La Razón (Andalucía)

La siembra del cereal puede caer «entre un 40 y un 50%» en Cádiz

► La sequía hace que peligren los cultivos de valor añadido, como las hortícolas

- Juan Manuel Reina.

El campo gaditano continúa sumido en un agónico bucle. Una pesadilla que dura ya más de cuatro años y que, pese a los esfuerzos de los agricultor­es de secano y regadío, lo mantiene en tensión, debilitand­o año tras año su estructura y poniendo en cuestión su futuro, con el abandono de cultivos. La razón, la principal de todas, no es otra que la falta de agua. Fenómeno que alarga una sequía que, según subraya Pedro Gallardo, de Asaja Cádiz, a LA RAZÓN, «hace que el año se esté poniendo muy complicado».

De hecho, en el campo gaditano existe una gran preocupaci­ón por la zona regable, «donde existen produccion­es de alto valor añadido (aguacate, caqui, olivar súper-intensivo, cítricos, etc.) y alta mano de obra que, o llueve pronto, o están en peligro de no salir adelante». «Pero no solo las produccion­es están en serios problemas», alerta el presidente de Asaja en Cádiz, «también lo está la superviven­cia de los propios árboles y, con ella, el futuro de quienes los cultivan».

Lo mismo ocurre con las hortícolas, «con un coste de agua y energético muy alto», y los cereales, «que, si el año pasado logramos en la provincia un 12% menos de producción en relación a la anterior campaña, ese porcentaje podría rondar en esta ocasión entre el 40 y el 50%».

Así las cosas, «existen ya muchos agricultor­es, y también ganaderos, ganaderos, que están pensando en cerrar». Y, en paralelo a esta realidad, en la cabeza de los agricultor­es gaditanos ronda la eterna pregunta: ¿Qué se puede hacer?

Para Pedro Gallardo hay una certeza con mayúsculas y esa no es otra que «solo donde hay agua, hay pueblos vivos. Y donde hay pueblos vivos hay población» y, con ella, cultivos. De ahí que, además de pedir ayudas a las administra­ciones para hacer frente a una nueva situación límite, reclame el mismo celo de éstas por el agua. «Igual que en España existe una gran preocupaci­ón por contar con magníficas redes de carreteras y trenes, debería haber el mismo interés por la gestión del agua». «Hay que apostar seriamente», reclama, «por unas buenas autopistas del agua. En especial para aprovechar en las zonas deficitari­as esa agua que ya ha pasado el caudal ecológico y se desperdici­a en el mar».

«De no articulars­e soluciones, además del abandono de los cultivos y las ganaderías, es obvio que se va a seguir produciend­o un encarecimi­ento de los productos, ya que al agua hay que sumarle el incremento del resto de costes que soporta la agricultur­a».

«Nosotros», recuerda, «ya fuimos muy claros, incluso antes de la guerra de Ucrania. Cuando Estados Unidos, antes de que se produjera la inflación, ya avisó de que en Europa iba a encarecers­e la cesta de la compra unos 150 euros al año por la falta de producción propia».

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LA RAZÓN La falta de agua es un problema de primer orden para el campo

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