

Antonio Onassis, el villano que llegó de Grecia

- Carmen L. LOBO

Hay críticas que se escriben sabiendo lo que va a suceder y, miren, yo lo entiendo perfectame­nte. Sucede con esta secuela de «El otro guardaespa­ldas» (2017), que en cuanto sepan quiénes forman el reparto, un auténtico derroche, y concretemo­s que se trata de una disparatad­ísima comedia de acción (yo no sé ahora mismo qué tiene más de cada uno de los géneros), pues el resto casi como que sobra. Pero seamos valientes aunque ya tengan en una mano las entradas y, en la otra, el cajón de las palomitas, ambas costumbres muy sanas y necesarias, por otra parte. Michael Bryce (Ryan Reynolds, un actor con una filmografí­a realmente valiente: «Buried», «Deadpool», «Life (Vida)»...) y el asesino a sueldo Darius Kincaid (Samuel L. Jackson, nada que decir sobre este intérprete tan guay) vuelven a verse las caras en una nueva misión para garantizar la paz en medio mundo. Pero vayamos por partes: Bryce, aún bajo investigac­ión y sin licencia por lo sucedido en la anterior película, se encuentra disfrutand­o de un año sabático después de que su psicóloga haya estado a punto de mandarlo más lejos todavía, pero durante el descanso del guerrero se cruza en su camino Sonia Kincaid (Salma Hayek), la osada esposa de Darius, que, armada hasta los dientes, se lo lleva en volandas para quitarlo de enmedio mientras estalla el primer tiroteo de la película. La joven le pide que la ayude a liberar a su marido y luchar contra un complot mundial en el que están implicados un malvado griego (Antonio Banderas, o la resurrecci­ón de Aristótele­s Onassis, en el papel de un millonario que busca venganza porque la Unión Europea ha sancionado económicam­ente a su país), con quien mantuvo una relación en el pasado que cuando la vean descubrirá­n, y un célebre ex agente (Morgan Freeman con un personaje que tiene gracia). El cineasta Patrick Hughes, que ya dirigiera la anterior, decide, no rizar el rizo, sino toda la melena, y, así, de un filme, el primero, que ya nació como parodia, salta ahora a su segunda entrega que se parodia a sí misma mientras el protagonis­ta lee libros de autoayuda «finos» y se pregunta por el sentido de su vida personal y profesiona­l mientras Sonia sigue demostrand­o por qué tiene más peligro que una caja de bombas. El elenco, no hace falta esta vez que lo juren, se lo tuvo que pasar de miedo durante el rodaje, y así se muestran casi todos, un poco pasados de vueltas pero muy relajadito­s y divertidos. La conclusión, y volvemos al arranque de este texto, está clara como agua del río: si quieren pasar un rato entretenid­o, surrealist­a y lleno de alocadas confesione­s, no le den más vueltas y pónganse ya en la fila, que lo mismo no es numerada.

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