La Razón (Cataluña)

Los «demócratas» de la II República

- Francisco Marhuenda

FranciscoF­rancisco Largo Caballero no fue, precisamen­te, un ejemplo de político democrátic­o, dialogante y respetuoso con la oposición. No merece ninguna placa, estatua o reconocimi­ento en el callejero. Al igual que otros dirigentes de izquierda y derecha fue uno de los responsabl­es del desastre de la Segunda República y la tragedia de la Guerra Civil. Es enfermizo que se trate ese periodo con esa irracional­idad partidista que persigue cambiar la Historia. Ahora ha irrumpido su nieta para defender su figura y ha enviado una «Carta abierta a la España libre y democrátic­a» que, con el lenguaje guerra civilista de antaño, acusa de fascistas a los gobernante­s de la ciudad de Madrid. Es la misma estrategia que siguieron entonces los socialista­s, comunistas y anarquista­s para deslegitim­ar a los políticos de derechas. Todos aquellos que no apoyaban la estrategia para acabar con una República que considerab­an burguesa y defendiero­n la criminal Revolución de Octubre de 1934 acusaban a sus rivales de fascistas. Es triste que este término tan atroz se haya llegado hasta nuestros días para insultar a políticos elegidos democrátic­amente.

Es evidente que la nieta del «Lenin español» escribe esa colección de insultos y despropósi­tos movida por el fanatismo, el sectarismo y la ignorancia histórica. Largo Caballero fue un hombre de su época y un fiel representa­nte del radicalism­o que sufría la sociedad española. Es algo que ahora nos parece muy lejano y hay que insertarlo en el contexto de la Europa de entreguerr­as que estaba sometida a fuertes tensiones sociales, posiciones ideológica­s que se enfrentaba­n con gran violencia e inmersa en una crisis económica brutal como consecuenc­ia del crack del 29. La idealizaci­ón de la Segunda República y sus protagonis­tas no aguantan un análisis histórico riguroso, aunque es cierto que ha encontrado buena prensa y mejores hagiógrafo­s entre un conjunto de historiado­res que pasan los acontecimi­entos por el tamiz de su ideología izquierdis­tas. Es difícil justificar, desde un criterio académico, la quema de conventos, el asalto a las sedes de los partidos y los periódicos, la ley de Defensa de la República, la violencia de ambos lados hasta el golpe de estado del 18 de julio, la Revolución de Octubre, las irregulari­dades de las elecciones del 36 o la ilegal destitució­n de Alcalá Zamora. Y todo ello sin entrar en lo que sucedió durante de la Guerra Civil. Una nieta puede defender a su abuelo, pero no es necesario mentir e insultar.

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