«La pecera»: colonialismo de los cuerpos
Glorimar Marrero busca el símil entre la enfermedad y la sumisión territorial de Puerto Rico
Si hay algo que cruza inequívocamente el cine contemporáneo de festivales, sobre todo tras la pandemia, es la revisión de lo que dábamos por hecho en las relaciones humanas: desde su propia estructuración, en términos de machismo o racismo, hasta su materialicon zación, la distancia real que hay entre los cuerpos, desde lo romántico hasta lo platónico.
Justo ahí se inscribe un filme como «La pecera», debut en el largometraje de la puertorriqueña Glorimar Marrero que se vio primero en el Festival de Sundance antes de pasar por el de Málaga. La directora, valiente en su búsqueda de formalismos atrevidos y metáforas visuales que, de verdad, inviten a la digestión lenta de la película, narra aquí en términos de colonialismo. Primero, y más obvio, el de Estados Unidos en su país natal, ejerciendo control sobre el islote pero tratando a sus ciudadanos como secundarios. Y luego, más delicadeza, Marrero establece un símil entre esa sumisión política y la del propio cuerpo, aquí a un cáncer, cuando la protagonista decide dejar el tratamiento al que se estaba sometiendo.
Contra la contaminación
« En mi caso, la co producción con Europa ayudó muchísimo a la película para encontrar vías. Nunca tuvimos ningún problema en términos creativos, porque todos teníamos claro que había un gran compromiso político en la historia», explica Marrero a LA RAZÓN sobre la financiación, antes de continuar sobre cómo esa búsqueda puede acabar afectando o no a una producción: «Puedo entender que existan proyectos más forzados que hagan suya una narrativa colonial, hasta sin querer, pero aquí solo encontré respeto. Todo iba en la dirección de fortalecer la película». Sin censura, pues, y con una gran Isel Rodríguez
de protagonista, «La pecera» es, al final, metáfora de la lucha contra la contaminación, ambiental y psicológica: «Era el centro, la tesis de la película. Cómo, la naturaleza, bien sea lo que entendemos en tanto el país o los cuerpos, pueden mancharse».